• Acusan a empresa citrícola de provocar la muerte masiva de colmenas en Tekax mediante fumigaciones con drones y agroquímicos tóxicos

 

  • Más de 300 colmenas desaparecen en Nohalal; apicultores denuncian ecocidio y exigen justicia ante la omisión de autoridades ambientales

 

 

Renán Castro Hernández/ CAMBIO 22

Una catástrofe ambiental y económica golpeó al pueblo de Nohalal, comisaría rural de Tekax, Yucatán, más de 300 colmenas de abejas murieron en masa en cuestión de días, dejando a la comunidad sin su cosecha anual de miel. Los apicultores locales señalan como causa un envenenamiento por plaguicidas, acusan que un productor citrícola vecino roció químicos en sus plantaciones de limón –presuntamente mediante drones– provocando la mortandad de miles de abejas melíferas.

La escena en los apiarios fue desoladora, alfombras de abejas muertas cubrían el suelo alrededor de las colmenas, un fenómeno que los habitantes describen como un verdadero “ecocidio”.

Apicultor de Nohalal muestra un puñado de abejas muertas, supuestamente víctimas de intoxicación por plaguicida aplicado en campos vecinos.

“Nos quedamos sin cosecha de miel”: voces de los apicultores

Los productores de miel de Nohalal alzaron la voz con indignación y tristeza, Eliseo Chan Gómez, uno de los principales apicultores afectados, relató que desde abril comenzaron a notar colmenas agonizando y finalmente vacías de abejas.

Él y sus colegas sospechan de un empresario citricultor del ejido vecino San Rufino, quien habría aplicado sustancias tóxicas para combatir plagas del limón sin importar el daño colateral.

“Fueron más de 300 colmenas completas que han perdido la vida, debido a los herbicidas que se aventaron”, denunció Chan Gómez, señalando directamente a una empresa agrícola (Granos y Vegetales de Yucatán) que fumiga con drones modernos.

Otro apicultor, Gregorio Chan Ramírez, destacó que algo así no se veía desde hace 50 años en la zona, según testimonios recabados por los pobladores, el productor de limones señalado incluso ordenó cortar toda su cosecha antes de la fumigación que acabó con las abejas, para que el químico no dañara sus frutos. Esto indicaría que se tenía conocimiento del efecto letal que el plaguicida tendría sobre los apiarios circundantes.

Con voz entrecortada, Gregorio Chan resumió el impacto de la tragedia:

“Nos hemos quedado sin cosecha de miel este año. Se ha perdido mucho dinero”, declaró, enfatizando que el esfuerzo de muchos años de trabajo se esfumó en días. “Así como ellos (los dueños de la empresa) tienen derecho a sus frutos, nosotros también tenemos derecho a cosechar la miel que nos mantiene”, reclamó el apicultor, visiblemente afectado.

Cada colmena perdida albergaba cerca de 60 mil abejas, según calcularon los productores – en total, millones de polinizadores muertos – cifra que el diario local pudo constatar al recorrer la zona cero de la mortandad. En términos económicos, la comunidad estima haber perdido más de $300 mil pesos en valor de producción y equipos.

“Nunca había pasado esto… y tenemos más de 20 años en esto”, lamentó Emilia Gómez, comisaria ejidal de Nohalal, cuyo hijo perdió 46 colmenas en una sola noche, cabe mencionar que Nohalal es un poblado 100% apicultor: prácticamente las 15 familias que lo habitan viven de la miel, por lo que la pérdida de sus abejas significa perder su sustento principal.

Investigaciones y falta de respuesta oficial

Tras la denuncia de los apicultores, personal de la Junta Intermunicipal Biocultural del Puuc (JIBIOPUUC) acudió a Nohalal para recoger muestras de las abejas muertas e investigar la causa exacta del envenenamiento. Sin embargo, se advirtió a los productores que los resultados de laboratorio tomarían alrededor de tres meses. Los afectados exigieron a JIBIOPUUC agilizar las investigaciones y, sobre todo, determinar “qué y quién” ocasionó esta masacre de polinizadores.

Hasta el momento, ninguna autoridad estatal o federal ha sancionado a los responsables, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), encargada de vigilar el uso de agroquímicos y delitos ambientales, brilló por su ausencia en Tekax:

“¿Y la Profepa dónde quedó?”, cuestionó en un editorial la prensa local, señalando la impunidad que prevalece en el campo yucateco.

