En México se abandonó el campo. En los 36 años neoliberales se cerraron Fertilizantes Mexicanos, Extensión Agrícola, Compañía de Subsistencias Populares, Financiamiento Agrícola y Productora Nacional de Semillas (Pronase), con lo que se propició la crisis actual de producción. Se intentó cerrar en 2003 el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y se limitaron sus recursos.
En 2009, se asignaron mil 650 millones de pesos al Centro Internacional para el proyecto “Modernización de la agricultura tradicional de maíz y trigo”. Se autorizaron siembras experimentales y piloto de semillas transgénicas de maíz.

Se perdieron 15 años, ya que no se lograron los resultados ofrecidos y la producción de entre 9 y 10 millones de toneladas anuales, adicionales no ocurrió. El resultado fue similar con o sin programa. Se pretendía sustituir en 1.5 millones de hectáreas “híbridos modernos”, en lugar de variedades nativas, lo que por fortuna no se logró. Era un atentado a la diversidad genética.
Con el T-MEC se presiona para que México cancele los decretos presidenciales (DP), publicados el 31 de diciembre de 2020 (DOF, 2020) y el 13 de febrero de 2023 (DOF, 2023), que limitan el consumo de grano de maíz transgénico en la alimentación directa de la población, así como las semillas transgénicas de maíz y el glifosato en las siembras.
El DP permite la importación de grano transgénico (17 millones de toneladas), para usos pecuarios y subproductos. No hay afectación comercial a Estados Unidos, hasta que el país logre la suficiencia en la producción total aparente (45 millones de toneladas).

























