Se Ha Oficializado una Reclasificación Científica de las Jirafas, Que Reconoce la Existencia de Cuatro Especies Distintas
23 Ago. 2025
Por primera vez en la historia, la ciencia reconoce oficialmente que no hay una sola especie de jirafa, sino cuatro. Una revelación que redefine su futuro en la Tierra
Redacción/CAMBIO 22
Durante siglos, la silueta inconfundible de la jirafa ha recorrido las sabanas africanas. Parecían representar una única especie inmutable. Sin embargo, esa visión acaba de derrumbarse con un anuncio histórico: la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha reconocido oficialmente que existen cuatro especies distintas de jirafas.
Lejos de ser una curiosidad taxonómica, este cambio promete transformar radicalmente los esfuerzos para salvarlas de la extinción.
Este pronunciamiento es el resultado de más de una década de trabajo colaborativo encabezado por la Giraffe Conservation Foundation (GCF) y el Senckenberg Biodiversity and Climate Research Centre (SBiK-F), instituciones que han estado al frente de la investigación genética de estos animales.
El estudio se inició con una simple necesidad: identificar marcadores genéticos que ayudaran a proteger jirafas en sus hábitats naturales. Pero lo que descubrieron fue monumental: diferencias genéticas entre poblaciones que se comparan, en magnitud, con las que separan al oso pardo del oso polar.

Cuatro especies
Aunque la idea de que no todas las jirafas eran iguales ya había sido propuesta desde 2016, cuando se publicaron los primeros análisis genéticos, la aceptación oficial ha tardado casi una década en llegar.
Desde 1758, la jirafa se consideraba una única especie. Hoy, eso ha cambiado para siempre: jirafa masái, jirafa del norte, jirafa reticulada y jirafa del sur son ahora entidades biológicas distintas, cada una con su propio destino ecológico.
Estas cuatro especies no solo habitan regiones diferentes del continente africano, sino que también enfrentan amenazas específicas y desafíos únicos. Mientras algunas viven en sabanas abiertas, otras habitan regiones más boscosas o áridas. Según las investigaciones más recientes, tres de las cuatro especies ya podrían ser clasificadas como amenazadas, lo que añade un nivel crítico de urgencia a su conservación.
Para entender la magnitud del descubrimiento, hay que considerar los obstáculos que enfrentó el equipo científico: recolectar muestras de tejido en zonas políticamente inestables como Chad, Níger y Sudán del Sur; trabajar en regiones remotas sin infraestructura; y resistir el conservadurismo taxonómico que durante siglos se negó a revisar la clasificación de estas criaturas. A todo esto se sumó un análisis morfológico de los cráneos de jirafa que sirvió como puente entre la genética y la taxonomía tradicional.
Un valor para la preservación
El valor de esta nueva clasificación es, sobre todo, práctico. “Cada especie de jirafa enfrenta amenazas distintas, y ahora podemos adaptar estrategias de conservación a sus necesidades específicas”, ha explicado Julian Fennessy, cofundador y director de conservación de la GCF. Ya no se trata de proteger “a la jirafa”, sino de proteger a cada una según su biología, su contexto y su riesgo.
El siguiente paso será fundamental: la UICN evaluará el estado de conservación individual de cada especie para incluirlas en la Lista Roja. Las primeras estimaciones son alarmantes.
La jirafa del norte, por ejemplo, ha visto cómo su población se ha desplomado en las últimas décadas debido a la pérdida de hábitat y a la caza ilegal. La jirafa reticulada, emblemática por su patrón de manchas perfectamente delineadas, enfrenta un destino similar.
“¿Cómo pudimos pasar por alto algo tan esencial?”, se pregunta Fennessy. La respuesta está en una ciencia que, durante demasiado tiempo, confió más en la observación que en el ADN. Hoy, sin embargo, el campo de la conservación da un salto cualitativo: la precisión genética se une a la pasión por salvar lo salvaje.
Este reconocimiento representa también un llamado de atención a los gobiernos africanos y a la comunidad internacional. Ahora que se ha revelado esta diversidad invisible, la responsabilidad de actuar es más clara que nunca. Y como ha advertido Stephanie Fennessy, directora ejecutiva de GCF: “Sería una tragedia perder una especie que acabamos de descubrir”.
Fuente: National Geographic
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