• En 1924, uno de los principales opositores al régimen de Mussolini fue secuestrado y asesinado por militantes fascistas, aunque nunca se pudo demostrar si el propio dictador dio la orden.

 

Redacción/ CAMBIO 22

un italiano elegantemente vestido baja de un tren en el centro de Londres la noche del 22 de abril de 1924. Tiene la misión secreta de reunirse con representantes del Partido Laborista británico, entre ellos, espera, el recién elegido primer ministro, Ramsay MacDonald.

Giacomo Matteotti, cofundador y líder del Partido Socialista Unitario, es uno de los principales opositores al movimiento fascista que ha ido estrechando su control sobre Italia desde el nombramiento de Benito Mussolini como primer ministro en octubre de 1922, tras la infame Marcha sobre Roma.Por ahora, Italia sigue siendo una democracia. Matteotti, de 38 años, incansable defensor de los derechos de los trabajadores, aún confía en que se pueda detener a Mussolini. Ha entrado en Reino Unido sin pasaporte, ya que el gobierno italiano se niega a concedérselo. En su país, ha sido agredido física y verbalmente por turbas fascistas y periódicos que simpatizan con el gobierno. Incluso en Londres, le persiguen agentes fascistas, según le han revelado sus contactos del Partido Laborista.Para Matteotti, el nuevo gobierno británico –el primero dirigido por los laboristas, aunque no con mayoría– es un faro de esperanza. Parece dispuesto a escuchar sus preocupaciones sobre lo que está ocurriendo en Italia tras la controvertida victoria electoral de Mussolini a principios de ese mes. Matteotti espera que los próximos días en Londres sean decisivos en su lucha contra el fascismo.

En cambio, menos de dos meses después será secuestrado y asesinado mientras se dirigía al edificio del Parlamento en Roma. Un crimen que conmociona a Italia y que, un siglo después, sigue dejando muchas preguntas sin respuesta.

CUATRO DÍAS EN LONDRES

En sus orígenes sociales, MacDonald y Matteotti no podían ser más diferentes. El nuevo primer ministro británico era un escocés de clase trabajadora que había ascendido gracias a trabajos humildes y al activismo político. En cambio, Matteotti procedía de una familia adinerada que poseía 385 acres en la región de Polesine, en el noreste de Italia.

Sin embargo, en abril de 1924, como enemigo declarado del Estado italiano, Matteotti era prácticamente un refugiado. Los fascistas temían su excepcional elocuencia, que utilizaba para expresar su oposición al gobierno italiano tanto en el parlamento como en periódicos nacionales y extranjeros.

Se desconoce si los dos hombres se reunieron realmente durante la visita de cuatro días de Matteotti a Londres (el primer ministro MacDonald difícilmente habría querido publicitar una reunión no oficial con un diputado de la oposición de otro país). Pero sabemos que Matteotti se relacionó con otras destacadas figuras laboristas.

El 24 de abril pronunció un discurso ante los comités ejecutivos del partido laborista en el poder y de otras organizaciones obreras en el que pedía “ayuda moral y material” para los trabajadores italianos contra la violencia fascista.

Pero algo más pudo haber preocupado a Mussolini sobre la visita de Matteotti a Londres, parte de una gira europea que también incluía paradas en Bruselas y París. El primer ministro italiano acababa de firmar un acuerdo por el que se concedía a la corporación estadounidense Sinclair Oil el monopolio de la exploración y extracción de petróleo en zonas de Italia. Se sugirió más tarde que el gobierno laborista podría haber proporcionado a Matteotti pruebas de que este monopolio había sido concedido por Mussolini a cambio de un soborno de 2 millones de dólares (que hoy valen unos 40 millones de dólares).

MUERTE DE UN SOCIALISTA

Menos de dos meses después de su visita a Londres, en una calurosa tarde romana del 10 de junio de 1924, Matteotti salió de su casa cerca de la Piazza del Popolo para dar el corto paseo a lo largo del río Tíber hasta el edificio del Parlamento de la capital. Tenía previsto perfeccionar un discurso que debía pronunciar al día siguiente en una sesión sobre el proyecto de presupuesto del gobierno. Al parecer, había estado trabajando en este discurso día y noche, estudiando datos y comprobando cifras durante muchas horas.

