Redacción / CAMBIO 22

Lo que un muro para tapar las vistas del Monte Fuji te explica del caos turístico en Japón
Desde que comenzó el año, Japón ha recibido a casi 12 millones de viajeros, un 5,7% más respecto al mismo periodo en 2019

Algo tan insignificante como cruzar una calle puede desatar una crisis en Japón. Hace unas semanas, las cámaras de NHK World Japan filmaban a un grupo de turistas en la localidad de Kawaguchiko en las faldas del Monte Fuji cruzando una carretera por la que no había paso de cebra. Hasta aquí podría no haber surgido mucho más problema. Sin embargo, en medio del contexto de la masificación de viajeros que se acercan hasta el pequeño municipio para conseguir la mejor instantánea del inactivo volcán, se desató el caos.

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Las idas y venidas de los turistas que estaban más pendientes de la panorámica que de cruzar a la otra acera empezaron a entorpecer el tráfico. Y ante el caso omiso de las advertencias del guardia que custodiaba la calle, las autoridades locales no tuvieron más remedio que intervenir. La solución: un muro para impedir a los turistas sacar fotos del pico más icónico de Japón, frente a una conocida tienda de conveniencia Lawson.

“Los lugareños dan la bienvenida a los visitantes siempre que se respeten las reglas básicas”, dijo Haruhito Yoshizaki, funcionario de la ciudad de Fujiyoshida, después de que se colocase días después un segundo muro en otro punto de la ciudad. La restricción, según expresó, pretende aliviar la “frustración de los residentes locales”. ¿Tiene sentido colocar esa barrera? La mayoría de turistas que se acercan hasta Kawaguchiko parecen respaldar la decisión. “La calle es muy estrecha y pasan muchos coches. Si la gente se dedica a cruzar sin mirar, tiene sentido poner la barrera”, argumenta Juan Hieren, mientras se hace fotos.

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Esto se puede ver desde dos puntos: mirar por los lugareños (ya que puede resultar peligroso) o pensar en el atractivo turístico. Pero creo que con toda la gente que viene es complicado regular este equilibrio”, añade Natalie Mankovskaia, una joven rusa que está de visita en el municipio. El suceso, más allá de lo anecdótico, explica a la perfección la máxima ley no escrita que comparten los japoneses. No molestar, hacer sentir mal, entorpecer o incomodar al vecino. Un dogma que, al parecer, el pico de turistas que ha roto récord de visitantes este año en Japón, no termina de comprender.

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Las comunidades compuestas por residentes locales tienen una ‘cultura invisible’ que incluye diversas normas, como reglas tácitas, formas únicas de comportamiento y maneras de vivir, que a menudo no se enuncian explícitamente”, explica Kentaro Goto, investigador de la Oficina de Viajes de Japón, a El Confidencial. Desde que comenzó el año, Japón ha recibido a casi 12 millones de viajeros, un 5,7% más respecto al mismo periodo en 2019. Si se compara la temporada de cerezos en flor (sakura), que coincide con los meses de marzo y abril, los turistas han aumentado un 11,6% y un 4%, respectivamente. Cifras que desde que se levantaron las restricciones sanitarias por coronavirus, coincidiendo con el desplome de la moneda local, el yen, no dejan de superarse.

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El interés por visitar Japón se ha mantenido alto, incluso durante la pandemia de covid. Sin embargo, el número de visitantes extranjeros ha aumentado debido a la creación gradual de un entorno más accesible para los turistas, como la revisión de los controles fronterizos y la reapertura de las rutas aéreas y los cruceros”, manifiesta el investigador.

Entre los datos que destaca Kentaro, “14 de los 23 principales países de llegada (Corea del Sur, Singapur, Indonesia, Vietnam, India, Australia, Estados Unidos, Canadá, México, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y la región de Oriente Medio) registraron máximos históricos en abril”. Toda esta suma de turistas deja un margen de beneficios suculento para Japón.

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“El gasto por viaje y persona es de 204.407 yenes [unos 1.200 euros] para todas las nacionalidades-regiones, lo que supone un aumento de unos 50.000 yenes respecto a los 155.281 yenes de 2019”, agrega el investigador. Pero incluso con el aumento de gasto por cada turista y el exponencial crecimiento de los visitantes, Japón está tratando de equilibrar la convivencia entre los viajeros y la población local.

 

 

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