Redacción/CAMBIO 22

Tayasal, fue la última ciudad maya en ser conquistada por los españoles, y tal acontecimiento ocurrió a fines del siglo XVII, en 1697, avanzada ya la época colonial, más de siglo y medio después que fue fundada Mérida.

Esa antigua ciudad maya, hoy Ciudad Flores, localizada en medio del Lago Petén, Guatemala, había sido el reducto de los Itzaes, provenientes de la península de Yucatán, en el  siglo XII según señalan algunos autores.

Sylvanus G. Morley, en su libro “La civilización maya”, señala que en 1525, Hernán Cortés entró en contacto con los Itzaes durante su fallido viaje a las Hibueras. El cacique acudió al encuentro del conquistador en las márgenes del lago. Ahí Cortés ordenó que los sacerdotes católicos que iban en su ejército, oficiaran una misa. La ceremonia impresionó grandemente al dirigente maya Can Ek que prometió destruir sus ídolos y sustituirlos con el culto a la cruz.

El jefe indígena invitó a Cortés a visitar Tayasal, y éste aceptó la invitación. Viajó a la isla con 20 soldados. Cortés dejó ahí un caballo enfermó que los mayas adoraron después, cuando el animal murió los Itzaes hicieron una estatua del equino y la adoraron, convirtiéndola en una nueva deidad de ellos.

Casi cien años después, iniciado ya el siglo XVII, en 1618, dos franciscanos visitaron Tayasal con el fin de evangelizar a esos mayas. El jefe indígena, llamado también Can Ek los recibió pero se negó a que los Itzaes se convirtieran al cristianismo, argumentando que de acuerdo a sus profecías, aún no había llegado el tiempo para que cambiaran sus ideas religiosas, y aceptaran la nueva fe.

Los misioneros recorrieron la ciudad y cuando llegaron al adoratorio donde estaba la escultura del caballo, uno de los religiosos, Juan de Orbita, la rompió con una piedra. Los Itzaes enfurecieron e intentaron matar a los evangelizadores, pero el otro, Bartolomé de Fuensalida que hablaba el maya a la perfección, les habló en su idioma y predicó con tal vehemencia que la multitud se apaciguó y salvaron así su vida. Días después, cuando los franciscanos comprobaron que no podrían evangelizar en ese lugar decidieron retirarse.

En los últimos años de esa centuria, en 1695, una embajada de los Itzaes en la que estaba el sobrino de ese gobernante maya, llamado igualmente Can Ek, acudió a Mérida, y se presentó al gobernador en aquel entonces, Martín de Urzúa y Arismendi, en son de paz con la intención de rendirse y aceptar el cristianismo, situación que fue aceptada por el gobernador Urzúa.

Las acciones para tal  efecto comenzaron de inmediato y principios del año siguiente, 1696, un contingente de soldados españoles, soldados indígenas, religiosos y sirvientes, llegaron a las orillas del lago Petén fueron recibidos hostilmente por los Itzaes, unos dos mil que llegaron en canoas. Los mayas capturaron a varios soldados indígenas amigos de los españoles, así como a algunos religiosos.

Ante tales hechos y luego de intentar contraatacar, los españoles decidieron retirarse debido principalmente a la superioridad numérica maya. El resto de ese año y principios del siguiente, 1697, las fuerzas españolas decidieron reorganizar y elaborar un plan de ataque que incluyó la construcción de una galeota para surcar el lago rumbo a Tayasal.

El citado arqueólogo Morley indica que, al amanecer del 13 de marzo de 1697 la nave española cruzaba el lago en dirección a la ciudad maya, pronto fueron rodeados por canoas llenas de guerreros indígenas quienes gritaban y amenazaban  con sus armas.

El capitán Urzúa dio orden a los soldados españoles de no responder a la agresión y no disparar sus armas, pero la ofensiva verbal y física por momentos de los mayas, al disparar cientos de flechas a los conquistadores que no respondían el  ataque, fue aumentando cada vez más, mientras la galeota avanzaba, de tal manera que uno de los soldados españoles no resistió más la presión y disparó su arcabuz.

Esto dio motivo para que los demás conquistadores dispararan todas sus armas, menos la artillería, por órdenes del capitán Urzúa, dando comienzo así la batalla. Los españoles saltaron al agua antes que la nave alcanzara tierra, disparando y atacando. Los mayas sorprendidos ante tal ofensiva emprendieron la fuga. El referido investigador Morley apunta con base en las crónicas que el lago estaba tan llena de gente en ese momento que era imposible nadar, por lo que muchos mayas debieron perecer ahogados. Por parte de los españoles sólo hubo dos heridos según las crónicas.

De ese modo a fines del siglo XVII, 1697, cayó la última ciudad maya ante el avance de los conquistadores españoles. El nombre de los gobernantes de este último reducto indígena, Can Ek, fue retomado 64 años después, en 1671, por el rebelde maya de Yucatán, Jacinto Uc de los Santos, llamándose Jacinto Canek.

 

Fuente Indalecio Cardeña Cárdenas

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