Redacción / CAMBIO 22

José María Morelos, 25 de noviembre. –  El tramo de la carretera federal 184 conocido como las curvas del Diablo sigue siendo un foco de accidentes y un claro reflejo del abandono por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT). A la ya peligrosa configuración del terreno se suma el deterioro de la infraestructura vial, donde enormes baches, en algunos casos cubriendo por completo el carril, han convertido el tránsito por la zona en un verdadero reto para los automovilistas.

Uno de los casos más alarmantes es un bache de gran profundidad que abarca todo el ancho de la carretera, ubicado a seis kilómetros antes de llegar a la cabecera municipal de José María Morelos. Este desperfecto ha sido responsable de varios percances, algunos de ellos de consideración, debido a que obliga a los conductores a realizar maniobras bruscas para evitar daños mayores a sus vehículos, exponiéndose a colisiones.

La situación no mejora con la falta de mantenimiento de los señalamientos viales. Gran parte de los letreros que advierten sobre curvas peligrosas, cruceros y límites de velocidad se encuentran ocultos entre la maleza, dejando a los conductores sin las advertencias necesarias para enfrentar este complicado tramo. La negligencia en este aspecto no solo aumenta los riesgos, sino que también refleja el abandono y la falta de compromiso por parte de las autoridades responsables.

El descuido de la SCT es evidente, y su inacción ha convertido a este tramo en una zona de constante peligro para quienes transitan por ella. La comunidad ha solicitado en reiteradas ocasiones que se realicen trabajos de rehabilitación, pero hasta el momento, las demandas no han sido atendidas.

Es urgente que se implementen acciones concretas para reparar los desperfectos y limpiar la zona. Las curvas del Diablo no solo son un símbolo de la peligrosidad de las carreteras mal diseñadas, sino también de la indiferencia oficial que pone en riesgo la vida de los ciudadanos. Cada accidente que ocurre en este tramo es un recordatorio de que la negligencia tiene consecuencias reales y, a menudo, trágicas.

 

 

 

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