El Olvido Útil: los Tiempos Políticos y el Reciclaje del Poder en Quintana Roo
17 Sep. 2025
Miguel Ángel Mauss / CAMBIO 22
En el cierre de cada sexenio, la política quintanarroense se convierte en un escenario de amnesia colectiva, donde los expedientes se archivan, los agravios se diluyen y los actores reaparecen con discursos reciclados. Lo importante no es lo que fueron, sino lo que todavía pueden ofrecer a quienes están en el poder.
Los tiempos políticos en Quintana Roo avanzan como relojes de arena selectiva: lo que hoy parece irremediable, mañana se vuelve negociable. Conforme se aproxima el cierre de un gobierno y la antesala de una nueva contienda electoral, figuras políticas que en su momento fueron desechadas, perseguidas o acusadas de corrupción, resurgen con renovada energía y con una narrativa que intenta lavar sus culpas con el paso del tiempo.

Tal es el caso de Eduardo Espinosa Abuxapqui, exalcalde de Othón P. Blanco, quien ha reaparecido públicamente para anunciar que está abierto a cualquier invitación, “incluso de la Cuarta Transformación”. Después de décadas como militante del PRI —partido al que ahora acusa de haberlo abandonado durante su persecución legal—, se muestra dispuesto a colaborar con Morena, el partido en el poder estatal y federal.
Su justificación no es nueva: fue víctima de una cacería política durante el gobierno de Carlos Joaquín González, quien —según él— utilizó la justicia como herramienta de linchamiento mediático. Asegura que las denuncias en su contra fueron fabricadas, que sus cuentas fueron aprobadas y que su administración no dejó deuda pública. Con ese discurso de inocencia y victimización, se reacomoda en el escenario político local con el claro objetivo de integrarse, nuevamente, al aparato gubernamental.
Pero Espinosa no es un caso aislado, también ha regresado al reflector Mauricio Góngora Escalante, exalcalde de Solidaridad y excandidato a gobernador en 2016 por el PRI-PVEM-PANAL. Su retorno ha sido apadrinado por el exgobernador Félix González Canto, quien lo presenta no solo como un perseguido político injustamente encarcelado, sino como un “buen candidato para 2027”. Se le exonera desde la opinión, se le lava el rostro con el argumento de que la justicia ya lo liberó de todo cargo, y se olvida que su candidatura fue, en su momento, sinónimo del desgaste del viejo régimen.
Ambos casos nos muestran una constante preocupante: la corta memoria del sistema político, pero más aún, su gran capacidad para reciclar a los mismos personajes que un día fueron señalados y al siguiente se convierten en opción viable, simplemente porque el poder actual los necesita, o porque ellos se ofrecen como operadores útiles.

Pero el problema real es el pragmatismo de la 4T y el mercado político local, pues el fenómeno se agrava cuando observamos cómo la Cuarta Transformación en Quintana Roo ha abierto la puerta a estos perfiles. En teoría, Morena llegó para romper con el viejo régimen; en la práctica, ha absorbido a muchos de sus actores más cuestionados, siempre que estén dispuestos a adaptarse al nuevo discurso dominante.
Lo que está ocurriendo no es una reconciliación con el pasado, sino una reutilización de figuras que conocen el sistema, tienen estructuras, contactos, lealtades locales y —sobre todo— experiencia en la administración pública, aunque esa experiencia venga cargada de escándalos, procesos legales o derrotas electorales.
Es aquí donde el discurso de la “regeneración” se ve comprometido por la conveniencia. Las puertas están abiertas para quienes saben moverse entre pasillos gubernamentales, sin importar de dónde vienen ni qué hicieron, mientras puedan sumar votos, operadores o relaciones útiles.
Ahora, en paralelo a este reciclaje de figuras políticas, el gobierno de Mara Lezama se prepara para entrar en su tercera etapa, posiblemente la más decisiva del sexenio. Tras su Tercer Informe, la secretaria de Gobierno, Cristina Torres, adelantó que vendrán ajustes en el gabinete estatal, derivados de evaluaciones internas y una reingeniería administrativa que incluirá fusiones de dependencias y cambios en las áreas directivas.

Estos “enroques” no son solo una práctica de eficiencia gubernamental, sino una oportunidad para reconfigurar el poder interno, abrir espacios a nuevos aliados o recuperar a viejos conocidos, justo cuando se empieza a construir el escenario electoral de 2027.
Es aquí donde reaparecer figuras como Góngora o Abuxapqui no parece casualidad. No buscan justicia ni reconocimiento, buscan espacio en el tablero. Saben que el juego político en Quintana Roo se basa en mantenerse vigentes, aunque sea bajo otra bandera o con otro discurso.
Conclusión: La política del olvido.
En Quintana Roo, el pasado se vuelve irrelevante cuando se cruza con la oportunidad política. Las acusaciones, los juicios mediáticos y los expedientes administrativos se diluyen en el mar del pragmatismo. Lo importante no es lo que fuiste, sino lo que aún puedes ofrecer.
El poder no solo perdona: reutiliza.
El sistema político local, como muchos en el país, ha hecho del olvido una herramienta de gobernabilidad. En ese contexto, el verdadero problema no es que regresen los de siempre, sino que no haya consecuencias duraderas para quienes han traicionado la confianza ciudadana. Y mientras eso no cambie, el reciclaje político seguirá siendo la regla, no la excepción.
¿Quién sigue?
Con las elecciones de 2027 en el horizonte, y una 4T dispuesta a abrir sus filas a perfiles “reconvertidos”, no será raro ver más regresos, más exoneraciones y más discursos de redención. Porque en la política quintanarroense, el tiempo no cura todo… pero sí lo borra.
Fuente: facebook
KXL/RCM




















