• En Huauchinango, el rugido de la maquinaria rompe el silencio mientras rescatistas y vecinos intentan localizar a las víctimas de la tragedia provocada por las lluvias más intensas del año.

 

  • Protección Civil mantiene operativos de búsqueda en varios estados del centro del país ante una emergencia que ha dejado destrucción, pérdidas humanas y miles de damnificados.

 

 

Gabriel Hernández/ CAMBIO 22

Bajo un cielo gris y amenazante que se niega a despejar, el rugido de las retroexcavadoras y el ladrido de los perros rescatistas rompen el silencio en el barrio Nuevo Monterrey, en el municipio de Huauchinango, Puebla, donde la esperanza aún sobrevive entre el lodo y los escombros.

Entre los restos de lo que fueron casas y calles, continúa la búsqueda de Lázaro Gayoso y Celeste Muñoz, un matrimonio desaparecido la noche del 10 de octubre, tras un deslave provocado por las lluvias más intensas del año en el centro del país.

“Se desbordó la casa, se vino con todo: muebles, todo se vino. No encontramos ni papeles, ni nada, ni los cuerpos. Dos personas están desaparecidas, Lázaro Gayoso Sampaio y Celeste Muñoz Barrios.

La esperanza es encontrarlos acá, pero si no aparecen, lo más probable es que se los haya llevado el río”, relata con voz entrecortada Joaquín Gayoso, padre de una de las víctimas.

El deslave ocurrió alrededor de las 23:00 horas del viernes 10 de octubre, cuando una tormenta persistente azotaba la Sierra Norte de Puebla, una región que se ha convertido en punto crítico por las lluvias torrenciales que golpearon también a los estados de Veracruz, Hidalgo y San Luis Potosí, entre el 6 y el 9 de octubre, de acuerdo con la Coordinación Nacional de Protección Civil.

Las autoridades reportan caminos bloqueados, viviendas destruidas y miles de personas afectadas por los deslizamientos de tierra y las corrientes de lodo que sorprendieron a comunidades enteras.

A pocos metros de la vivienda derrumbada de los Gayoso, Maricela Reyes, vecina de la familia, recuerda el momento con terror:

“Oí un ruido muy fuerte, como una bomba. Cuando volteo, veo que el carro se está yendo, se caen postes y cables, y un río de lodo bajaba con fuerza. Solo pensé en correr a mi casa, porque mi mamá estaba adentro”, cuenta, aún con la voz temblorosa.

Mientras tanto, elementos del Ejército Mexicano y de la Guardia Nacional mantienen desplegado el Plan DN-III-E, con más de 7,000 efectivos dedicados a tareas de rescate, limpieza y distribución de víveres.

En la zona también trabajan miembros de la Secretaría de Marina y de Protección Civil, apoyados por perros entrenados que buscan señales entre los restos de muros y muebles.

Los rescatistas avanzan con palas y maquinaria pesada, removiendo tierra bajo la mirada atenta de los familiares que se niegan a perder la esperanza.

Las autoridades locales ya levantan un censo de damnificados y daños estructurales para iniciar procesos de apoyo y reubicación, mientras los habitantes del lugar intentan recuperar fragmentos de sus vidas entre el lodo.

Desde el corazón de la Sierra Norte, la tragedia deja una lección que se repite año tras año, la vulnerabilidad ante un clima cada vez más extremo y la urgencia de políticas preventivas que protejan a las comunidades rurales más expuestas.

 

Con información de Xinhua y el Sistema de Noticias CAMBIO 22

Video: Xinhua

cambio22oficial@gmail.com

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