Los productores denuncian que ninguna autoridad «ha dado la cara» por ellos hasta ahora.

Este caso alarmante de Tekax no es aislado, en el vecino municipio de Tzucacab, durante la primavera, apicultores reportaron la muerte de 300 colmenas por el uso de químicos en cultivos de chile habanero. Los plaguicidas se habrían aplicado en un radio de 2 kilómetros, arrasando con las abejas de la zona. Sumado a las más de 100 colmenas exterminadas en Nohalal (Tekax) en una primera ola, Yucatán contabiliza más de 400 colonias de abejas eliminadas por agrotóxicos en lo que va de 2025.

Las pérdidas económicas conjuntas superan fácilmente los $300 mil pesos para los pequeños productores locales, quienes claman por apoyo e indemnización. Las imágenes de miles de abejas muertas regadas sobre la tierra – alas inmóviles, cuerpos tapizando la entrada de las colmenas – quedan como prueba de un “ecocidio” no atendido en la región, todo esto ocurre a tan solo medio año de que la justicia mexicana reconoció jurídicamente a las abejas como “sujetos de derechos” y a las comunidades mayas como sus guardianas naturales, ni siquiera este precedente histórico ha motivado acciones contundentes, organizaciones ambientalistas señalan que las autoridades federales no han hecho efectiva la prohibición de plaguicidas altamente tóxicos para abejas, pese a dichos reconocimientos legales.

Yucatán, potencia mielera con altibajos (2020–2024)

Paradójicamente, Yucatán es el estado líder en producción de miel de México, pero la mortandad de abejas amenaza este sitial. En 2023, la entidad produjo alrededor de 9,450 toneladas de miel, consolidándose como primer lugar nacional en volumen. Esa cifra supuso un leve aumento de 2.4% respecto a 2022 (cuando se obtuvieron ~9,220 toneladas). Sin embargo, el estado aún no recupera los niveles históricos alcanzados antes de la pandemia.

En 2019, Yucatán había logrado una cosecha récord de 11,589 toneladas de miel, valorada en $444 millones de pesos, situándose entonces cómodamente como campeón apícola del país, pero 2020 marcó un desplome drástico, la combinación de la pandemia de COVID-19 (que cerró mercados y limitó labores) y eventos climáticos extremos (inundaciones por la Tormenta Tropical Cristóbal, en junio de 2020) golpearon fuertemente al sector. Como resultado, la producción anual de miel cayó por debajo de las 6 mil toneladas ese año.

En 2021 apenas se alcanzaron 5,529 toneladas, el volumen más bajo en décadas recientes, y por primera vez Yucatán perdió el liderazgo nacional en miel. A partir de entonces, la apicultura yucateca muestra una recuperación gradual: 9,250 toneladas en 2024 (cifra preliminar), aún por debajo del pico prepandemia pero confirmando la resiliencia de los apicultores locales. En el periodo 2021-2024, el sector apícola yucateco procesó unas 36 mil toneladas de miel en total, manteniendo a Yucatán en la cúspide nacional.

La importancia económica de esta producción es enorme. La miel yucateca es muy cotizada por su alta calidad (baja humedad, rica en nutrientes) y su origen floral único en el mundo – proviene de flora nativa como el dzidzilché y el tajonal, que otorgan características distintivas al dulce. Aproximadamente 38.5% de la miel mexicana se exporta al mercado internacional, principalmente a Estados Unidos y países de la Unión Europea.

Tan solo en 2023, México exportó más de 22 mil toneladas, generando ingresos superiores a $67 millones de dólares. Yucatán, al aportar cerca de la quinta parte del total nacional, juega un rol clave en esas exportaciones. Alemania y Estados Unidos figuran entre los mayores compradores del “oro dulce” yucateco. No obstante, este éxito comercial se ve amenazado cada vez que surgen problemas sanitarios: no hay miel exportable sin abejas saludables.

De hecho, algunos cargamentos de miel yucateca han sido rechazados en Europa por contener residuos de agroquímicos, lo que está cerrando puertas al producto local en el extranjero. Este es un golpe doble para los apicultores, pierden colmenas y además la confianza de sus mercados, por ello, el gobierno federal lanzó recientemente el programa “Miel del Bienestar” para fomentar la compra de miel mexicana en el mercado interno y garantizar precios justos a los productores.

Sin embargo, eventos como la tragedia de Nohalal entorpecen dichos esfuerzos, pues minan la producción y evidencian la falta de controles sobre los plaguicidas que afectan la cadena apícola.

