Redacción/CAMBIO 22

CANCÚN, QRoo, 10 de junio de 2025.- A las cinco de la tarde del domingo, se confirmó la muerte de Alfredo N., alias “El Bibi”, uno de los personajes más temidos de la delegación Alfredo V. Bonfil, en Cancún.

Falleció bajo custodia en el Hospital General Jesús Kumate Rodríguez, donde permanecía internado desde hace 10 días, tras ser agredido a golpes y retenido por sus víctimas por presuntos actos de extorsión.

“El Bibi” no era un desconocido en los bajos fondos de Cancún. Su apodo era suficiente para congelar el ánimo de comerciantes, trabajadores y habitantes de zonas como las regiones 307, 308 y sus alrededores.

Su presencia en los negocios, casi siempre acompañado de amenazas y violencia, sembraba pánico.

Era el cobrador de “cuota”, el que venía a recordar que en Bonfil, muchos vivían bajo las reglas de un crimen tolerado.

Se presume que era originario de Tabasco, abandonado por su familia desde niño.

Se crió en la calle, se curtió entre golpes y sangre, y fue absorbido desde joven por una célula delictiva que operaba impunemente en esta delegación.

Para muchos, su historia es la de un niño sin opciones, convertido en sicario por el entorno.

Su nombre verdadero apenas figura en los registros oficiales. Lo cubre la sombra de su alias: “El Bibi”, un apodo que se volvió sinónimo de amenaza.

Su carrera criminal estuvo marcada por intimidaciones, cobros de piso, golpizas y presunta participación en ejecuciones. Era, dicen los vecinos, intocable. Y temido.

La tarde de su detención, hace 10 días, agentes intentaron capturarlo en flagrancia cuando exigía dinero a pequeños comerciantes.

Se desató la furia de una víctima, en la que resultó gravemente herido el individuo. Fue trasladado al hospital, por situaciones de salud, presentaba signos de esquizofrenia, donde comenzó un violento y turbulento ocaso.

Durante su estancia hospitalaria, el miedo no terminó.

En al menos dos ocasiones, presentó la crisis de esquizofrenia lo que supuestamente ocasionó el intentó despojar de su arma a los custodios que lo vigilaban, provocando una tensión constante entre el personal médico, policías y otros pacientes.

En su último intento de fuga, amenazó al policía que lo vigilaba, pero fue herido nuevamente por un agente municipal que, según reportes preliminares, actuó en defensa propia cuando “El Bibi” se enloqueció y con un arma blanca intento atacar al oficial.

Finalmente, su cuerpo colapsó. Heridas, infecciones y el desgaste físico acabaron con él. Murió solo, vigilado, sin familia que lo reclamara, con una historia criminal que nadie quiso enfrentar a tiempo.

Su historia terminó como vivió: entre sangre, miedo y silencio. Pero tras el apodo y el delito, también hubo un niño que el sistema ignoró. Y ese olvido, sigue costando vidas.

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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