•  “En los municipios incluidos en la Caravana de Coca-Cola en 2024, la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad en niñas y niños de 5 a 11 años oscila entre el 34.4 % y el 40.8 %”

 

Alejandro Calvillo/CAMBIO 22

Es 23 de noviembre. Anochece. Sobre el cielo de Monterrey, una imagen inmensa de Santa Claus bebiendo una Coca-Cola se forma con drones. En las calles principales de la ciudad, se lleva a cabo la Caravana Navideña de Coca-Cola con carros alegóricos, camiones decorados, bailarines, disfraces de osos, Santa Claus y duendes. Todo esto viola abiertamente la prohibición de usar personajes atractivos para la infancia en la publicidad de productos no saludables que contengan etiquetado de advertencia. Ahí, a la vista de todos, FEMSA Coca-Cola infringe la ley.

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No es de extrañar. Monterrey es la capital de FEMSA, la mayor embotelladora de Coca-Cola en el mundo. Si pueden usar el cielo de esa ciudad, también pueden influir en instituciones académicas para negar los daños a la salud de sus bebidas, o incluso llevar al presidente municipal, Adrián de la Garza, a encender el árbol de Navidad —adornado con esferas de Coca-Cola— en una plaza pública. Es la coronación de lo que el relator de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, llamó la Coca-Colonización de México.

Todo esto ocurre en el estado de Nuevo León, parte de la región con mayor prevalencia de obesidad infantil en México y en el mundo. En este estado, el 40% de la población infantil presenta síndrome metabólico, de acuerdo con la Dra. Elizabeth Solís Pérez, exdirectora de la Facultad de Salud Pública y Nutrición de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Para comprender el daño de estas bebidas en la población infantil mexicana, debemos considerar que el consumo promedio de bebidas azucaradas en México supera los 400 mililitros por persona al día. Basta con que un niño o niña consuma 355 ml al día —menos del promedio nacional— para aumentar sus posibilidades de volverse obeso en un 60%. Además, consumir una o dos porciones de esta bebida al día incrementa el riesgo de desarrollar diabetes en un 26%.

Frente a este acto publicitario de enormes dimensiones, la Caravana Navideña de Coca-Cola ocupa calles principales, imágenes en el cielo y árboles de Navidad en plazas públicas, todo con el nombre del producto y las imágenes de sus botellas. Nos preguntamos: ¿dónde queda el artículo del Reglamento a la Ley General de Salud en Materia de Publicidad que establece que no se pueden utilizar personajes y otros elementos atractivos para la infancia para publicitar productos que representan un daño a la salud?

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No se trata de una publicidad realizada en lo oscurito. Es un acto publicitario cuyo principal público objetivo es la infancia, y el producto promocionado representa un grave daño a la salud. Este despliegue toma las principales avenidas, plazas e incluso el cielo de la ciudad

¿Y dónde queda el compromiso que tomó la empresa Coca-Cola desde 2008 ante la Organización Mundial de la Salud de no hacer publicidad a menores de 12 años de productos no saludables? ¿Y el que realizó en el mismo sentido en 2010 ante este organismo de Naciones Unidas como parte de la Asociación Internacional de Alimentos y Bebidas?

Utilizar a Santa Claus, el personaje con uno de los simbolismos más profundos para la infancia (amor, armonía, alegría, regalos, festejos, paz), para publicitar un producto que representa un alto riesgo para la salud de niñas y niños habla de una publicidad profundamente predatoria hacia la infancia. Esto se realiza con la complicidad de las autoridades, que no solo lo permiten, sino que también participan en ella.

Esta actividad la lleva a cabo la refresquera en 17 ciudades de la República. En los municipios incluidos en la Caravana de Coca-Cola en 2024, la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad en niñas y niños de 5 a 11 años oscila entre el 34.4 % y el 40.8 %, uno de los niveles más altos de sobrepeso y obesidad infantil en todo el mundo.

La Organización Mundial de la Salud ha recomendado, desde hace 20 años, prohibir la publicidad de alimentos y bebidas no saludables dirigida a la infancia. Ha señalado que esta etapa de la vida es muy vulnerable a la publicidad, la cual se aprovecha de la credulidad e inexperiencia de los menores. Además, indica que una de las estrategias más efectivas es el uso de personajes, buscando que niñas y niños establezcan una relación emocional con el personaje y, por ende, con el producto.

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Fuente: Sin Embargo

redaccion@diariocambio22.mx

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