• Nuevas Investigaciones Sugieren que la Comunicación con Estos Cetáceos Podría Ser Posible

 

Redacción / CAMBIO 22

Las ballenas jorobadas son misticetos, unos cetáceos caracterizados por la ausencia de dientes. Los científicos han descubierto que los cetáceos cuentan con sistemas de comunicación casi tan sofisticados como los humanos.

La clave: la comunicación entre especies 

La comunicación, e incluso colaboración, entre animales muy distintas no es nada nuevo. En la naturaleza existen numerosos ejemplos de relaciones mutualistas entre especies de muy distinta índole. La simbiosis entre las anémonas y los peces payasos es un buen ejemplo de ello. Se trata de una característica denominada ‘mutualismo animal’, que sucede cuando dos organismos distintos se unen para salir beneficiados, como sucede con el citado pez payaso, o con el pez gobio y el camarón pistola, cuya interacción les permite alimentarse y protegerse de los depredadores.

Esa misma comunicación interespecífica también puede darse entre ballenas y humanos, y es que ambos animales han aprendido a comunicarse y a acercar sus mundos. Existen numerosos casos documentados de estrechos lazos entre unos y otros. Por ejemplo, delfines que colaboran con pescadores para obtener mayores capturas.

Las ballenas jorobadas heredan sus canciones a otros cetáceos

“Hasta hace algunas décadas, la cuestión de si podemos comunicarnos con los animales habría sido, sin más, objeto de burla -afirma Mustill en su obra- Sin embargo, sabemos que estos animales no solo se comunican con los suyos sino también con otras especies. Sabemos que tienen cuerpos diseñados para comunicarse y cerebros impresionantes”, recuerda el autor.

El problema fundamental a la hora de analizar el lenguaje de los animales es saber qué se entiende expresamente por ‘lenguaje’. Los humanos nos comunicamos de numerosas formas distintas. No solo lo hacemos palabras, sino también con nuestro cuerpo. Del mismo modo, los animales cuentan con varios canales de comunicación simultáneos, lo que hace imposible descifrar toda esa información.

En este sentido, para comunicarnos con los animales deberíamos tener en cuenta no solo los chasquidos y las codas, sino también el comportamiento de estos cetáceos. Esos mismos rasgos culturales que los hace únicos, y que tanto los asemeja a nosotros. Tal y como afirma el biólogo, después de varias décadas de estudio, nadie sabe con certeza si algún animal cuenta con lo que conocemos como ‘lenguaje natural’, pero “qué pasaría si utilizáramos una definición de ‘habla’ algo más flexible’. “Si una ballena fuera capaz de comunicarme sus pensamientos mediante unidades lingüísticas, seguramente diría sentiría que me hablan!” explica el biólogo en su obra.

la pista: la comunicación con los delfines 

Para Mustill, el primer paso sería encontrar ese nexo de unión entre comportamiento y significado, un axioma que ha quedado perfectamente demostrado a lo largo de largo años de experimentos con delfines. Y es que estos cetáceos tienen etiquetas vocales aprendidas que se cree que usan como si de nombres se tratara y tienen una manera de dirigirse a sus congéneres que podría ser análogo al modo en el que los humanos conceptualizamos y verbalizamos conceptos a través del lenguaje.

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La doctora Diana Reiss, experta en el comportamiento de los cetáceos, lleva años investigando sobre el comportamiento de delfines. Resulta que estos cetáceos cuentan con sorprendentes capacidades cognitivas, entre ellas la capacidad para señalar un objeto determinado. Por ejemplo, pueden señalarse los unos a los otros manteniendo todo el cuerpo inmóvil. Además, también pueden comunicarse con los humanos.