Impacto ambiental: “sin abejas no hay vida”

La muerte masiva de abejas en Yucatán enciende alarmas ecológicas mucho más allá de la apicultura. Las abejas son polinizadores esenciales: se estima que más del 70% de los cultivos alimentarios en el mundo dependen en alguna medida de la polinización animal (principalmente por abejas) para dar frutos. Sin la labor incansable de estos insectos, la producción de muchas frutas y hortalizas caería dramáticamente, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria. Los apicultores lo resumen en una frase simple:

“Sin abejas no hay polinización; sin polinización no hay vida”.

En México existen alrededor de 2,000 especies de abejas nativas (de un total de ~20,000 en el planeta), incluyendo la abeja europea de la miel (Apis mellifera) y numerosas abejas silvestres. Todas cumplen funciones vitales en los ecosistemas. La desaparición repentina de millones de abejas en un entorno puede desequilibrar las interacciones ecológicas: menos polinización implica menor reproducción de plantas, afectando a su vez a otros insectos, aves y fauna que dependen de esas plantas.

Lo ocurrido en Tekax y Tzucacab representa, según expertos, un daño ecológico incalculable, es prácticamente imposible asignar un valor monetario a la pérdida de tantos seres – millones de organismos polinizadores – muertos en cuestión de horas por acción de químicos tóxicos. Los efectos se empiezan a sentir en el entorno: por ejemplo, en el estado de San Luis Potosí, la merma de abejas ya provocó un déficit en la producción de naranjas en municipios citrícolas como Rioverde. Allí se observó una floración deficiente de los naranjos atribuida directamente a la falta de polinizadores, lo que redujo significativamente la cosecha local de cítricos.

Este es un caso concreto de cómo la crisis de abejas deriva en crisis agrícola: menos abejas significan menos alimentos disponibles, no solo las plantas cultivadas sufren; también la vegetación silvestre de la península de Yucatán – rica en selvas bajas caducifolias – pierde a uno de sus principales aliados ecológicos. Vale recordar que los mayas de la región han practicado la meliponicultura (crianza de abejas nativas sin aguijón) desde tiempos prehispánicos, integrando a las abejas en su cultura y sistemas agroforestales, esa herencia biocultural ahora enfrenta amenazas sin precedentes.

En noviembre de 2024, una sentencia judicial histórica reconoció justamente que las abejas forman parte del legado ecológico y cultural de los pueblos mayas, subrayando que su mortandad masiva atenta contra la integridad del ecosistema y de la identidad maya apicultora.

Repercusiones económicas para los apicultores y la región

El golpe económico de la mortandad de colmenas es devastador a nivel local. En Nohalal, la apicultura no es un pasatiempo: es la principal fuente de ingresos familiares. La cosecha de miel perdida en 2025 representaba el dinero para mantener a decenas de personas durante todo el año. Ahora esos apicultores deberán enfrentar gastos (alimentación artificial de las colmenas sobrevivientes, reposición de abejas reinas) sin tener venta de miel.

Algunos apicultores de la región, ante la desesperación, optan por vender sus abejas o sus cajas para obtener algún ingreso inmediato – un patrón ya visto en otras comunidades yucatecas afectadas por la sequía y bajos precios, a nivel estatal, si estas mortandades continúan, podrían comprometer la posición de Yucatán como líder melero y la derrama económica que la apicultura genera. El valor de la producción de miel yucateca superó los $420 millones de pesos en 2022, y el valor del servicio ambiental de polinización que brindan las abejas en México se estima en más de 79 mil millones de pesos anuales (cerca del 19% del valor agrícola nacional). Es decir, la desaparición de las abejas no solo afecta a los apicultores, sino también a los agricultores de otros rubros y a la economía alimentaria en general.

Un estudio del Colegio de la Frontera Sur calculó que en la última década México perdió más de 301,000 colonias de abejas por efectos de plaguicidas, un golpe enorme tanto en biodiversidad como en capital productivo.

El turismo y la imagen de Yucatán también podrían resentirlo. La miel maya yucateca es un producto emblemático y de exportación; ahora existe la preocupación de que clientes internacionales asocien la miel local con contaminación de agrotóxicos. De hecho, la Unión Europea ha endurecido sus controles y vetado partidas de miel mexicana con trazas de fipronil o glifosato. Si los países compradores pierden confianza, disminuirán las exportaciones y caerá el precio que pagan por nuestra miel.

