Jorge González Durán/CAMBIO 22

J.M.G. Le Clézio, que en 2008 recibió el Premio Nobel de Literatura, viajó de París a Cancún en 1976 y de aquí se adentró en la selva para conocer las viejas ciudades de la llamada Guerra de Castas. Ya traía algunas lecturas encima sobre la historia de la región, y quiso conocer personalmente los escenarios de la lucha de los mayas. Y viajó a las comunidades donde pervive la memoria en llamas de un pueblo que nunca pudo ser sojuzgado.

El escritor francés quedó cautivado por el paisaje y por la historia de los mayas. Pudo comprobar que la historia está a flor de piel de los habitantes de la zona central de Quintana Roo. Aquí escribió un hermoso texto llamado Tres Ciudades que publicó en 1980 la Universidad Autónoma Metropolitana, en un tiraje de mil ejemplares.

En las notas que se publicaron con motivo al anunciarse que se le otorgó el Premio Nobel de Literatura se citan sus libros sobre Frida y Diego y los que escribió sobre Michoacán y las Profecias del Chilám Balám, pero curiosamente se omite el opúsculo que le dedicó a las Tres Ciudades Santas: Chancah, Tixcacal y Chumpón.

En la nota de la edición de Tres Ciudades Santas, se consigna lo siguiente: “nació en 1940 en Niza (Francia), a orillas del Mediterráneo, mar que siempre está presente en su obra. A los veintitrés años obtiene el premio Théophraste Renaudot por su primer libro, Le procés-Verbal. En 1967 conoce México, que visita con frecuencia, y desde 1979 trabaja tres meses al año en el Colegio de Michoacán”.

Le Clézio se adentra en el mar de las incógnitas al hablar de la antigua capital de los mayas rebeldes: “Chan Santa Cruz ¿dónde está? La tierra se ha vaciado, las ciudades, las verdaderas ciudades santas ¿dónde están? ..Avanzamos lentamente entre las murallas de árboles, seguimos las huellas, reconocemos el itinerario del ensueño. En la plaza de Felipe Carrillo Puerto, en el centro de la encrucijada, la iglesia vacía es un tambor que ya no suena. El Balam Nah está vacío. Nadie habla. La cruz, la verdadera cruz, ha desaparecido. Otras cruces la han sustituido, pero son cruces de madera muerta que parecen horcas. La casa del gobernador, las casas de los guardias, la escuela, los barracones de los esclavos, vacíos también. El ruido está en todas partes, radios, rockolas de las cantinas, motores, altavoces que difunden los mensajes de los vencedores. La nueva cruz es de asfalto y los camiones la pisan al pasar…”

“Avanzamos, tal vez hacía atrás, para entrar en otro mundo sin recuerdos, para vislumbrar tal vez, algún día, como un espejismo, las blancas cúpulas de Chan Santa Cruz. El camino de polvo avanza al azar, sigue el camino de los que huyen… Las villas conquistadas han quedado derrotadas para siempre. Sus templos están vacíos, sus murallas han dejado de proteger. Los dioses humillados vuelven la mirada y se olvidan de los hombres. Hay ahora un silencio muy grande, un vacío muy grande, como si la deflagración de la violencia hubiera agotado de golpe todas las fuerzas de la tierra…”

La prosa de Le Clézio es dura, quemante. El mismo ha señalado que convivir con los indígenas de América fue una experiencia que le cambio la vida. Desde Oslo, el corresponsal de la BBC Lars Bevanger indicó que desde hace mucho se decía que Le Clezio -considerado por muchos de sus compatriotas como el mejor escritor francés vivo- era uno de los favoritos a ganarse el Nobel.

La Academia Sueca lo describió como “autor de nuevos rumbos, de la aventura poética y del éxtasis sensual, explorador de la humanidad, dentro y fuera de la civilización dominante”.

El escritor francé dijo en 2008 algo que pudo decir hoy:
”México está padeciendo una época muy mala en su historia por la inseguridad interna. Para mí es un pesar pensar en algo que había podido ser y no fue.En los años de la revolución mexicana, México era como un faro alumbrando al mundo. Es un pesar sobre todo porque no era inevitable. México fue por mucho tiempo un país pacífico, de cultura, de elegancia, de invención. Yo espero que esto sea una breve interrupción de una historia gloriosa”.

Es una pena que no conozcamos su obra, ni tan siquiera este libro dedicado a las Tres Ciudades Santas de Quintana Roo.

 

 

redaccionqroo@cambio22.mx

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