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  • De nuevo en paro: la herida abierta de la universidad más grande de México Más de 200 mil estudiantes afectados

 

Alfredo Griz / CAMBIO 22

Un lunes de sangre en el sur de la ciudad

El 22 de septiembre de 2025, el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur de la Universidad Nacional Autónoma de México se convirtió en escenario de un hecho que estremeció a la comunidad universitaria y al país entero: el asesinato de un alumno dentro del plantel, a manos de otro estudiante que ingresó encapuchado y armado con un cuchillo.

Jesús Israel, de apenas 16 años, fue atacado en pleno horario escolar. Un trabajador resultó herido en el intento de detener al agresor. El autor material, identificado como Lex Ashton, de 19 años, fue sometido y trasladado por las autoridades. El crimen no solo significó la pérdida de una vida en el espacio que debía ser seguro, sino que encendió la mecha de una indignación acumulada por años.

Van a paro 12 planteles de UNAM por inseguridad

Las aulas se llenaron de silencio, y las consignas comenzaron a correr de boca en boca, en pancartas improvisadas, en redes sociales: “Ni un estudiante menos”, “Queremos estudiar sin miedo”. El caso pronto se convirtió en detonante de uno de los paros más amplios que haya enfrentado la UNAM en la última década.

Una universidad paralizada

Al cierre de septiembre de 2025, los reportes periodísticos y los propios comunicados estudiantiles confirmaban que al menos 14 planteles de la UNAM habían suspendido actividades presenciales o entrado en paro total. Entre ellos: las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas, Ciencias, Arquitectura, Química, Psicología, Odontología, Ingeniería, Economía, Artes y Diseño, Música, Derecho, así como las tres FES más grandes (Acatlán, Aragón y Zaragoza).

A esa lista se sumaban los cinco planteles del CCH (Azcapotzalco, Naucalpan, Oriente, Sur y Vallejo), que optaron por migrar a clases en línea mientras se resolvía la crisis de seguridad.

La suma de las matrículas de esas unidades —según la Agenda Estadística UNAM 2024— arroja un universo de 212,628 estudiantes potencialmente afectados, es decir, más de doscientas mil personas que dejaron de recibir clases presenciales de un día para otro.

La magnitud del paro es inédita en términos recientes: equivale a paralizar de golpe a toda la población universitaria de un país mediano.

Las cifras de la indignación

Los números fríos cuentan una historia de dimensiones enormes:

56,997 alumnos corresponden a los cinco planteles del CCH.

• 22,914 estudiantes a la FES Acatlán, ubicada en Naucalpan.

• 21,054 a la FES Aragón, en el oriente del Estado de México.

• 12,435 a la FES Zaragoza.

• Facultades de gran peso en Ciudad Universitaria: 17,236 en Derecho, 13,695 en Ingeniería, 13,179 en Ciencias Políticas, 11,161 en Filosofía y Letras, 10,022 en Ciencias, 8,279 en Química.

• Facultades medianas y pequeñas que también se sumaron: Arquitectura, Psicología, Odontología, Artes y Diseño, Música, Economía.

El paro no es homogéneo: algunas facultades suspendieron por completo, otras mantienen actividades administrativas, y los CCH apostaron por las clases virtuales. Sin embargo, la señal es clara: el mayor centro educativo de América Latina está, en gran medida, detenido.

POR INSEGURIDAD 13 PLANTELES DE LA UNAM A PARO | El Conspirador

Los pliegos y las exigencias

Los estudiantes no se quedaron en la protesta espontánea. De manera organizada, redactaron pliegos petitorios que fueron entregados a Rectoría. Sus demandas van mucho más allá de pedir justicia para el alumno asesinado:

1. Seguridad real en los planteles y alrededores. No basta con guardias pasivos ni cámaras; piden filtros, iluminación, coordinación con policías locales y estrategias efectivas contra amenazas internas y externas.

2. Atención psicológica y salud mental. Los estudiantes exigen programas permanentes, con profesionales suficientes y accesibles, que prevengan episodios de violencia y atiendan a quienes viven crisis.

3. Protocolos efectivos. No solo en papel: protocolos de seguridad y de género aplicados, difundidos y con responsables claros.

4. Sanción y justicia. Que el crimen en CCH Sur no quede en la impunidad, y que las autoridades transparenten el proceso.

