Supremacía, Fin de la Historia y la Era más Feliz de México
2 Nov. 2024
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La Supremacía es Absoluta y Efímera a la Vez
José Reyes Doria | @jos_redo/CAMBIO 22
1.- LA SUPREMACÍA ES ABSOLUTA Y EFÍMERA A LA VEZ.
El coordinador de la bancada de Morena en San Lázaro lo dijo claramente: si la oposición conservadora quiere revertir las reformas constitucionales de la 4T, tiene que ganar la mayoría calificada en el Congreso, pero es casi imposible que el pueblo apoye al PRIAN en los próximos años. El amplio dominio político del régimen obradorista-claudista-morenista es tan arrollador, que puede reformar la Constitución en menos de 24 horas, cumpliendo vertiginosamente las fases del Constituyente Permanente: respecto a la reforma de supremacía constitucional, aprobación en la Cámara de Diputados (ya había sido aprobada en el Senado), aprobación en más de 16 congresos locales, declaratoria en ambas Cámaras del Congreso y publicación en el Diario Oficial de la Federación.
Tal despliegue de poder tiene distintos objetivos. En lo táctico, se trataba de desarmar a la Corte, que programó para el próximo martes la sesión en la cual, muy probablemente, invalidaría buena parte de la reforma al Poder Judicial. Con la reforma de supremacía constitucional, en la cual se establecieron efectos retroactivos, la Corte ya no está facultada para invalidar ninguna reforma constitucional. En lo político, ese despliegue de poder busca fortalecer la unidad y la disciplina en torno a los ejes estratégicos del régimen, al mismo tiempo que se van aceitando y afinando los resortes del ejercicio de la mayoría calificada en el Congreso y el dominio de 24 gubernaturas y congresos locales.

Pero el mensaje más profundo de la reforma al Poder Judicial y la reforma de la supremacía constitucional, es precisamente el manifiesto de poder político irresistible e incuestionable del régimen. Ante las resistencias naturales que conlleva un proceso de cambio de ese calado, la 4T afirma, con el lenguaje de las reformas constitucionales relámpago, que las oposiciones no tienen poder ni capacidad para frenar el cambio. Es un mensaje de poder, de expresión y ejercicio de una hegemonía que buscan consolidar con una relato político-ideológico que erige al grupo gobernante como absolutamente poderoso y como único representante legítimo del pueblo; este mensaje se redondea con el despliegue de capacidad transformadora vertiginosa.
Es aquí donde puede observarse que la supremacía constitucional que se estableció en la Carta Magna, es en gran medida, también una acción simbólica de afirmación de la supremacía política de la 4T, o más bien dicho, del heterodoxo grupo gobernante del obradorismo-claudismo-morenismo. El mensaje es claro, en el sentido de que el enorme poder político se va a ejercer sin cortapisas, y que nadie le va a disputar u obstaculizar al régimen el derecho a realizar los cambios que decida. La narrativa es muy potente todavía, al grado que la oposición partidista la cree y la interioriza, mientras que la oposición social no encuentra la forma de articular los descontentos existentes en diversos sectores, ni atina a delinear un discurso crítico efectivo.
Sin embargo, cuando se alcanza el punto más alto de la supremacía, el momento de mayor poder político, la historia ha mostrado que justo en ese punto empieza el declive, porque la ebullición de intereses, ambiciones y poderes que subyacen en un país tan grande y diverso como México, no puede ser contenida ni condicionada eternamente en las formas políticas dominantes. En otras palabras, si no se abre el juego político, la participación, la distribución de poder, de recursos, de reconocimientos, las hegemonías comienzan a deteriorarse, como ocurrió con el régimen priista en los años ochentas y noventas, cuando hizo crisis esa dominación basada, entre otros factores, en la exclusión de las demás expresiones políticas y sociales.
2.- ¿ES LA 4T EL FIN DE LA HISTORIA DE MÉXICO?
El grupo gobernante hace una exaltación superlativa del masivo respaldo popular del que gozan, resaltando que la presidenta Claudia Sheinbaum ganó con el 60 por ciento de los votos, y que cuentan con mayoría aplastante en el Congreso y en las gubernaturas. Como han dicho algunos de los más conspicuos personajes de la 4T, consideran que el pueblo jamás le volverá a dar su respaldo al PRIAN, pues con esa oposición regresaría el régimen de corrupción, privilegios, exclusión, oligárquico y criminal. Retomando una idea de Juárez, afirman que el triunfo de la reacción es moralmente imposible; y en consonancia con diversos periodistas e intelectuales, agregan que el regreso del PRIAN al poder no solo es imposible en lo moral, sino también en lo político y en los histórico.
Esto recuerda, más o menos, la idea de Hegel, de que el Estado burgués absoluto, estamental, era la cúspide de la realización del espíritu. Después de eso, no había más en el devenir histórico. O a Francis Fukuyama, quien luego de la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética, proclamó el fin de la historia, afirmando que la democracia liberal estadounidense era la forma de gobierno, de estado, de sociedad y de cultura definitiva.
Realmente han dicho eso algunos de las más entusiastas ideólogos y propagandistas de la 4T. Algún periodista por ahí afirmó estos días que el destino manifiesto era: AMLO-Claudia o el abismo, retomando una postura del gran Carlos Fuentes en el sexenio de Luis Echeverría que ensalzaba a ese presidente. Lo cierto es que la narrativa de AMLO, secundada en buena medida por la Presidenta, tiene la característica de sur sumamente ambiciosa, con pretensiones expresas de trascendencia histórica. Han tenido éxito en el sentido de que hasta los más recalcitrantes opositores se refieren al régimen como la Cuarta Transformación. Pero incluso en el terreno discursivo se presentan problemas de definiciones y contenidos cuando se cuestiona qué es la 4T, en qué consiste; las respuestas a esta pregunta son muy diversas de acuerdo con el personaje del oficialismo que las responda, el espectro de concepciones va de un Fisgón o un Epigmenio, hasta un Alejandro Murat o un Eruviel Ávila notables gobernadores priistas que hoy abrazan y nutren a la 4T.
Entonces, si la narrativa tiene un contenido difuso, y si la obra político-histórica de la 4T está en proceso de construcción, es poco probable que el régimen que la encarna constituya la estación de llegada de la historia de México. Porque otros regímenes más asentados como el priato, el porfiriato o el juarismo, en su momento tronaron como chinampinas. Lo más sensato es esperar un poco más.

