• En Tuxtla Gutiérrez, las mujeres deben pagar cuotas diarias de hasta 2 mil 500 pesos a sus proxenetas

 

Redacción / CAMBIO 22

El fenómeno migratorio en Chiapas ha intensificado su complejidad en los últimos años, convirtiéndose en un problema marcado por violaciones a los derechos humanos, violencia, explotación laboral y sexual. Desde la llegada de las caravanas migrantes en 2018 hasta los traslados masivos en 2021, los municipios chiapanecos, especialmente Tuxtla Gutiérrez, se han convertido en escenarios de vulnerabilidad extrema para miles de personas en tránsito.

La capital chiapaneca se volvió un mercado de explotación sexual, especialmente de mujeres y niñas centro y sudamericanas, donde su irregularidad migratoria y las condiciones culturales de violencia de género del estado han favorecido el surgimiento de redes de trata y prostitución.

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Las entrevistas con víctimas revelan que los proxenetas utilizan engaños para atraparlas, ofreciéndoles trabajos ficticios. Sin embargo, la realidad es devastadora y muchas son prácticamente secuestradas y explotadas sexualmente.

Además de la explotación física, se documenta el abuso económico. En Tuxtla Gutiérrez, las mujeres deben pagar cuotas diarias de hasta 2 mil 500 pesos a sus proxenetas. Una de ellas comentó en entrevista exclusiva para El Heraldo de Chiapas, que otras compañeras en otras localidades, como Suchiate, pagan aún cuotas más altas, siendo obligadas a entregar hasta el 40% de sus ingresos a sus captores.

El 12 de octubre de 2018, Tapachula recibió entre 6 mil y 7 mil migrantes provenientes de Honduras, Guatemala, El Salvador, Haití, Venezuela, Cuba y otras regiones. Estas caravanas dieron lugar a nuevas dinámicas de desplazamiento, pero también a la exposición de trabajos sexuales sin importar su edad u orientación sexual.

Para 2021 inició el traslado de migrantes a diferentes estados mexicanos y ciudades como a Tuxtla Gutiérrez, en donde la falta de infraestructura y capacidad en los albergues dejó a muchos viviendo en plazas, calles y a las afueras de instituciones; lo que obligó a los migrantes a aceptar trabajos en condiciones de explotación laboral y sexual. Aunado a que en Chiapas desde el 18 de noviembre de 2016, en municipios como Tapachula, Comitán, Chiapa de Corzo, San Cristóbal de las Casas, Tonalá, Tuxtla Gutiérrez y Villaflores son tipificados con Alertas de Violencia de Género.

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La desesperación y la falta de oportunidades empujan a cientos de mujeres migrantes, principalmente de Venezuela, Cuba y de los países de Centroamérica, a situaciones extremas como la prostitución para sobrevivir. En un contexto de pobreza y vulnerabilidad, sus historias revelan un drama humanitario que se agrava día a día.

Hambre y necesidad, la historia que se repite

“La necesidad me volvió loca”, confiesa Leonela, una mujer venezolana de 32 años que llegó a México huyendo de la crisis en su país. Como ella, cientos de mujeres migrantes enfrentan situaciones de extrema vulnerabilidad, viéndose obligadas a recurrir a la prostitución para sobrevivir y mantener a sus familias.
Leonela tiene dos hijos, uno de seis años y otro de nueve años. Su historia, marcada por el dolor y la desesperación, revela la crudeza de las condiciones que enfrentan muchas mujeres migrantes en territorio mexicano.

“Llegué aquí sin nada, sin ropa, sin comida, y un hombre me ofreció trabajo. No sabía de qué se trataba, pero cuando descubrí que era prostitución, ya no tuve opción. Lo hago por mis hijos”, relata con voz quebrada.

Leonela comparte una habitación con otras mujeres migrantes, la mayoría también extranjeras. “Somos más de 15 chicas, arrendamos varias habitaciones compartidas. Hay muchas diferencias entre nosotras, pero la mayoría estamos aquí porque no tenemos otra salida”, explica.

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La vida diaria está marcada por el peligro. Una de las experiencias más aterradoras que ha vivido fue cuando un cliente la amenazó con una pistola. “Me puso el arma en la cabeza y me obligó. Me amenazó de muerte y prácticamente me iba a secuestrar. Accedí porque no tenía otra opción”, confiesa entre lágrimas.

Leonela describe el ambiente hostil en el que trabaja. “Hay tipos morbosos que piden cosas que una no quiere hacer, pero lo hago por plata. No se lo deseo a nadie. Si alguien quiere estudiar o trabajar en algo digno, que lo haga. La prostitución no es fácil, hay muchas cosas que soportar”, advierte.

A pesar de las dificultades, Leonela mantiene la esperanza. “Mi sueño es llegar a los Estados Unidos, estudiar y darle una mejor vida a mis hijos. Dios es grande, y tengo la esperanza de volver a Venezuela si la situación mejora”, dice con determinación.
Por ahora, Leonela y otras mujeres migrantes sobreviven trabajando en hoteles o en habitaciones que alquilan para atender a sus clientes. “Nos llevan a hoteles donde pagan más, pero también tenemos nuestras habitaciones para trabajar”, explica.

Entre las sombras, el rechazo y la desesperación

En las sombras de la noche y bajo la constante amenaza de la inseguridad, una joven transgénero de 26 años comparte su historia, marcada por la discriminación, el peligro y la lucha diaria por sobrevivir.

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Desde los 15 años, ha enfrentado un entorno hostil que la llevó a la prostitución como única alternativa ante la falta de oportunidades laborales y el rechazo social.