5. Acciones contra la violencia machista, los porros y grupos de riesgo. Problemas arrastrados por décadas que resurgen cada vez que la UNAM enfrenta crisis de seguridad.

El eco de los viejos fantasmas

La indignación por el asesinato se mezcla con una larga historia de tensiones en la UNAM. Desde el movimiento estudiantil del 68, pasando por la huelga de 1999-2000 que paralizó a la institución por casi un año, hasta las tomas de planteles en la última década, la universidad ha sido un hervidero donde convergen demandas sociales, problemas estructurales y reclamos de seguridad.

En particular, el tema de los porros —grupos de choque infiltrados en la vida universitaria— es una herida abierta. Los estudiantes insisten en que su presencia sigue siendo una amenaza, y que el asesinato en CCH Sur demuestra que la violencia puede surgir también desde dentro.

Estudiantes de cine protestan contra inseguridad dentro de UNAM

Las causas profundas

Más allá del crimen puntual, el paro revela fallas estructurales:

• Déficit de seguridad integral. La UNAM, con campus distribuidos en varios estados, no ha logrado un modelo efectivo que combine autonomía con seguridad.

• Salud mental desatendida. Psicólogos y especialistas señalan que los servicios actuales son insuficientes para atender a una población de más de 350,000 estudiantes.

• Contexto urbano adverso. Muchos planteles se ubican en zonas con altos índices de inseguridad. Los estudiantes, sobre todo mujeres, relatan acoso, asaltos y amenazas cotidianas en el trayecto a clases.

• Fallas en la detección temprana. El perfil del agresor en CCH Sur apunta a un joven radicalizado en foros misóginos en línea, lo que evidencia la falta de programas de prevención y monitoreo.

• Desconfianza histórica hacia las autoridades universitarias. La percepción de que los protocolos se anuncian pero no se cumplen alimenta el enojo.

La respuesta institucional

El rector Leonardo Lomelí se pronunció de inmediato tras el asesinato: condenó el hecho, recibió los pliegos petitorios y anunció la revisión de protocolos de seguridad. La Dirección General de Comunicación Social emitió comunicados con mensajes de compromiso

Sin embargo, la respuesta fue considerada insuficiente por la comunidad. La exigencia estudiantil va más allá de palabras: piden acciones verificables, calendarios de cumplimiento y presupuesto para seguridad y salud mental.

Padres de familia también entregaron su propio pliego, exigiendo a la UNAM garantizar que los campus sean lugares seguros.

Van contra inseguridad en la UNAM | El Universal

El pulso de una comunidad en resistencia

Las asambleas se multiplican. En Ciudad Universitaria, los muros de Filosofía y Letras volvieron a cubrirse de mantas; en Ciencias Políticas, estudiantes decidieron que las clases presenciales no volverían hasta que las demandas tengan respuesta firme; en CCH Oriente, los alumnos improvisaron aulas virtuales y listas de asistencia a distancia.

El paro, más que un freno, se ha convertido en un espacio de organización política y comunitaria.

El costo de la parálisis

El impacto académico es profundo: más de 200,000 estudiantes sin clases presenciales, investigación detenida en laboratorios, trámites administrativos ralentizados. Profesores denuncian incertidumbre laboral; estudiantes de último año temen retrasar su titulación.

Pero el costo simbólico es aún mayor: la UNAM, orgullo nacional, aparece en portadas internacionales asociada con un asesinato escolar y una crisis de gobernabilidad.

Más allá de la coyuntura: ¿qué sigue?

La pregunta no es si la UNAM levantará el paro —lo hará, como lo ha hecho siempre—, sino qué quedará después.

Si las autoridades se limitan a apagar el incendio con promesas, la indignación volverá a encenderse ante el próximo hecho violento.

Si, en cambio, aprovechan el momento para rediseñar a fondo los programas de seguridad, salud mental y prevención, la crisis podría ser un parteaguas.

Epílogo: estudiar sin miedo

La UNAM ha sobrevivido guerras, movimientos sociales, huelgas interminables, crisis económicas. Hoy enfrenta un reto distinto: garantizar que sus estudiantes puedan cruzar la puerta de su plantel sin pensar en la muerte.

La voz de un estudiante en paro, escrita en una cartulina colgada frente a la Biblioteca Central, lo resume todo: “Queremos aprender, no sobrevivir. La universidad no puede ser un lugar de miedo.”

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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