3.- ¿ES LA 4T LA ERA MÁS FELIZ DE LA HISTORIA DE MÉXICO?
AMLO lo dijo innumerables ocasiones: nunca había estado tan feliz el pueblo de México como en la 4T. Esta idea no tiene que ver con el fin de la historia nacional, sino con el grado de felicidad del pueblo y el país.
En los años ochentas ocurrió un magnífico debate entre Mario Vargas Llosa y Octavio Paz en la televisión cultural española sobre ese tema: cuál ha sido la época más feliz de la historia de la humanidad. Vargas Llosa, en un intenso estado de exaltación, argumentó que esa época era la actual, porque desde la Segunda Guerra Mundial, se había extendido la democracia liberal, el Estado de Bienestar, las libertades, la prosperidad, etcétera. Octavio Paz le dio una zarandeada monumental: señaló primero que esa supuesta bonanza de las democracias liberales occidentales aportaba beneficios solo para una parte ínfima de la humanidad, pues la inmensa mayoría de ésta vivía en la pobreza, la marginación, la explotación y la dominación de las grandes potencias.
Paz dijo también que incluso en esos países de Europa y en Estados Unidos, la supuesta prosperidad material era desigual y, sobre todo, que esa bonanza no era equivalente a la felicidad, pues existían diversos indicios de profundos cuestionamientos y crisis existenciales y culturales en esas metrópolis. Para Paz, la etapa más feliz de la historia de la humanidad fue la de los llamados emperadores buenos de la antigua Roma, el período de Trajano, Adriano y Marco Aurelio, porque estos gobernantes suspendieron la política de guerra y conquista de colonias, permitieron el libre intercambio entre todos los pueblos del Imperio, relajaron los acuerdos de tributación y dieron rienda suelta a un intercambio cultural profundo entre Roma y las naciones del Imperio.

Por eso, dijo Paz, hasta la fecha existen innumerables estatuas, monumentos, monedas y escritos de esos emperadores romanos en los países que fueron parte del Imperio Romano.
Entonces, en estos tiempos de la 4T, ¿el pueblo es más feliz que nunca? Imposible saberlo, porque si hay algo que no se puede medir es la felicidad. Más aún: quién sabe si exista tal cosa. Es indudable que la política social de la 4T ha beneficiado a millones y millones de familias desfavorecidas, sectores populares antes ignorados. Pero es evidente que los problemas de inseguridad, violencia, acceso a los servicios de salud, educación, violencia contra las mujeres, en fin, los grandes problemas nacionales, siguen existiendo y preocupando a la gente. Habría que encontrar la manera de documentar si el hecho de recibir dinero en efectivo realmente hace feliz a la gente, o si esos apoyos les recuerdan permanentemente su condición de dependencia de la ayuda del gobierno.
Otro aspecto de esta idea, es que realmente no se han abierto espacios de verdadera participación política, social y comunitaria para el pueblo. Formas de participación directa para decidir políticas que inciden en su entrono inmediato. Más allá de las elecciones y las consultas, la 4T no ha incorporado a las masas a las estructuras de tomas de decisiones públicas como actor determinante. Sabemos que tal cosa solo ocurre en momentos históricos estelares y específicos, como fue el pueblo organizado en la División del Norte de Pancho Villa, o la comuna de Morelos de Zapata. Pero acaso la felicidad del pueblo que decía AMLO que se ha incrementado en la 4T, en caso de existir, esté incompleta si no se distribuye el poder entre la gente, los barrios, las comunidades, las organizaciones.

EPÍLOGO
En todo caso, cabe suponer, es sumamente difícil resistirse a las aspiraciones de gloria y protagonismo histórico. Con una masa de poder político tan apabullante, debe ser tremenda la tentación de verse a sí mismos como principio y fin de la historia. Pero en todo caso es aconsejable la mesura. Es un buen augurio que la Presidenta, al parecer, es menos, pretenciosa en ese terreno que su antecesor. Al parecer.
Fuente: Julio Astillero
OSM/ DSF




















