• Hoy Sandra Cuevas enfrenta una crisis que daña su imagen pública y en caso de ser ciertos los señalamientos, podría terminar en la cárcel en caso de ser cierto su vinculación con grupos criminales y lavado de dinero.

 

 

Guillermo Sesma/ CAMBIO22

Desde el primer día, Sandra Cuevas dejó claro que no llegaba a gobernar la alcaldía Cuauhtémoc de manera convencional. Su toma de protesta, más parecida a una alfombra roja que a un acto institucional, fue el primer síntoma de lo que vendría: una administración centrada en la imagen, la confrontación y el escándalo.

Lo que pudo haber sido una gran oportunidad política terminó convirtiéndose en un experimento fallido de vanidad política. Cuevas no gobernó Cuauhtémoc; la convirtió en un set de televisión. Y como suele ocurrir en el mundo del espectáculo, los fuegos artificiales no duran para siempre. Cuando se disipan, lo que queda es desorden, improvisación y vacío institucional. Desde el inicio, pareció más preocupada por posicionar su imagen que por atender los problemas reales de Cuauhtémoc: inseguridad, movilidad, comercio informal, servicios públicos. Su figura acaparó titulares no por sus políticas, sino por sus desplantes.

Uno de los aspectos más problemáticos y reveladores de su administración fue el uso que dio a las redes sociales. Cuevas convirtió los canales institucionales en vitrinas de autopromoción, donde predominaban sus fotografías posadas, sus frases motivacionales y su retórica de “mujer fuerte”, muy por encima de la información útil para la ciudadanía.

La confusión entre lo público y lo privado fue absoluta. La cuenta oficial de la alcaldía funcionó como un espejo de su cuenta personal: misma estética, mismo tono, misma narrativa egocéntrica. El aparato de comunicación fue cooptado para construir su imagen, no para informar ni rendir cuentas.  En fechas recientes la exalcaldesa cerró sus redes sociales en medio de una supuesta investigación por parte de autoridades estadounidenses que la vincularían con grupos criminales y lavado de dinero. Cree que puede borrar el pasado y las redes sociales con un solo plumazo.

Sandra Cuevas fue la alcaldesa del mal marketing, no de la gestión. Confundió carisma con capacidad, redes sociales con rendición de cuentas, escándalos con liderazgo. Su paso por Cuauhtémoc es una advertencia de lo que ocurre cuando la forma sustituye al fondo, y cuando lo público se trata como si fuera propiedad personal. Fue solo un desfile interminable de egocentrismo, propaganda y superficialidad.

En la alcaldía Cuauhtémoc, gobernó como influencer y se fue como si nada. Pero los archivos borrados, las cuentas sin explicar y los daños institucionales ahí quedan. Si está siendo investigada o no, se sabrá más adelante; si las autoridades mexicanas o estadounidenses tienen pruebas sobre los señalamientos que se le hacen está metida en un problema serio.  De lo que no hay duda es que en esta ocasión el derroche de recursos, su actitud de influencer, el pago de medios de comunicación y la ayuda de Gustavo Adolfo Infante le servirán de poco. Hoy enfrenta una crisis que daña su imagen pública y en caso de ser ciertos los señalamientos, podría terminar en la cárcel.

 

 

 

Fuente: La Silla Rota

redaccion@diariocambio22.mx

LRE/RCM

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