Uno de los experientos de Reiss constaba en dotar a estos animales de teclados interactivos subacuáticos en los que pulsaban distintas teclas en función de las órdenes recibidas por altavoces submarinos. Así, si un animal pulsaba el símbolo de ‘anillo’, oía un silbido específico para este concepto, así como sucedía cuando accionaba otro pulsador con el símbolo de pelota. Lo que sorprendió sobremanera a los investigadores, sin embargo, era la extraordinaria capacidad de estos animales para identificar los conceptos más allá del experimento. Si jugaban con una pelota hacían el sonido de pelota, algo que repetían cuando hacían el sonido de un anillo. ¿Podría ser que los delfines estuvieran aprendiendo un nuevo lenguaje? ¿Sería posible que aprendamos a comunciarnos con ellos?

“Si eres un animal social, necesitas cooperar. Hay animales sociales en todo el mundo, incluso si son los elefantes o las abejas… Nosotros nocultivamos nuestra propia comida, ni fabricamos nuestra ropa. Tenemos comida y ropa porque cooperamos entre nosotros y lo que necesitamos para cooperar es comunicación”, sentencia el biólogo quien alega que par ello necesitamos un compromiso con nuestro grupo que nos permita no ser egoístas. “La cultura es algo que ocurre en muchos tipos distintos de animales, pues es algo útil”.

Establecer un nexo de comunicación entre una ballena y un humano es algo más complejo, pero tampoco es imposible. La clave descifrar los códigos compatibles entre ambos. Encontrar un significado al complejo sistema de chasquidos y silbidos que configuran el vocabulario de estos animales es indispensable si queremos comunicarnos mínimamente con ellos. Y esto es una tarea hercúlea para un humano… pero no para una máquina.

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La solución: Inteligencia artificial para interpretar el lenguaje de las ballenas 

Pratyusha Sharma es estudiante de doctorado del MIT especializada en la interacción, entre en lenguaje y el razonamiento en la toma de decisiones. Su objetivo es comprender sistemas que muestran comportamientos inteligentes en sentido amplio, ya sean artificiales o biológicos, para alimentar patrones de Inteligencia Artificial.

Uno de los trabajos de Sharma es el de descodificar cantidades ingentes de datos sobre chasquidos y sonidos de cetáceos de distintas partes del mundo. Se trata del Proyecto CETI (Iniciativa de Traducción de Cetáceos, por sus siglas en inglés), desarrollado por un equipo interdisciplinar formado por expertos en robótica marina, biólogos especializados en cetáceo, expertos en inteligencia artificial, lingüistas y expertos en criptografía auspiciados por el biólogo David Gruber.

El equipo de este mastodóntico programa incluye la colaboración del Imperial College, el Instituto de Tecnología de Massachusetts y diversas universidades, así como  la ayuda de Twitter y Google Research, y la subvención de diversas instituciones, entre ellas National Geographic Society.

La inteligencia artificial ya se usa en la agricultura para controlar a los animales -afirma Mustill- por lo que [podría decirse que ] ya estamos manipulando la vida de muchos animales.

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La idea de CETI es analizar primero pequeños conjuntos de datos de poblaciones de ballenas para luego extrapolar datos sobre los posibles códigos de comunicación de los cetáceos. Pars ello, utilizarán estaciones de escucha y se valdrán de la ayuda de drones equipados con hidrófonos. Incluso peces robóticos equipados con grabaciones que se muevan entre las ballenas sin molestarlas.

De este modo podrán seguir a un mismo ejemplar durante un tiempo y rastrear sus vocalizaciones, y con ello, toda su vida. No solo eso, analizará las codas, lo que permitirá discriminar clanes e individuos y escudriñarán la estructura interna del lenguaje. En otras palabras, desglosará el complejo sistema de comunicación de los cachalotes, convirtiendo su idioma en algo inteligible para nosotros. “Esta tecnología -dice Mustill en su obra – suponen una revolución en la forma en que reconocemos la naturaleza y aprendemos sobre ella”.

“Lo más interesante es que ahora apenas estamos aceptando que otros animales puedan entonar canciones y tener diferentes culturas y personalidades. Definir qué significado tienen sigue siendo un misterio”, sentencia el científico. Quizá sea esa la piedra de Rosetta que nos falta para comunicarnos con las ballenas.

 

 

 

Fuente: National Geographic

redaccion@diariocambio22.mx

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