Millones de mexicanos estuvimos en las manos de ese grupo encabezado por Calderón; de un hombre que ni siquiera fue capaz de ganar una elección. En 2006 hubo fraude y el Estado lo impuso y le colocaron la banda presidencial en medio de empujones en una de las escenas más vergonzosas de la política mexicana. Pero además, “la guerra” nunca formó parte de su campaña, fue algo que sacó 10 días después de su toma de protesta. No aguantó las miles de voces que le gritaban “espurio”.
¿Qué se hace con el dolor, el coraje y el enojo que cientos de personas guardan desde esa elección de 2006 y que fue creciendo durante ese largo y cruel sexenio? ¿No merecemos justicia? ¿No merecemos que sea él el que sienta miedo?
Están las víctimas directas que son quienes perdieron a alguien en los enfrentamientos; quienes resultaron heridos en éstos; quienes tuvieron que dejar sus hogares porque la vida se hizo imposible -Ciudad Juárez, Chihuahua el mejor o el más triste ejemplo de ello-; las víctimas de secuestro y quienes no volvieron a saber de su hermana, hija, madre. El negocio del narcotráfico no es únicamente el tráfico y venta de drogas, tiene muchas vertientes que lo hacen un negocio de millones de dólares como el tráfico de migrantes y la trata de mujeres.
Esos y más delitos crecieron en ese sexenio y hoy tenemos la certeza de que hubo servidores públicos que participaron en ello y que quizás se beneficiaron. El daño es inmenso.
Le sumo, o nos sumo, a las víctimas indirectas, que somos millones. Quedamos envueltos en la “narcocultura” y nos metieron en nuestro vocabulario frases como “daño colateral”, “tiro de gracia” y palabras como “levantón”, “encobijado”, “embolsado”, “entambado”…
Nos tocó cambiar de nuestros celulares los contactos guardados como “papá” o “mamá” por un apodo y empezar a aprender técnicas de seguridad. Luego nos tocó salir a marchar bajo la consigna de “No más sangre”.
Con la llegada de Enrique Peña Nieto el 1 de diciembre de 2012, se intentó hacer creer que la guerra había llegado a su fin como si sólo bastara un cambio de administración. Una mentira más, la espiral de violencia no tenía fin ni en el corto ni mediano plazo.
¿Qué se hace con todo esto, con todo lo guardado en estos años? ¿Basta con que se le den 39 años de prisión a uno de los culpables de la guerra?
El expresidente Andrés Manuel López Obrador no se equivocó al mencionar la guerra contra el narcotráfico como contexto de los problemas de violencia. Es algo que no se debe olvidar y quien no lo vivió debe saber que de ahí venimos.
El problema con esa posición surge cuando se habla con nombre y apellido de la responsabilidad de Calderón en la guerra pero que se queda todo como una anécdota recurrente. ¿Realmente es sólo eso? La historia y lo vivido nos obliga a decir que no, que la guerra no merece ser un simple capítulo gris y sangriento del que se habla cada que es necesario.
Con la posición de la Presidenta Claudia Sheinbaum la sensación que queda es de abandono y mucha desolación. Señaló en su conferencia del pasado jueves que juzgar a alguien es responsabilidad de la Fiscalía General y sí, tiene razón en ello, pero nos pone en manos de la inoperancia. Así como nadie espera nada del Poder Judicial, nadie espera algo de Alejandro Gertz Manero.
Porque hay que ser claros, ante quienes dicen que no se puede juzgar a Calderón porque “el Poder Judicial es corrupto”, se le escapa que el paso previo es en una Fiscalía.
Entonces no tenemos ni fiscalía, ni jueces. Los implicados ahí están. Unos lavándose las manos y otros dándose el lujo de ni siquiera dar explicaciones.
Se habla de una Comisión de la Verdad pero ¿cuándo llegaría? Apenas este año se publicó el Informe de la Comisión de la Verdad sobre las violaciones graves a los derechos humanos cometidas en los años de 1965 a 1990.
Algunos de los hechos que se analizaron ocurrieron hace más de 60 años y el informe quedó registrado en pocos medios de comunicación y envuelto en polémicas entre los investigadores que participaron en el estudio. ¿Eso es a lo que podemos aspirar?
Sé que México está muy lejos de lograr la premisa de que la justicia debe ser pronta y expedita pero el dolor y enojo de millones sí se pueden convertir en una exigencia que nos lleve a actos reales y contundentes.
¿Qué hacer con Calderón? ¿Lo seguiremos leyendo en Twitter dando consejos de seguridad y buen gobierno? ¿Seguirá participando con la ultraderecha española en conferencias? Con el paso de los años, mencionar la guerra contra el narcotráfico en las mañaneras perderá poco a poco su fuerza y me temo, podría convertirse en muletilla.
Estamos en la posición que más le conviene a él. Está cómodo en España, logró colocar a Margarita Zavala como diputada, su hijo pronto estará de lleno en la política. Es más, puede aspirar, otra vez, a crear un partido político. ¿Cuándo le tocará perder a él? ¿Cuándo el miedo cambiará de bando?
Hay ciudades que aún no se levantan de lo ocurrido en la guerra, hay familias destrozadas y millones con un deseo de justicia encerrado desde hace años. Nos merecemos esa esperanza luego de ser reducidos a simples espectadores de una sentencia en Estados Unidos. Sí, como si se tratara de una película gringa.