Rescate del Santuario de la Santísima
16 Ene. 2025
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Quintana Roo para principiantes
Jorge González Durán/ CAMBIO 22
Unos días antes de concluir su gestión, en abril de 1987, el gobernador Pedro Joaquín Coldwell presidió la ceremonia del rescate del santuario de la Cruz Parlante, en Carrillo Puerto, que fue iniciativa del entonces alcalde Sebastián Estrella Pool. Tuve el honor de pronunciar las palabras alusivas. Entre mis papeles he rescatado algunos fragmentos de ese texto. Encontré también algunas fotos de esa inauguración, que comparto como testimonio emocional:
A punto de la transmisión del mando político en el Estado, Quintana Roo ofrece un ejemplo de unidad en el vértice de su historia.
Los Quintanarroenses hemos llegado, de los 7 municipios de la costa y de la selva, en esta memorable peregrinación cívica, a levantar la bandera de la memoria histórica, a rescatar el olvido, al encuentro de nuestra raíz primogenia, al santuario de las cruces que la hablaron al pueblo maya, para decir: Esta Tierrra volverá a nacer.
La inauguración de este parque histórico que resalta el entorno del santuario de las cruces parlantes es punto culminante de la obra cultural de Pedro Joaquín Coldwell, y es una perdurable contribución, para afianzar los vínculos de nuestra identidad histórica y de nuestra integración social.
Aquí están las generaciones entreveradas, los hijos viejos y los hijos nuevos de Quintana Roo, forjando y engrosando la noble estirpe que mira al oriente, que camina hacia el horizonte a pasos solidarios y propósitos entrelazados, sin distingos de origen ni de posición de clase.
Esta tarde todos los Quintanarroenses, con la significativa presencia de los tres poderes del estado y de las autoridades de los siete municipios, hemos venido al santuario de las cruces parlantes a decir: “Los mayas, que durante mas de un siglo han resguardado sus tradiciones, que con celo y obstinación han defendido su cultura de intromisiones y agresiones neocolonialistas, ya no harán guardia solos, ante el símbolo de su historia”.
El Estado de Quintana Roo reconoce su origen en la lucha de los mayas para conquistar su autonomía.
Convocados por el espíritu de los hombres que en 1850 construyeron este lugar con su coraje y con su dignidad , un espacio a la utopía, los quintanarroenses nos hemos reunido esta tarde en el punto de donde partieron todos los caminos que conducen al horizonte de la justicia, de la dignidad recobrada, de la tierra reconquistada.
Estamos ante el santuario de la SANTÍSIMA, esa que en noviembre de 1850 hizo oír su voz, a través de Manuel Nahuat, para que en la tierra los hombres supieran que los mayas no estaban derrotados.
Y en este espacio abierto en la espesura, los mayas se congregaron de nuevo . Los grupos de macehuales armados que deambulaban en la selva, reacios a aceptar su fracaso, escucharon el llamado a la lucha. Y la esperanza renació en sus corazones. Y ante sus ojos volvió a tener sentido la vida, y su pasos tuvieron de nuevo firmeza y resonancia en los confines donde el maya sufría esclavitud, miseria, despojo, destrucción cultural.
Y alrededor de este santuario de la Santísima Cruz, los mayas libres, los mayas invictos, fundaron su amada, su entrañable Chan Santa Cruz. Este sitio fue, en América, el último reducto de la libertad y del anhelo de recuperar su tierra y su autonomía.
Noh Kaj Chan Santa Cruz Balam Nah Kampocolché fue el refugio del insomne anhelo maya de liberación.
El 30 de julio de 1847, en Tepich surgió la llama de la rebelión maya. Los ejércitos indignas comandos por Cecilio Chí y Jacinto Pat, en terribles y victoriosas campañas lograron dominar en casi un año las principales ciudades de la península. Los mayas volvieron a ser dueños de la tierra que 300 años antes les habían arrebatados los conquistadores.
La furia del machete y del fusil en manos de los campesinos mayas, transformados en guerreros para sacudirse el yugo de la servidumbre, iluminó la noche donde el odio racista del conquistador había arrinconado a los descendientes de los constructores de Tulum, de Cobá, de Dzoyolá, de Kohunlich, de Uxmal y de Chunyaxché.
Cuando sintamos que el desaliento invade nuestro ánimo, cuando titubeen nuestros pasos, cuando le falten fuerzas a nuestro espíritu, cuando la incertidumbre se apodere de nuestro corazón, acudamos a este santuario del libre, observemos sus piedras próceres, escuchemos la armonía del agua de este manantial subterráneo que nutre caobas, cedros y chico-zapotes. Y recordemos la profecía del Chilám Balám: “No se perderá esta guerra. Porque este pueblo volverá a nacer”.
Aquí se empezó a gestar Quintana Roo. Este santuario simboliza nuestra raíz primigenia. Aquí está nuestra los huesos, la sangre, aquí está la memoria… Hoy, acompañados por el Gobernador Pedro Joaquín Coldwell, por el gobernador electo Miguel Bore Martín, por los siete presidentes municipales a punto de concluir su gestión y por los que próximamente tomaran posesión, por los integrantes de la V legislatura y por los representantes del Poder Judicial, los mayas de Quintana Roo han venidos a decir que aquí no habrá olvido.
Esta tarde los Quintanarroenses hemos llegado a Chan Santa Cruz, de la costa y de la selva a protagonizar una lucha contra el olvido.
Destruida y acosada en muchas ocasiones, Chan Santa Cruz fue levantada siempre de nuevo por los mayas. Esta ciudad madre, como la llamó Luis Rosado Vega, es el símbolo de un pueblo indómito, es la esencia de un pueblo explotado y vilipendiado, pero nunca derrotado.
Los quintanarroenses de hoy, de distintos orígenes, entreveradas las generaciones, hemos venido a este santuario a honrar no sólo al pasado sino a sembrar un compromiso de lucha.
Durante muchos años he recorrido como periodista los caminos de la región que por más de medio siglo fue el dominio de los rebeldes de Chan Santa Cruz.
No olvidan las hazañas de sus héroes ni admiten haber perdido la guerra, cuyo último combate se desarrolló en Dzulá en 1933 bajo la guía de Evaristo Sulub.
En muchos pueblos conversé con ancianos de mirada recelosa, voz entrecortada, y de espaldas dobladas por el tiempo y por las sombras de voces de antiguas profecías.
Escuché sus relatos de dolor y nostalgia. En mi memoria han quedado fragmentadas las voces que en lengua maya me fueron revelando episodios ocultos de una guerra que marcó la historia de la península de Yucatán.
A Chan Santa Cruz se llega por muchos caminos, pero después es difícil escoger uno para regresar al punto de partida. Para los mayas la historia es una cotidiana conversación con el tiempo para otear junto al brocal de un pozo los aromas del porvenir.
AFM/ MA