• Tótem, la nueva película de Lila Avilés protagonizada por Montserrat Marañón, Naíma Sentíes, Mateo García Elizondo, Marisol Gasé, Saori Gurza, Teresa Sánchez y Iazua Larios, no solo es un ramalazo de ternura, sino un auténtico milagro del cine mexicano de autor.

 

Redacción/CAMBIO 22

Lo anterior lo sostengo por diversos motivos: su belleza simbólica, su tierno discurso de reconciliación social y su llamado a reconectarnos como parte de un todo más grande. Tras superar el golpe emocional que supuso el visionado del segundo largometraje de Avilés en salas, también me animé a pensar que podía ser interpretada como una suerte de redención de la clase media mexicana. O, mejor dicho, de sus miedos, inseguridades, derrotas morales, sueños incumplidos, victorias silenciosas, conquistas parciales y de su repertorio de gestos, códigos, instintos, supersticiones como mecanismo de supervivencia.

En una entrevista, la realizadora mexicana explicaba que “en Tótem hay una parte muy bella de lo que es México: la comunión, la posibilidad de pedirle todavía a la vecina que te preste unos limones o esa capacidad de ayudar a cualquier persona que ha pasado por un proceso de duelo. Es muy bello que la gente te dé ese apoyo, es bello pensar que en este universo no vamos solos, hay una reciprocidad con la familia, con la vida misma”. Por ello, pensando los tiempos oscuros y apocalípticos que nos acontece como sociedad, me resulta especialmente esperanzador que una película sobre la cotidianidad nos recuerde que la vida se fragua entre un pastel quemado, una alfombra inmaculada, la imperturbabilidad de un gato con nombre de escritor, un baño compartido, la omnipresencia de un abuelo gruñón, la ausencia paternal, epopeyas maternas, falsos delirios fratricidas y, sobre todo, un grito colectivo de rebeldía ante la muerte.

Ante la gesta de Avilés —coronada por sus nominaciones internacionales al Oso de Oro en Berlín, a Mejor Película Extranjera en los Independent Spirit Awards y su posible incursión en los premios Oscar— solo queda convocar, insistir y esperar a que el público responda y justifique su presencia en salas de arte y cines comerciales. Sería una pena que una película mexicana con la factura y la dimensión emocional de Tótem quedara en el recuerdo como un hallazgo de festivales y pasará desapercibida dentro del estrato social que mejor se ve representado en la cinta: la clase media mexicana.

Y, si se me permite, también me adhiero a la campaña para que el número musical protagonizado por Sol y Lucía en la sala familiar, haciendo suya la tragedia de Lucía de Lammermoor, se convierta en una de las escenas más conmovedoras en la historia del cine mexicano.

 

Fuente: La Lista

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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