Redacción / CAMBIO 22

La trayectoria de Porfirio Muñoz Ledo resume como pocas la historia del poder político en México durante la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del XXI. Intelectual brillante, orador temido y político profesional, su carrera estuvo marcada menos por la coherencia ideológica que por una constante cercanía —directa o indirecta— con los centros de decisión.

Formado en la élite académica y política, Muñoz Ledo inició su carrera dentro del Partido Revolucionario Institucional, donde ocupó cargos de alto nivel durante los gobiernos del viejo régimen. Fue secretario del Trabajo y luego secretario de Educación Pública en los años setenta, una etapa en la que no cuestionó al sistema autoritario que décadas después denunciaría. Al contrario, formó parte activa del aparato que sostuvo al presidencialismo absoluto.

La ruptura llegó en los años ochenta, cuando el PRI comenzó a cerrar filas frente a la crisis económica y política del país. Muñoz Ledo se sumó a la Corriente Democrática junto a Cuauhtémoc Cárdenas, y tras la elección de 1988 —una de las más cuestionadas de la historia— participó en la fundación del Partido de la Revolución Democrática. Desde entonces se construyó la imagen del opositor y del “demócrata”, aunque para sus críticos se trató más de una reubicación estratégica que de una ruptura ética profunda.

Muere Porfirio Muñoz Ledo

Durante los años noventa y dos mil, Muñoz Ledo transitó entre partidos, candidaturas y cargos legislativos. En el año 2000 fue candidato presidencial por el PARM, pero declinó a favor de Vicente Fox, contribuyendo a la alternancia encabezada por el PAN. El gesto fue celebrado como pragmatismo democrático, pero también exhibió su disposición a negociar posiciones antes que sostener proyectos propios.

Su retorno al protagonismo ocurrió con la llegada de Movimiento Regeneración Nacional. En 2018, como presidente de la Cámara de Diputados, fue quien colocó la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador, uno de los momentos simbólicos más relevantes del inicio de la llamada Cuarta Transformación. Para muchos, era el cierre de un ciclo; para otros, el reencuentro de un político veterano con el poder que nunca dejó de buscar.

Sin embargo, la relación con Morena pronto se fracturó. Muñoz Ledo se convirtió en uno de los críticos internos más severos del obradorismo, denunciando concentración de poder, debilitamiento institucional y tentaciones autoritarias. Sus señalamientos le valieron el aislamiento dentro del movimiento y el señalamiento de actuar como un “francotirador político”. La crítica, válida en el fondo para algunos analistas, llegó tarde para otros: cuando el poder ya no pasaba por sus manos.

Al morir en 2023, el consenso oficial lo elevó a la categoría de “constructor de la democracia”. Pero una lectura crítica obliga a matizar ese juicio. Muñoz Ledo fue, ante todo, un político del sistema, capaz de denunciarlo cuando estaba fuera y de administrarlo cuando estaba dentro. Su legado no es el de la coherencia, sino el de la adaptación: el retrato de una clase política que cambia de bandera sin abandonar el centro del poder.

En su figura conviven la inteligencia, la ambición y la contradicción. Y en esa mezcla se explica no solo su historia personal, sino también las inercias profundas de la política mexicana.

 

 

 

Fuente: México La Gran República

redaccion@diariocambio22.mx

GPC/RCM

WhatsApp Telegram
Telegram


  • CAMBIO 2750 BANNERS NIÑOS1 800X900 resultado

  • CAMBIO 2746 BANNERS NIÑOS1 1110X100 resultado