Sheinbaum Ignorada en el Zócalo: El Poder en Morena Tiene Otro Dueño

• La selfie con “Andy” López Beltrán desató un mensaje político claro: la presidenta puede tener la banda, pero no el control

Juanjo Sánchez /CAMBIO 22

El Zócalo hervía. No solo por el sol que partía la tierra, sino porque la política en México es una olla de presión sin válvula de escape. Era domingo y el ritual se repetía: masas acarreadas ondeando banderas deshilachadas, funcionarios alineados como fichas de dominó y discursos interminables que solo convencen a los convencidos. En medio de la escena, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo caminaba con paso firme, con esa mezcla de autoridad impostada y vulnerabilidad mal disimulada. Pero entonces pasó lo impensable, lo imperdonable: nadie la peló.

A unos metros, Adán Augusto López Hernández, Ricardo Monreal A., Manuel Velasco Coello, Luisa María Alcalde Luján y, al centro de todo, Andrés Manuel López Beltrán -alias , alias “el heredero”, alias “el hijo del mesías”– se tomaban una selfie. Ajá, una maldita selfie. Y no, no fue un descuido. En política, las omisiones pesan tanto como las acciones. Mientras #Sheinbaum avanzaba, ellos jugaban a la postal del futuro. Ella sola, ellos juntos. Ella con la banda presidencial, ellos con el verdadero poder.

El video se viralizó en minutos, porque en política el desprecio es un arte que siempre encuentra audiencia. La presidenta pasó de largo, con la frialdad de quien entendió el mensaje al primer golpe: aquí nadie te espera, aquí nadie te respeta. Intentaron corregir, claro. Extendieron las manos, sonrieron de más, quisieron simular que no la habían ignorado. Pero Sheinbaum no cayó en la trampa y siguió su camino sin detenerse. Un desplante de regreso para disfrazar la humillación original. Y como ya saben #MiPechoNoEsBodega y en estas líneas #TeLoCuento

Luego vino la farsa de las disculpas. Adán Augusto, ese operador infalible de AMLO, publicó un mensaje tan torpe como predecible: “Presidenta Claudia Sheinbaum, le ofrezco una disculpa, en la emoción del momento nunca escuchamos que usted ya estaba en el corazón de la Patria.” Ah, claro. En la emoción del momento se te olvidó quién es la jefa del Estado Mexicano. En la emoción del momento preferiste apapachar al hijo del jefe en retiro. En la emoción del momento demostraste lo que ya sabíamos: que la lealtad en Morena se hereda, no se transfiere.

Manuel Velasco no quiso quedarse atrás y también se sacó de la manga una disculpa genérica: “Le ofrecemos una disculpa a nuestra presidenta, ya que en la emoción del evento no escuchamos cuando llegó y pasó junto a nosotros.” Ajá. O sea que no es que no la vieran, es que no la escucharon. Porque en el México de la política, la ceguera es voluntaria y la sordera, selectiva.

Luisa María Alcalde, en su papel de presidenta de Morena, también se aventó una joya de justificación: “Un descuido en el protocolo no disminuye ni opaca el cariño que el pueblo expresó hoy en el Zócalo.” ¡Falso!. El cariño del pueblo no está en duda, el respeto de los suyos, sí. Porque a Sheinbaum le pueden gritar “¡Presidenta!” mil veces desde la plaza, pero si su propio partido la deja sola en el templete, el mensaje es otro, y se entendió muy clarito.

Monreal, siempre diplomático, trató de cerrar el tema: “No advertimos que la presidenta Sheinbaum pasaba en ese momento por donde estábamos.” No, no lo advirtieron. Porque no les importa. Porque en el ajedrez del poder, ella no es la “Dama” es una ficha circunstancial y Andy es el rey fuera del tablero.

El único que no se disculpó fue Andy, porque no tenía por qué. Él no le responde a Sheinbaum. Ella le responde a él.

Y es que la fotografía fue mucho más que un desaire. Fue la prueba gráfica de lo que ya se venía diciendo en voz baja: Sheinbaum no gobierna, administra la herencia de AMLO.

Le impusieron un gabinete en el que 27 posiciones clave fueron ocupadas por incondicionales del expresidente, mientras que ella solo logró colocar a 17. Le obligaron a tragar sapos como la ratificación de Rosario Piedra en la CNDH, aunque nadie en su sano juicio la quería ahí. Le bloquearon su iniciativa contra el nepotismo, porque el #PartidoVerde y Manuel Velasco no permitirían nada que le pusiera obstáculos al camino de Andy en el 2030. Cada vez que Sheinbaum intenta mover una pieza, la mano desde Palenque la detiene.

Y en este contexto de sumisión, la verbena en el Zócalo no solo sirvió para evidenciar su soledad política, sino también para darle un besamanos adelantado a Donald Trump. La presidenta celebró con fuegos artificiales la supuesta victoria sobre los aranceles, pero la realidad es que México sigue con la soga al cuello. El pleito no ha terminado y ella ya está festejando como si hubiera ganado la guerra.

Porque así funciona este gobierno: se aplauden los discursos, no las soluciones. Se organizan mítines para tapar los problemas. Se toman fotos para simular unidad, pero cuando la cámara deja de grabar, la verdad es otra. Y la verdad es que Sheinbaum está sola.

No sola porque el pueblo no la apoye. No sola porque le falten credenciales. Sola porque la maquinaria que se suponía debía respaldarla está trabajando para otro. Sola porque el apellido López sigue pesando más que cualquier investidura. Sola porque la política no se trata de quién tiene el cargo, sino de quién tiene el control.

No fue un descuido. No fue un error. Fue un putazo político en toda regla. Un recordatorio público de que el poder no siempre está donde dice la Constitución, sino donde dictan los apellidos. Que en Morena la lealtad tiene dueño y que Sheinbaum, pese a la banda, no lo es.

Y si alguien aún tiene dudas, solo hace falta ver quién tuvo que disculparse y quién no. Porque el que manda, no pide perdón.

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