“Desde los 15 años comencé a hacer esto. No nos dan trabajo por cómo somos. Somos muy discriminadas. Tenemos que enfrentarlo día a día, con clientes malos, abusivos. Eso es lo que nos toca”, relata con voz firme, pero con una tristeza palpable.

El trabajo nocturno en las calles está cargado de riesgos. Ha vivido situaciones extremas que aún la atormentan. “Una vez me subí con dos personas que me ofrecieron pagar bien. Hicieron conmigo lo que quisieron. Luego me bajaron del carro apuntándome con una pistola. Otra vez, me dejaron sin ropa en una calle que ni conocía”, recuerda.

A pesar de ello, no tiene más opciones. La inseguridad es una constante, pero la necesidad de ingresos la obliga a salir todas las noches. “Uno nunca sabe si va a regresar a casa. Salgo a las 10 u 11 de la noche y a veces termino a las 2 o 3 de la mañana. Siempre en taxis, pagando lo que sea necesario”, explica.

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Desde temprana edad, enfrentó el rechazo de su familia y la falta de recursos para estudiar. “Desde los 13, me decían que tenía que ser hombre, pero yo quería ser doctora o maestra. No me gustaba otra cosa, pero la falta de dinero y el rechazo me empujaron a esto”, cuenta.

La ausencia de programas de salud y vigilancia ha empeorado la situación para las trabajadoras sexuales. “Antes había clínicas donde nos atendían, pero eso ya no existe. Hace más de cinco años que no vemos nada de eso. Ahora tenemos que comprar nuestra propia protección”, señala.

Además, lamenta la falta de intervención por parte de las autoridades. “No hay vigilancia, no hay apoyo. Ojalá fuera diferente, pero nadie hace caso”, dice resignada.

A pesar de los peligros, sigue trabajando porque no ve otra salida. “A veces cobro $1,800 o $2,300 cuando hay buenos clientes, pero otras veces apenas son $200 o $300. No sé si algún día podré salir de esto”, confiesa.

Por qué la prostitución no es un trabajo

Aunque ha intentado dejar el trabajo en el pasado, las relaciones que buscaban ofrecerle estabilidad terminaron rompiéndose. “Tuve una pareja buena, dejé de trabajar, pero cuando todo terminó, tuve que volver. Ahora prefiero seguir adelante sola”, asegura.

Rescatan a 17 mujeres de sus lenones en Comitán

Un operativo reciente en el municipio de Comitán de Domínguez permitió el rescate de al menos 17 mujeres de distintas nacionalidades que eran obligadas a ejercer la prostitución en bares de esta ciudad.

La situación evidencia la problemática que existe en Chiapas. Quedando varias personas detenidas tras el operativo, bajo los cargos de corrupción de menores, delitos contra la salud y resistencia a la autoridad, por lo que fueron puestos a disposición del Ministerio Público, donde se determinará su situación legal.

En el nuevo gobierno de Eduardo Ramírez Aguilar, se han realizado operativos para pacificar el estado, en ese contexto buscan no solo desarticular redes de trata de personas, sino también garantizar la protección de las víctimas, muchas de las cuales son forzadas a trabajar en condiciones inhumanas.

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De acuerdo con Jesús Alejandro Hernández Aguirre, médico del Sector Salud en Chiapas, cada fin de semana atienden a mujeres dedicadas al trabajo sexual, esto a través de una invitación hecha en los negocios donde ellas se mantienen. De las enfermedades frecuentes que ha encontrado entre las mujeres han sido cándidas o tricomonas; y hasta ahora ninguna ha presentado alguna otra enfermedad sexual grave como VIH, Sífilis o gonorrea.

“La mayoría de las chicas son centroamericanas y vienen con la finalidad de poder tener una fuente de ingresos para mandárselo a su familia que se quedaron en los países de Centroamérica, pero sabemos que muchas se refugian en el alcohol para soportar la situación”, comentó el médico.

Dentro de su experiencia hace 10 años le tocó ver a una de las chicas un viernes, los días que regularmente llegaban a revisión y no llegó, por lo que al siguiente viernes la vio golpeada.

“Una noche antes se había ‘ocupado’ como dicen ellas con un cliente, y este al ver que tenía dinero al lado de la cama, tras sostener relaciones la golpeó hasta que la dejó inconsciente (…) Le robó el dinero que ella tenía ahí guardado en su cuarto y hasta las cadenas que tenía le robaron”, contó Hernández Aguirre.

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De acuerdo con su experiencia y testimonios que ha recabado, dice que hay mujeres que se ganan de acuerdo al lugar y dependiendo la labor que hagan. Unas son meseras, otras conocidas como “ficheras” y otras se dedican al cien por ciento al trabajo sexual.

En uno de los centros nocturnos más cotizados en Suchiate, en una mala noche de fin de semana, pueden llegar a sacar hasta 6 mil pesos, mientras que en temporada alta obtienen de 8 mil o 10 mil pesos, lo que hace imposible que dejen este oficio.

La realidad en la que Chiapas se encuentra en cuanto a este tema ha ido creciendo a la par del fenómeno migratorio y son las actuales galleras en la Frontera Sur, donde las mujeres son capturadas para la trata de blancas. Historias como la de Leonela reflejan la falta de atención a una crisis humanitaria que va más allá de las fronteras.

La prostitución entre mujeres migrantes no es solo un tema de explotación económica, sino también de vulnerabilidad, inseguridad y violación de derechos humanos y garantías individuales.

 

 

 

Fuente: El Heraldo de Chiapas

redaccion@diariocambio22.mx

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