Por otra parte, en el mercado interno, la abundancia o escasez de miel también impacta a los consumidores, precios más altos y menor disponibilidad si continúa la mortandad. En suma, la economía rural de Yucatán – que abarca a unos 13 mil apicultores en su mayoría pequeños campesinos – está en juego. Muchos de estos apicultores combinan la miel con otras actividades para sostener a sus familias, y perder las colmenas puede significar migrar, endeudarse o abandonar una tradición ancestral.

Plaguicidas bajo la lupa: legislación y omisiones

El uso irresponsable de agroquímicos aparece como eje central de esta problemática, en México, el empleo de plaguicidas está teóricamente regulado por la Secretaría de Agricultura (SADER) y vigilado por instancias ambientales como Semarnat y Profepa. Sin embargo, en la práctica abundan las lagunas y omisiones.

Muchos pesticidas altamente tóxicos para polinizadores –como el fipronil o los neonicotinoides– siguen utilizándose libremente en campos de todo el país, a pesar de estar prohibidos o restringidos en otras naciones por sus efectos nocivos.

La Unión Europea, por ejemplo, vetó desde 2013 el fipronil y varios neonicotinoides en cultivos al aire libre, tras comprobar su vínculo con la disminución de abejas, en México, estos compuestos aún se hallan con facilidad en tiendas agropecuarias y se aplican sin mucho control. Organizaciones civiles y colectivos apícolas vienen exigiendo desde hace años una prohibición total de fipronil y neónicos en el país. Algunos avances legales recientes dan esperanza: en noviembre de 2024, un juez federal otorgó un amparo a comunidades mayas de Hopelchén (Campeche) que obliga a las autoridades a tomar medidas contra la mortandad de abejas. Dicha sentencia ordena implementar “todas las medidas necesarias” para proteger el medio ambiente de las abejas, incluyendo prohibir totalmente agrotóxicos como el fipronil y los neonicotinoides (ya vetados en gran parte de Europa), aplicar plenamente el decreto presidencial que restringe el uso de glifosato, y prohibir las fumigaciones aéreas en zonas apícolas.

Incluso plantea declarar oficialmente a las abejas como sujetos de derechos y a los pueblos mayas como sus guardianes legales, reconociendo su valor ecológico y cultural, este amparo histórico –logrado por colectivos de apicultores y ONG ambientales– marca un precedente importante, no obstante, sus efectos están por verse, los apicultores temen que la resolución sea impugnada o quede letra muerta si las autoridades no la ejecutan activamente.

A nivel estatal, Yucatán cuenta desde 2016 con declaratorias para proteger la apicultura, como la prohibición de cultivos transgénicos de soya (que implicaban uso intensivo de glifosato) en zonas melíferas. Pero no existe una regulación local específica que impida fumigaciones con plaguicidas durante floraciones o cerca de apiarios, brecha que queda evidenciada con el caso de Tekax.

Los propios productores yucatecos han organizado “vigilancias comunitarias”, muchos monitorean los campos vecinos y avisan en redes sociales cuando detectan fumigaciones peligrosas, a falta de una respuesta institucional rápida. De igual forma, académicos de instituciones públicas han intervenido para llenar el vacío gubernamental, por ejemplo, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) está capacitando a apicultores en la denuncia y documentación de muertes masivas de abejas. La doctora Leticia Guadalupe Yáñez Estrada, investigadora de esa universidad, explica que enseñan a los criadores cómo recolectar muestras y preservarlas para análisis de laboratorio, y han creado un portal nacional de registro de incidentes de mortandad. Así se busca construir evidencia científica sólida del impacto de los plaguicidas en distintos estados.

Por su parte, la Alianza Maya por las Abejas Kabnalo’on (que agrupa a cooperativas apícolas) junto con expertos de El Colegio de la Frontera Sur y otras instituciones, elaboraron un *“Protocolo de acción ante la muerte de abejas por plaguicidas”*. Este protocolo ofrece guías prácticas para prevenir intoxicaciones (por ejemplo, notificando a agricultores vecinos, relocando colmenas temporalmente) y pasos a seguir tras un evento (cómo identificar el químico, presentar denuncias, exigir indemnizaciones).

