Redacción/CAMBIO 22

Algunos ratones son más propensos a correr en una rueda de ejercicio que sus congéneres menos activos. Según un estudio reciente, estos ratones tienen microbios en el intestino que envían señales al cerebro para estimular su deseo de hacer ejercicio. ¿Podría ocurrir lo mismo con los humanos?

Hace tiempo que se sabe que el ejercicio regular es bueno para la salud y disminuye el riesgo de muchas enfermedades.

Sin embargo, más del 80% de los adultos no llega a los 150 minutos semanales recomendados, a pesar de que la falta de actividad física causa entre el 6% y el 10% de las muertes prematuras, cardiopatías coronarias, diabetes tipo 2, cáncer de mama y cáncer de colon a nivel mundial. De hecho, se calcula que el sedentarismo es la cuarta causa de muerte en el mundo.

Pero no se conocen bien los factores que motivan a unos a hacer más ejercicio que a otros. El ejercicio afecta al microbioma intestinal, pero no está claro cómo el microbioma afecta directamente a la conducta de ejercicio. Ha habido indicios de que ambos están vinculados.

Un estudio publicado en 2019 descubrió que después de correr la maratón de Boston, los corredores tenían más cantidad de una especie bacteriana en particular en sus heces que los voluntarios sedentarios; estos microbios podrían desencadenar un mejor rendimiento atlético cuando se trasplantan a ratones.

Sobre la base de estos estudios, una nueva investigación publicada en la revista Nature muestra que, al menos en ratones, algunas especies de bacterias intestinales pueden impulsar la producción de dopamina, el neurotransmisor del bienestar, para recompensar el ejercicio durante más tiempo.

El gran aumento de dopamina es solo uno de los muchos cambios neuroquímicos que se producen tanto en el cerebro humano como en el de los ratones después del ejercicio.

“El estudio demuestra de forma bastante concluyente que, en los ratones, el deseo de hacer ejercicio está influido por el microbioma”, afirma Anthony Komaroff, profesor de medicina de la Facultad de Medicina de Harvard (Estados Unidos). “[Este estudio] proporciona una explicación mecanicista de cómo el microbioma podría influir en el apetito de los animales por hacer ejercicio”.

¿Por qué la gente no quiere hacer ejercicio?

Christoph Thaiss, microbiólogo de la Universidad de Pensilvania, que dirigió el nuevo estudio, quería saber qué impide que la mayoría de la gente quiera hacer ejercicio. Como no es fácil hacer experimentos en humanos, su equipo reunió ocho tipos de ratones genéticamente diversos.

“Estudiamos ratones de forma muy imparcial, porque hay mucha variabilidad natural entre la cantidad de ejercicio que hacen los ratones”, señala Thaiss.

Parte de esta variabilidad en la motivación o capacidad para hacer ejercicio intenso está relacionada con la genética. Por ejemplo, Theodore Garland Jr., biólogo evolutivo de la Universidad de California Irvine, quería entender cómo evolucionan los rasgos complejos (como correr maratones) en múltiples niveles de organización, desde el comportamiento hasta el ADN.

En un experimento iniciado en 1993, se demostró que una cepa de ratones supercorredores (criados durante más de 100 generaciones) había desarrollado cambios específicos en su ADN y corría tres veces más que la media. Estos ratones también tienen microbiomas diferentes a los de sus homólogos menos activos.

Para comprobar si la eliminación del microbioma intestinal afectaría a la motivación para hacer ejercicio, Garland administró antibióticos a los ratones atléticos. Esto redujo drástica e irreversiblemente el comportamiento de ejercicio voluntario de los supercorredores.

Los ratones con las bacterias intestinales mermadas corrían un 21% menos cada día, aunque seguían comiendo bien y no se veían afectados en ningún otro aspecto.

“El microbioma intestinal es obviamente uno de los factores que pueden influir en la capacidad para correr y hacer ejercicio”, explica Garland, pero su estudio no ahonda sobre cómo las bacterias intestinales pueden afectar a la motivación para la actividad física.

La conexión entre el intestino y el cerebro

El nuevo estudio de Thaiss en Nature exploró la conexión entre el intestino y el cerebro de los ratones. El equipo de Thaiss midió cuánto tiempo 199 ratones no entrenados correrían voluntariamente sobre ruedas de ejercicio y cuánto tiempo podían mantener una velocidad determinada.

Al no saber qué factores concretos podían explicar su deseo de hacer ejercicio, los científicos también recopilaron otros 10 500 datos, como las secuencias genómicas completas de los 199 ratones, las especies bacterianas intestinales y los metabolitos presentes en el torrente sanguíneo de cada ratón. En total, se obtuvieron casi 2.1 millones de datos.

Moléculas que motivan a los ratones a moverse

Los investigadores rastrearon el efecto estimulante del ejercicio hasta unas pequeñas moléculas llamadas metabolitos producidas por estas bacterias intestinales específicas.

Una clase de metabolitos específicos conocidos como amidas de ácidos grasos estimuló los nervios sensoriales incrustados en las paredes del intestino, que están conectados al cerebro a través de la columna vertebral.

 

 

Fuente:National Geographic
redaccionqroo@diariocambio22.mx
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