Redacción/CAMBIO 22

JOSÉ MARÍA MORELOS, 31 de octubre. –   En la comunidad rural de Cafetalito, en JMM, la llegada del Hanal Pixán, o “comida de las almas,” significa más que una festividad: es un acto de amor y respeto hacia los ancestros. Las familias, unidas por tradiciones profundamente arraigadas, comienzan los preparativos días antes del Día de los Fieles Difuntos con una limpieza general. La casa, el patio, los trastes y la ropa se lavan y ordenan con esmero, pues se cree que los difuntos volverán a visitar el mundo de los vivos, y es esencial recibirlos en un espacio digno.

Doña Ana María Puch Aké, habitante de Cafetalito, comenta con nostalgia cómo esta tradición sigue viva en su familia: “Si no limpiamos bien, se dice que los difuntos se encargarán de hacerlo ellos mismos; así nos enseñaron nuestros abuelos”. La motivación por preparar cada rincón también lleva a chapear los patios, barrer las veredas y calear las albarradas, para que el encuentro con los seres queridos que ya partieron sea un momento hermoso y lleno de paz.

El Hanal Pixán comienza oficialmente el 31 de octubre, pero los rezos se llevan a cabo el 1 y 2 de noviembre, días en los que los altares se llenan de ofrendas como pibes, tamales, frutas, y bebidas tradicionales, que son colocados con amor y devoción en mesas adornadas con velas, flores como el X’ tez y fotografías de los difuntos.

Finalmente, el 31 de noviembre se realiza el “Bix,” la despedida, cuando las familias agradecen a los difuntos por su visita y les envían de vuelta al descanso eterno, con la esperanza de que regresarán el próximo año. Para los habitantes de Cafetalito, esta festividad es más que una tradición; es la reafirmación de su identidad y un lazo irrompible con quienes ya no están, pero que en cada Hanal Pixán vuelven a estar cerca, entre risas, recuerdos y una fe que perdura generación tras generación.

 

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