Redacción/CAMBIO 22

JOSÉ MARÍA MORELOS, 11 de marzo. –  Por más de 20 años, Arturo Gómez Martínez, maestro en Historia y Etnohistoria, ha dedicado su vida a estudiar y preservar los textiles indígenas de México. Hoy, su lucha se centra en devolver a las comunidades mayas de Quintana Roo el conocimiento perdido de sus propios bordados.

“Es muy triste ver cómo en pleno siglo XXI se han perdido muchas de estas técnicas, que durante siglos formaron parte de la vida y la identidad de los pueblos mayas”, expresó conmovido Arturo Gómez, quien además de ser investigador del Museo Nacional de Antropología, trabaja directamente con las comunidades para devolverles saberes que, por discriminación y olvido, han desaparecido. 

Entre las técnicas casi extintas, destaca el Xmanikté, un bordado que se realizaba mediante anudados sobre retículas, con el cual se formaban delicadas flores conocidas como nikte. Esta técnica, que todavía se practicaba en los años setenta y ochenta, se dejó de hacer por completo a inicios del 2000. “Lo que hacemos ahora es enseñar de nuevo a las mujeres a preparar las telas, a anudar las retículas y a formar esos dibujos que sus abuelas bordaban con orgullo”, relata.

Pero no sólo se trata de rescatar una técnica, sino de reconstruir la memoria colectiva y la identidad de estas comunidades. “Antes, las mujeres hilaban su propio algodón y bordaban directamente sobre telas de lino y algodón. Hoy, tristemente, se ha reducido a bordar sobre mallas plásticas, que luego se pegan a las prendas. Nuestra meta es regresar la calidad y la dignidad a estas piezas, que sean bordados limpios, finos, como se hacían antes”, agregó el maestro.

La preocupación de Arturo Gómez va más allá de la técnica: es un llamado urgente a evitar la desaparición de una parte esencial de la cultura maya. “Hoy en día, la indumentaria tradicional como el hipil y el enredo sólo los usan las abuelas, y en algunos casos, los jóvenes durante fiestas o ceremonias. Pero si no se enseña a las nuevas generaciones a bordar su propia ropa, este conocimiento desaparecerá para siempre”, advirtió.

En José María Morelos, la respuesta de las mujeres a estos talleres ha sido alentadora. “Me siento muy contento al ver tantas mujeres interesadas. Eso significa que aún hay esperanza, que quieren rescatar lo que es suyo. Me apena no poder atenderlas a todas al mismo tiempo, porque esto se aprende en pequeños grupos, pero nuestra idea es que cada equipo tenga una líder que aprenda y luego enseñe a las demás. Así lograremos que el conocimiento vuelva a florecer en sus manos”. 

Finalmente, Arturo Gómez aseguró que, aunque su tiempo en la zona maya es limitado, su compromiso es dar seguimiento a este esfuerzo para que las mujeres puedan no sólo aprender, sino también vivir dignamente del arte que sus antepasadas les heredaron. “Cada flor bordada es una historia recuperada, un pedazo de identidad que regresa a casa”.

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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