Con 44 años, Rodríguez también colaboró con Prevost y es cofundadora de la Asociación de Venezolanos en Chiclayo (ASOVENCHIC). Ella resaltó que, luego de atender las necesidades mínimas de quienes llegaban, la regularización legal para sus compatriotas y su integración fue la siguiente prioridad del Obispo.

Él no descansó hasta que el último migrante venezolano tuviera su carné de extranjería”, dijo Rodríguez, “un documento indispensable para poder acceder al sistema de salud y de educación”, explicó.

Según la Comisión de Movilidad Humana y Trata de Personas de la Diócesis de Chiclayo, entre un 75 % y 80 % de los venezolanos en la región ya han pasado por un proceso de regularización.

Rodríguez asistió con su familia al jubileo de los pobres en el Vaticano en noviembre pasado y se encontró con el ahora papa. Al principio, tuvo miedo de que no la reconociera.

“A pesar de que fue un momento muy chiquito y rápido por su seguridad, fue un momento muy emocionante: el volverlo a ver y saber que no se olvidó de nosotros”, recordó con voz entusiasta.

“Nos reconoció como esas personas que iniciamos con él un trabajo comunitario para la comunidad migrante, que en ese entonces estaba pasando por una situación difícil”, añadió la profesora venezolana.

Prevost siempre se mostró pendiente de la situación en Venezuela, según Rodríguez y Díaz. Ambas esperan que haya una salida pacífica a través del diálogo para la crisis y que no haya más violencia como consecuencia de la tensión entre Estados Unidos y el país. Si el papa León actúa de mediador para que “la paz y el diálogo se puedan dar” es alentador, dijo Díaz.

Mientras tanto, los venezolanos en Chiclayo agradecen a León por su protección y compromiso con ellos, y sobre todo porque no los olvida.

“Los mejores recuerdos que tengo de él es verlo en un espacio abierto preparando bolsas de alimentos sin importar su condición, como jefe, como encargado de la diócesis, sentirse uno más en el pueblo de Dios, sentirse uno más de nosotros”, recuerda Díaz, la docente venezolana.