San Juan Bautista, La Versión Masculina de la “Mona Lisa” de Leonardo da Vinci
22 Jun. 2024
Redacción/ CAMBIO 22
Con permiso de La Mona Lisa, San Juan Bautista es uno de los retratos más perfectos de Leonardo da Vinci y de todo el Renacimiento. Igual que la Gioconda, sus misteriosas sonrisa y mirada han dado lugar a múltiples teorías y no pocos expertos opinan que la imagen destila una pasión erótica del autor hacia su joven modelo, cuya identidad continua siendo debatida. El retrato es una verdadera lección del uso del sfumato, difuminando los contornos de la figura hasta vaporizarse con el fondo oscuro de la tabla. Su ejecución supera la fría perfección que buscaban los pintores renacentistas y apunta características de estilos posteriores como el Manierismo o, incluso, el Tenebrismo barroco de Caravaggio.

Historia de una pintura
San Juan Bautista acompañó a Leonardo hasta su muerte en 1519 en su retiro de Clos Lucée, bajo la protección del rey de Francia Francisco I. El maestro florentino conservó tres retratos “perfectísimos”, ejecutados de su propia mano, según un privilegiado testigo que pudo contemplarlos: la virgen y el niño en el regazo de Santa Ana (La Virgen, el Niño y Santa Ana, arriba), un retrato “de cierta dama florentina pintado del natural” que no necesita presentación, y un San Juan Bautista “joven”. Las tres pinturas terminaron en manos del monarca galo, no se sabe si legadas por el propio pintor o compradas. San Juan Bautista, pero, salió de Francia en el siglo XVII, intercambiada por un Retrato de Erasmo de Hans Hoblein y una Sagrada Familia de Tiziano. Afortunadamente para las colecciones francesas, la pintura fue vendida por Carlos I de Inglaterra a un banquero francés y terminó en las colecciones de Mazarino, primer ministro de Luis XIV. Actualmente, cuelga de las paredes del Museo del Louvre, en París, junto a sus otras dos “hermanas”.

Un círculo que se cierra
Este joven Bautista es una de las últimas obras, si no la última, pintura que realizó Leonardo da Vinci. Curiosamente, en la primera gran obra de arte en la que se aprecia su mano aparece el mismo personaje: El bautismo de Cristo (hacia 1475), del florentino Andrea del Verrocchio. El maestro del primer Quatrocento tenía en su taller destacados discípulos como Botticelli o el propio Leonardo, que entonces tenía unos 20 años, y que ejecutó el ángel arrodillado de perfil. La costumbre marcaba que en muchas obras el maestro concebía el cuadro, hacía los primeros esbozos y se encargaba de parte de obra, dejando algunas partes a sus alumnos y haciendo tan solo retoques y correcciones finales. Cuenta la leyenda que al ver el maestro la superioridad de la figura realizada por su discípulo dejó la pintura para siempre.

Predicador anacoreta
Juan el Bautista fue un profeta judío coetáneo de Jesús que predicó la inminencia del Juicio Final y bautizó a los arrepentidos. Es una de las figuras centrales de los evangelios, que lo presentan como primo de Jesús, nacido justo seis meses antes que él, y es por ello que se celebra su onomástica el 24 de Junio. La doctrina cristiana lo trata como un precursor del mesías, que vaticinó su llegada, y su figura ha sido ampliamente tratada en la historia del arte. Normalmente se le representa como un asceta barbudo, desaliñado y medio desnudo cubierto tan solo por unas pieles o una simple túnica, como en este icono del siglo XVI de la Capilla de la Anunciación en la catedral de Moscú. Suele portar un bastón, en referencia a su papel de pastor de hombres, y muchas veces aparece representado junto a él un cordero, al que el santo señala, en referencia a la frase que le atribuyen los evangelios dirigida a Jesucristo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

La luz del mundo
Leonardo da Vinci recogió esta tradición para representar a su santo como un hombre semidesnudo apenas cubierto por una piel moteada echada sobre su brazo izquierdo, mientras sostiene un báculo en forma de cruz. Pero también introdujo elementos innovadores presentando a Juan como un bello joven sonriente con el pelo rizado hasta los hombros y apuntando, no a un cordero que no aparece, sino, directamente al cielo, desde donde parece provenir la luz que lo ilumina que deja el resto de la escena completamente a oscuras. Juan señala “la luz del mundo” que vendrá tras él. La lectura teológica de esta obra sería el papel de intermediario de Juan, que señala la fuente de luz (Dios) al espectador del cuadro (el cristiano), que no puede verla pero que sabe de ella gracias al profeta. Todo lo que está fuera de esa luz (del reino de Dios), son las tinieblas.

Sfumato
El efecto de la luz y las sobras en la obra de Leonardo parece el adelanto de una técnica que tardaría casi 100 años en cristalizar de la mano de Michelangelo Merisi, Caravaggio, el tenebrismo. san Juan Bautista es, tal vez por encima de la Gioconda, la obra en la que Da Vinci muestra mayor dominio del sfumato, la técnica que permite, a través de veladuras de cada vez más tenues degradar el color hasta convertirlo en una completa sombra. Leonardo elimina las líneas negras y esboza los contornos con trazos vagos e imprecisos que aumentan la sensación de lejanía y de profundidad de una obra que en realidad tiene un fondo completamente negro. estos trazos degradados son muy visibles en la mitad derecha del rostro de Juan que parece fundirse con la oscuridad.

El dedo señala el camino
Con el índice de su mano derecha, el santo señala hacia el cielo, el lugar de donde procede la luz, un gesto que refuerza la idea de su papel profético. Este gesto era muy común en las obras de Leonardo da Vinci. Puede observarse en otras obras suyas como La Adoración o La última Cena. De hacho este gesto era muy común entre los artistas florentinos en esa época. Esto y que el protagonista fuera el santo patrón de Florencia ha llevado a algunos expertos a pensar que habría iniciado su obra en su última estancia en esta ciudad, en 1509-1510, antes de partir hacia Roma y, más adelante a Francia.
Fuente: National Geographic
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