Pero un coche le esperaba con cinco personas a bordo: miembros de un grupo fascista secreto formado unos meses antes en el Viminale, el palacio del ministro del Interior. Este grupo secreto, conocido como Ceka por el nombre de la policía política soviética creada para reprimir la disidencia, llevaba semanas siguiendo a Matteotti. Su jefe, Amerigo Dumini, nacido en Estados Unidos, se jactaba de haber matado a varios activistas socialistas.

La banda actuó con rapidez, agarró a Matteotti y lo arrastró hasta su coche, un lujoso Lancia. Gritando, el líder de la oposición tiró su carné de diputado al suelo, donde más tarde lo encontrarían los transeúntes. El coche se alejó a toda velocidad por las calles vacías y sin asfaltar de Roma. Matteotti no volvería a ser visto con vida.

La tarde siguiente, el ambiente en el Parlamento italiano era febril. Los diputados socialistas, alertados por la esposa de Matteotti, denunciaron la desaparición del diputado, pero no se mostraron del todo sorprendidos. Doce días antes, Matteotti había pronunciado un discurso en el que denunciaba las recientes elecciones generales que dieron a los fascistas su primera (y única) victoria electoral. La votación estuvo plagada de amenazas y actos de violencia que impidieron a muchos candidatos antifascistas presentarse y a muchos trabajadores votar.

Mientras Matteotti se dirigía al parlamento, se oyó a Mussolini preguntar: “¿Cómo es que este hombre sigue por ahí?”. En un artículo del periódico fascista Popolo d’Italia, el primer ministro calificó el discurso de “monstruosamente provocador” y “merecedor de algo más tangible que epítetos”.

Sin embargo, dos días después de la desaparición de Matteotti, el tono de Mussolini había cambiado. Aseguró a los diputados que “la policía había sido informada de la prolongada desaparición del Honorable Matteotti” y que él mismo “les había ordenado intensificar la búsqueda”. Cuando la esposa de Matteotti le visitó, Mussolini le aseguró que quería devolverle a su marido con vida.

Para entonces, sin embargo, los acontecimientos estaban fuera del control de Mussolini. El portero de un edificio cercano a la casa de Matteotti había facilitado a la policía la matrícula de un coche sospechoso que había visto el día anterior al asesinato. La policía no tardó en identificar al propietario del coche como Filippo Filippelli, director del periódico profascista Corriere Italiano. Esa misma noche, Dumini fue detenido y en las semanas siguientes se produjeron más detenciones.

A las 48 horas de la desaparición de Matteotti, los periódicos, encabezados por el Corriere della Sera, vinculaban el crimen con fascistas próximos al gobierno, ya que en Roma era bien conocida la estrecha amistad de Dumini con el jefe de la oficina de prensa de Mussolini, Cesare Rossi. Durante unos días, pareció que la indignación pública resultante –mucha de ella dirigida contra el propio Mussolini– podría incluso derrocar al gobierno italiano, sentenciando de muerte al fascismo.

¿POR QUÉ FUE ASESINADO MATTEOTTI?

Cien años después, la desaparición de Matteotti sigue siendo un acontecimiento controvertido en la memoria colectiva de Italia. Es un tema debatido por muchos, pero evitado por el gobierno actual, que ha estado reteniendo fondos para iniciativas para conmemorar el centenario del asesinato.

Su muerte puede considerarse uno de los asesinatos políticos más importantes del siglo XX. Al matar a un líder de la oposición, el régimen fascista llevó la violencia política a un nuevo nivel, dejando claro que estaba dispuesto a castigar a todos los que se interpusieran en su camino, fuera cual fuera su posición. La dictadura se cernía sobre Italia, y el fascismo pasó a formar parte de los diccionarios de todo el mundo, inspirando a innumerables regímenes autoritarios, incluida la Alemania nazi.

 

Fuente: National geographic

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