• Las personas experimentan síntomas similares a la depresión: tristeza persistente, falta de energía, fatiga, cambios en el apetito y en el sueño.

 

Redacción/CAMBIO 22

La cena de Navidad, en mi experiencia de 21 años de casada y como psicóloga, me atrevería a decir que es una de las cenas familiares que más carga emocional tiene, pero que guarda consigo un deseo profundo de magia y nostalgia. La Navidad, la reunión familiar, los regalos cuidadosamente envueltos, el  brindis lleno de esperanza y las expectativas flotando en el aire. Siempre hay una familia con una  dinámica incómoda, la cuñada que apenas le dirige la palabra a la esposa del hermano, las concuñas que sólo se saludan en eventos de la familia política. El abrazo incómodo, el regalo que se pierde en el olvido del intercambio, el pavo que se seca, el bacalao que le quedaba mejor a mamá, la música que no suena tan navideña. La tía imprudente, el padrastro libidinoso, el primo mayor que le dijo a la prima menor que Santa no existe.

Odiamos y amamos la Navidad, hay algo en esa luz blanca que parpadea, en esa esfera roja que se mueve, en ese olor a pino y en ese consumismo que invade el mundo, que por más que no queramos, la nostalgia nos alcanza. Uno de mis escritores favoritos, Guy De Maupassant, que sí has leído mi libro “Debajo de mi piel”, entenderás que más que un escritor, es como una especie de tío, papá, abuelo literario para mí.

En uno de sus cuentos, “La horla”, Guy De Maupassant se preguntaba: “¿De dónde vienen estas influencias misteriosas que transforman en desánimo nuestra felicidad y en angustia nuestra confianza?”. Esas influencias que nos afectan en la expectativa familiar, social, en la soledad o en la falta de sol. Cierto es que en estas fechas el número de pacientes que llegan a mi consultorio es mucho mayor que en la primavera.

El síndrome SAD (“Seasonal Affective Disorder”) o trastorno afectivo estacional en español, es un tipo de trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por la aparición de síntomas depresivos durante determinadas estaciones del año, generalmente durante el otoño e invierno, cuando hay menos luz solar.

Las personas que sufren de SAD experimentan síntomas similares a la depresión, como tristeza persistente, falta de energía, fatiga, cambios en el apetito y en el sueño, dificultad para concentrarse y pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban. La falta de exposición a la luz solar durante los meses de invierno se cree que es la principal causa del SAD. La luz solar ayuda a regular los niveles de serotonina, una sustancia química en el cerebro que afecta el estado de ánimo. La disminución de la luz solar puede alterar el equilibrio químico del cerebro, lo que lleva a los síntomas depresivos.

Las redes sociales pueden aumentar el síndrome SAD por varios factores principales:

Comparación social: Las redes sociales fomentan la comparación constante con los demás, lo que puede generar sentimientos de insatisfacción y tristeza al ver la aparente felicidad y éxito de los demás.

Aislamiento social: Aunque las redes sociales están diseñadas para conectar a las personas, a veces pueden llevar al aislamiento social. Pasar demasiado tiempo en ellas puede hacer que las personas se sientan solas y distantes de las interacciones sociales reales.

Adicción y falta de sueño: El uso excesivo de las redes sociales puede convertirse en una adicción, lo que puede tener un impacto negativo en el bienestar emocional. Además, pasar largos períodos de tiempo en las redes sociales puede interferir con el sueño, lo que puede contribuir al desarrollo del síndrome SAD.  Lo que ha ayudado a mis pacientes en esta época, a pesar del frío que hace en estos momentos, es sugerirles que den una caminata donde sientan el frío, dejen fluir la tristeza, respiren a todo pulmón y sepan que esto es momentáneo; mañana saldrá el sol y las nubes cambiarán de forma. Bajo un breve paseo, se pueden encontrar otro color de las cosas.

Quiero recordarles que no están solos, que hay una humanidad que comparte, de una u otra forma, la misma nostalgia.

 

Fuente: EL HERALDO

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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