¿Quién Conquistó a Quién? El Debate Sobre la Conquista de América Según Manuel Lucena Giraldo
16 Jun. 2025
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El historiador español desmonta los mitos fundacionales de las repúblicas latinoamericanas y cuestiona la visión simplista de la conquista
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Miles de indígenas lucharon junto a los españoles y defendieron la monarquía: una historia compleja que sigue marcando a Iberoamérica hoy
Redacción / CAMBIO 22
Durante el siglo XIX, las élites republicanas latinoamericanas construyeron sus mitos fundacionales en oposición a la herencia española. En ese proceso, la leyenda negra del Imperio español fue un recurso útil: les permitió romper con la tradición de la metrópoli, rechazar la figura del conquistador y legitimar un nuevo proyecto político.
Sin embargo, la imagen de un puñado de europeos sometiendo imperios enteros ha simplificado el relato de la conquista. Para el historiador Manuel Lucena Giraldo, esa simplificación impide entender el pasado: ignora que miles de indígenas participaron en la caída de Tenochtitlán, y que muchos defendieron la monarquía española durante las guerras de independencia. Y ese conflicto —entre ruptura e identidad— sigue vivo hoy en Iberoamérica.

Historia National Geographic: ¿Cómo ha influido la leyenda negra del Imperio español en la construcción de las identidades nacionales en América Latina?
Manuel Lucena Giraldo: De forma muy clara. Las élites hispanoamericanas del siglo XIX necesitaban construir una mitología republicana fundacional, y para eso tenían que romper con el pasado. Es como quien se va de casa y justifica su marcha diciendo que allí no tenía libertad, que todo estaba mal. Así se explican muchos de los mitos fundacionales de las repúblicas latinoamericanas, especialmente entre los sectores liberales
Esa narrativa se consolida a comienzos del siglo XX, y el indigenismo surgido tras la Revolución Mexicana de 1910 se apoya justamente en esa idea.
Ahora bien, no debemos olvidar que también existe un conservadurismo latinoamericano, frecuentemente ignorado desde Europa, que reivindica la herencia española, la tradición católica y la idea de una sociedad de orden. Y esa visión sigue viva, sobre todo en lo que hoy podríamos llamar el deseo de institucionalidad, de equilibrio político, que es algo muy relevante en la Iberoamérica actual, de norte a sur.

Historia National Geographic: Hace cuatro años, con motivo del aniversario de la caída de Tenochtitlán, el presidente de México de entonces, López Obrador, exigió una disculpa al rey de España y al papa por los abusos de la conquista. ¿Cómo considera esa petición?
Manuel Lucena Giraldo: Bueno, ahí hay dos cuestiones interesantes. La primera es que el rey Juan Carlos ya expresó en 1992 su pesar por los episodios de violencia ligados a la conquista, como lo han hecho otros líderes europeos respecto a su pasado imperial. La segunda tiene que ver con la arrogancia moral del presente. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los del pasado? ¿En qué nos basamos para creer que somos moralmente superiores?
Y, además, ¿por qué el Estado mexicano no pide perdón por lo ocurrido en los siglos XIX o XX? Porque existe ese viejo mecanismo según el cual se idolatra al indio del pasado —el indígena mitológico, asesinado por los españoles— mientras se ignora o maltrata al indígena vivo del presente.
También hay un dato histórico fundamental:en la toma de Tenochtitlán participaron quizás 60.000 guerreros indígenas aliados contra el poder azteca, y apenas un millar de españoles. ¿Quién conquistó a quién? Este relato de europeos todopoderosos y pueblos pasivos carece de sentido. Respetar el pasado empieza por dejar de simplificarlo.
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Historia National Geographic: ¿Y cómo deberían posicionarse los países europeos que fueron potencias coloniales frente a sus antiguas colonias?
Manuel Lucena Giraldo: Ahí hay que distinguir. No es lo mismo un imperio preindustrial que uno posterior a la revolución industrial. Lo que pudo hacer Bélgica en el Congo, por ejemplo, no tiene comparación con lo que podían hacer portugueses o españoles en Asia en el siglo XVI. La capacidad de control, explotación y transformación del paisaje es radicalmente distinta.
En la primera globalización, los europeos eran solo un actor más. Su éxito llega después, con la revolución industrial. Por eso no hay que perpetuar el mito del superhombre europeo: es un error del siglo XIX, del pensamiento victoriano y del siglo XX.
Y ahora, en el siglo XXI, Europa está volviendo a experimentar sus límites. Como decía mi maestro John Elliott, los imperios dieron a los europeos presencia global, pero también los volvieron arrogantes. Hoy, lo que necesitamos no es más nacionalismo romántico ni debates morales absolutistas entre buenos y malos. Necesitamos comprender esa historia como una historia compleja, llena de contradicciones, y aún en marcha.

Historia National Geographic: ¿Cree que llegará un momento en el que se pueda hablar del Imperio español sin caer ni en nostalgias imperiales ni en condenas absolutas?
Manuel Lucena Giraldo: Estoy convencido de que sí, y además creo que ya estamos en ese camino: el camino de la historiografía seria. Es decir, cuanto mejores sean los historiadores, cuanto más rigurosos sean con las fuentes, con la crítica, con la construcción del relato y con su capacidad de comunicarlo, más espacio ocupará ese revisionismo historiográfico sólido.
Frente a eso, las versiones bienintencionadas pero ficticias de la “leyenda rosa” o los textos negrolegendarios, repetitivos, de cliché, arquetípicos… todo eso acabará teniendo menos peso. Porque el buen lector de historia no busca que le repitan lo que ya sabe, sino que le expliquen el pasado.
Y, por cierto, creo que es importante distinguir entre lo español y lo hispano. Cuando hablamos del Imperio español, en realidad hablamos de una monarquía global, de la primera globalización. La monarquía de los Felipes, española y portuguesa, incluye la historia global de México, de Colombia, de Chile, de Italia si me permites, de Holanda, de Estados Unidos, que también tiene una parte hispana, y, por supuesto, de España.
Es una historia compartida, de una monarquía compuesta, agregada, que va mucho más allá del marco nacional. Por eso, para acercarnos de verdad a esa historia global, no basta con un ajuste nacionalista. Hay que ampliar la escala.
Fuente: National Geographic
KXL/RCM




