El documento ha llamado la atención de Semarnat y SADER, que en 2024 iniciaron mesas de trabajo para involucrar al Estado en la prevención, atención y reparación de daños cuando ocurran estos desastres, sin embargo, hasta ahora, ninguna política pública concreta se ha implementado en Yucatán para frenar la crisis de las abejas, los apicultores continúan prácticamente desprotegidos frente a fumigaciones realizadas a escasos metros de sus apiarios.

Expertos advierten y apicultores exigen soluciones

Especialistas ambientales coinciden en que urgen acciones integrales. “El uso excesivo de agrotóxicos es la principal causa” de esta situación, advierte la Dra. Yáñez Estrada (UASLP). Ella subraya que la aplicación aérea de plaguicidas es especialmente dañina: solo 40% del químico cae en el cultivo objetivo; el resto se dispersa en el ambiente, pudiendo afectar abejas en un radio de hasta 8 kilómetros de distancia.

Las abejas expuestas a estos compuestos sufren daños neurotóxicos que las desorientan y les impiden volver a la colmena, condenándolas a morir lejos del panal, por eso, una de las demandas clave es vetar las fumigaciones aéreas cerca de zonas apícolas – justamente algo ordenado por el amparo de Hopelchén.

Los investigadores y apicultores organizados también instan a redoblar esfuerzos contra la deforestación descontrolada en la península, ya que la pérdida de selva elimina flora nectarífera vital y obliga a las abejas a recorrer más distancia, aumentando su exposición a campos tratados con químicos.

En palabras de Eric Vides, científico del proyecto Abejas y Territorios, se debe reconocer la apicultura como una actividad prioritaria y garantizar condiciones ecológicas, económicas y sociales para su permanencia. Esto implica cambiar el modelo agroindustrial actual por prácticas más sostenibles y amigables con los polinizadores – por ejemplo, fomentar la agricultura orgánica, control biológico de plagas y manejo integrado de cultivos en vez de dependencia de insecticidas neurotóxicos.

Los apicultores de Nohalal, por su parte, solo quieren justicia y apoyo, han visto desaparecer en días el trabajo de años, exigen que se investigue penalmente al responsable de la fumigación que mató a sus colmenas – incluso contemplan acciones legales contra la empresa proveedora del plaguicida letal, piden también resarcir los daños; muchos perdieron no solo miel, sino las propias abejas, cajas y equipo.

Hasta ahora no han recibido indemnización alguna, algo que lamentablemente tampoco ocurrió en Campeche cuando miles de colmenas murieron el año pasado.

A inicios de 2024, otro episodio en Hopelchén cobró casi 800 colmenas adicionales en la misma zona previamente afectada, demostrando que el problema persiste. “¿Dónde está el gobierno cuando pasan estas cosas?”, cuestiona Gregorio Chan, quien no quiere que la muerte de sus abejas quede impune.

Un llamado urgente para salvar a las abejas

Lo sucedido en Yucatán expone la urgente necesidad de proteger a las abejas, no solo por salvar a un sector productivo emblemático como la apicultura maya, sino por el futuro mismo de nuestra alimentación y ecosistemas.

“La protección de estos insectos no es un tema exclusivo del ámbito rural; afecta a toda la sociedad”, enfatiza la Dra. Yáñez. Sin polinizadores, la producción de alimentos disminuirá drásticamente y todos sufriremos las consecuencias.

Los apicultores y ambientalistas hacen un llamado conjunto a las autoridades de los tres niveles de gobierno: prohibir los plaguicidas más peligrosos para las abejas de una vez por todas, establecer mecanismos efectivos de prevención y respuesta ante intoxicaciones de colmenas, y promover un modelo agrícola que conviva con los polinizadores en lugar de aniquilarlos, Yucatán, cuna de la miel de abeja desde épocas ancestrales, enfrenta hoy una encrucijada.

La muerte masiva de 300 colmenas en Tekax es un triste recordatorio de que el equilibrio entre agricultura y naturaleza se ha roto, recuperarlo exigirá voluntad política, ciencia y compromiso comunitario.

En las manos de todos está evitar que el zumbido de las abejas se apague para siempre, como advierten los apicultores mayas, proteger a las abejas es proteger la vida.

 

Seguiremos informando…

 

 

Con información del Sistema de Noticias CAMBIO 22

Fuentes: Reporte de Prensa Yucatán (K. Cruz, 17/May/2025); Datos de producción miel SADER/Siap; Atlas Nacional de Abejas (INEGI/SADER); Sentencia de Juzgado Federal (nov 2024); Testimonio de L. Yáñez, UASLP; Blog Crisis ambiental (Nexos).

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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