Redacción/CAMBIO 22

José María Morelos, 29 de mayo. – En comunidades rurales como Naranjal, el trabajo infantil aún forma parte de la vida cotidiana, en ocasiones como una práctica educativa y de formación en valores, aunque también puede esconder situaciones de abandono, violencia y explotación.

Manuel May Manzanero, padre de familia originario de esta comunidad, señaló que es importante distinguir entre enseñar el valor del trabajo desde temprana edad y someter a los menores a condiciones que vulneran sus derechos.

“Hay veces que los niños se ven obligados a trabajar porque sufren maltrato por parte de sus padres. Cuando el papá tiene un vicio, antepone eso a su propio hijo, lo abandona, y el niño acaba en la calle, probando cosas malas. Todo eso pasa porque el padre se ha descompuesto”, expresó.

May Manzanero recordó que, en tiempos anteriores, a los niños se les enseñaba desde muy pequeños a trabajar en el campo. “Antes se trabajaba desde niño, pero había respeto, ahora ya no. Eso se ha perdido”, lamentó.

Desde su experiencia, considera que involucrar a los niños en tareas productivas puede ser positivo siempre que no se les obligue ni se ponga en riesgo su integridad. “Es necesario que trabajen, pero no por obligación. Es para enseñarles, para que aprendan un poco y el día que lo necesiten, sepan buscar para sus propios gastos”, añadió.

El caso de esta comunidad pone sobre la mesa la necesidad de abrir un diálogo profundo sobre el trabajo infantil en zonas rurales: cómo preservar los valores comunitarios sin permitir que las condiciones sociales o familiares deriven en formas de explotación que afecten el bienestar de los menores.

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM

 

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