• Productores cosechan arriba de 50 toneladas de hortalizas por hectárea en una tierra que naturalmente era infertil

 

Redacción / CAMBIO 22

En la localidad 20 de Noviembre, perteneciente al municipio de Emiliano Zapata y ubicada a solo 40 minutos de la capital chiapaneca, un grupo de productores agrícolas ha logrado lo que para muchos parecía improbable: mantener la mayor producción de hortalizas en la región, pese a enfrentar fuertes condiciones de sequía y eventos climáticos extremos.

Se trata de la organización de agricultores liderada por Erick Darío Vleeschower Cruz, responsable del centro de producción Vivlesch (Viveros Vleeschower de Chiapas). La comunidad, integrada por alrededor de 60 productores organizados, cultiva chile habanero, sandía, melón y jitomate, entre otros, con rendimientos que alcanzan hasta 50 toneladas por hectárea en chile habanero y 60 toneladas por hectárea en sandía, bajo condiciones favorables.

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“Aquí estamos en un cultivo de chile habanero, pero está atrofiado por las condiciones climáticas. Al inicio de la temporada de lluvias cayó una granizada intensa que dañó cultivos de sandía y melón que estaban por cosecharse”, explicó el productor.

Uno de los factores principales para la producción de hortalizas es el agua. Aunque la localidad carece de lluvias frecuentes, los productores han aprovechado arroyos para el riego. Sin embargo, este recurso solo abastece a algunos, por lo que el uso de agua rodada puede resultar insuficiente durante la temporada de estiaje.

“El agua es uno de los factores limitantes para la producción de hortalizas. Suministramos agua de estos arroyos, utilizando equipos de bombeo a diésel y riego rodado, pero en esta zona seca, durante el estiaje, el abastecimiento es complicado”, señaló el productor.

El calendario agrícola está bien definido: de agosto a diciembre se siembran jitomates rojos y de abril a septiembre, chiles habaneros y criollos, conocidos regionalmente como “timpinchile“, una variedad que se seca y conserva de manera tradicional.

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En condiciones ideales, el cultivo de chile habanero puede alcanzar hasta 50 toneladas por hectárea. En la parcela actual, de casi media hectárea (4,000 m²), esperan obtener entre 35 y 40 toneladas.

Para la sandía, cuyo ciclo de siembra inició el 1 de enero, los rendimientos oscilan entre 15 y 60 toneladas por hectárea, dependiendo del híbrido utilizado. “Estamos sacando de 15 a 60 toneladas por hectárea. Usamos materiales de alto rendimiento”, apuntó Vleeschower.

Alto inversión genera productiva inversión

La producción de hortalizas requiere inversiones significativas. Para una hectárea de chile habanero, el costo oscila entre 400 mil y 500 mil pesos, debido a mano de obra, jornales e insumos. “Un cuarto de hectárea requiere entre 160 y 180 mil pesos de inversión”, detalló.

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El clima es determinante para el éxito de los cultivos. Las sandías y melones necesitan temperaturas superiores a 35°C. Los chiles habaneros toleran de 18°C a 40°C, mientras que el jitomate rojo requiere temperaturas entre 18°C y 28°C. “Por eso el jitomate rojo se siembra entre agosto y septiembre, cuando las temperaturas son más bajas”, explicó.

En el vivero Vivlesch se practica una agricultura semi-convencional. El 80% de las técnicas empleadas son químicas, pero el 20% se basa en prácticas agroecológicas, como la elaboración de microorganismos benéficos. “Estos organismos vivos controlan plagas, ayudan a bajar costos y mejoran la salud del suelo y las plantas”, afirmó Vleeschower.

La aplicación de estas técnicas también reduce los riesgos para la salud humana. “Queremos entregar al consumidor frutas y verduras de mejor calidad y con menos contaminantes”, agregó.

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Riesgos fitosanitarios

Entre los principales riesgos fitosanitarios destaca la mosca blanca, un insecto que transmite virus que impiden la floración y desarrollo de la planta. “No es tanto el daño mecánico, sino que transmite enfermedades que afectan la formación de la planta”, señaló el productor.

También mencionó enfermedades como los chamuscos y diversas virosis que afectan los cultivos según las condiciones ambientales.

La mayor parte de la producción se comercializa en la Central de Abasto de Tuxtla Gutiérrez. En temporadas específicas, como la del jitomate rojo, se distribuye a Villahermosa. Sin embargo, la comunidad enfrenta problemas estructurales como la dependencia de coyotes e intermediarios, y la vulnerabilidad frente al mercado nacional.

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“Dependemos totalmente de los mercados locales. Si en Sinaloa cierran la exportación, inundan el centro del país y bajan los precios en el sureste”, explicó Vleeschower.

A pesar de ello, a nivel local se fomenta el consumo directo del productor al consumidor final, aunque solo unos pocos productores han adoptado esta metodología agroecológica. “De los 60 productores que atendemos, solo entre 2 y 4 han adoptado esta técnica. Aún falta conciencia entre los campesinos”, concluyó.

Con todas las adversidades, la comunidad de 20 de Noviembre demuestra que es posible sostener una agricultura rentable, responsable y resiliente, incluso en escenarios de sequía y crisis climática.

 

 

 

Fuente: El Heraldo de Chiapas

redaccion@diariocambio22.mx

KXL/RCM

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