•  Micaela leyó por primera vez sobre Lucio Cabañas y pensó que sólo era un hombre que robaba vacas, pero cuando investigó, descubrió que era un luchador social

 

Redacción / CAMBIO 22

Creció como Alejandra Natividad Ayala Nava, con los apellidos de su madre para que no se revelara la identidad de su papá, a quien no conoció, sólo sabía que se llamó Lucio Cabañas y cada que le preguntaba a su madre por él, simplemente le decían que murió casi cuando ella nació y ya, no había historias, nadie le platicaba de él. Fue hasta los 21 años que leyendo en la biblioteca de la Universidad Autónoma de Guerrero supo que su padre había sido guerrillero.

Alejandra encontró el acta de nacimiento original que tenía y pudo retomar el nombre de Micaela Cabañas Ayala, hija de Lucio Cabañas Barrientos e Isabel Ayala Nava.

Micaela nació en Tixtla, (sitio a donde se habían refugiado su madre y su abuela para evadir la persecución militar) el día de San Miguel (29 de septiembre de 1974), por ello le pondrían Miguela de nombre, pero su abuela insistió en que se buscara algo más femenino y le dejaron Micaela.

El 27 de noviembre, cuando apenas estaba por cumplir dos meses, un grupo de militares llegó a Tixtla para detener a su madre y abuela.

“Estuve a punto de quedarme dormida en la cama, pero mi madre reaccionó y corrió a traerme y me llevó consigo”.

En calidad de presa política, Isabel Ayala y su hija Micaela, fueron llevadas primero al puerto de Acapulco, luego la regresaron a Chilpancingo, la volvieron a llevar al puerto, hasta Pie de la Cuesta, y de ahí en helicóptero al campo militar número uno.

“Los relatos de mi madre es que había mucho temor y siempre pensó que la matarían porque así desaparecieron a mucha gente del Pie de la Cuesta salían las aeronaves para lanzarlos al mar y ese era el temor, pero fuimos sobrevivientes de esa Guerra Sucia”.

Sus primeros pasos

Hace algunos años Micaela pudo regresar al campo militar número uno. “No sabes el escalofrío que sentí al caminar en los pasillos, aunque era muy pequeña, de mis recuerdos brotaron dos cosas: la primera, yo sabía que los barrotes de las celdas estaban muy fríos y tenía temor incluso de tocarlos.”

“En la visita me acompañó mi tía, quien me relató que en esos barrotes aprendí a caminar, me tomaba de ellos para sostenerme y dar mis primeros pasos, y efectivamente, siempre están muy fríos los barrotes”.

El segundo recuerdo fue una silla, que ella indicó que no sabía por qué en su mente siempre tuvo presente una silla dentro del campo militar, el relato de la tía le aclaró que cuando aprendió a caminar en los más de dos y medio años que estuvo en la cárcel, les llevaban la comida y ella empujaba la silla para que la sentaran y le dieran de comer.

Su padre, un robavacas

A la edad de 21 años, cuando cursaba la licenciatura en Derecho, Micaela acudió a la biblioteca a realizar una tarea, ahí en un apartado de los movimientos sociales leyó sobre Lucio Cabañas, pero fue muy poco agradable lo que encontró en ese libro, una persona que se llamaba Igual que su padre fue un guerrillero dedicado a robar ganado, asesino y responsable de muchos delitos.

“Qué curioso que se llame igual y que haya muerto el mismo año que nací, ahí me surgió la duda y empecé a preguntar hasta confirmar que realmente él era mi padre, pero me daba mucha pena porque yo creí que había sido un delincuente ladrón y robavacas”.

Un día llegaron por mi madre, le pusieron una capucha negra y se la llevaron, esa capucha para la mayoría significaba que no los volverían a ver

Con el paso de los años y conocer a personas que vivieron la lucha, que supieron de los abusos del Ejército y del gobierno en general, de las desapariciones forzadas y del asesinato de muchos inocentes, Micaela ha trabajado por dignificar el origen de la lucha y establecer que su padre no fue un robavacas, sino una persona que tenía muy altos valores humanos y luchaba por la igualdad social y porque los hijos de los pobres tuvieran un espacio donde educarse, que los campesinos fueran dueños de las tierras y que los bosques no se explotaran por los caciques.

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Contacto con los Cabañas

A los 23 años, Micaela contactó a su abuela paterna y fue la única vez que pudo platicar con ella, se reunieron en la iglesia del padre Máximo. “Yo me personé en la parroquia del padre Máximo y ahí conocí a mi abuela por primera vez, me quedé con ella un día y una noche, después ya no la volví a ver con vida, porque mi mamá me tenía muy restringida, ella me cuidaba demasiado para que yo no fuera”.

Y es que su madre trataba de que no se les relacionara con el movimiento guerrillero para que no fueran a sufrir nuevos atentados. “Lo entiendo porque lo que mi madre sufrió fue mucho, ella tenía mucho miedo y trataba de protegerme”.

Actualmente Micaela tiene en sus manos la organización del 50 aniversario de la muerte del legendario guerrillero que luchó contra el gobierno en las décadas 60 y 70, eventos que iniciarán justo el 27 de noviembre (día que se cumplen 50 años de que ella y su madre fueron detenidas por el Ejército) y concluyen el día dos de diciembre, que fue el día que Lucio perdió la vida en un enfrentamiento con los militares.

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Por los relatos de su madre, Micaela supo que tras dos años y medio encerrados en el campo militar sometidos a torturas y maltratos siempre pensaron que ahí serían asesinados.

“Un día llegaron por mi madre, le pusieron una capucha negra y se la llevaron, esa capucha para la mayoría significaba que no los volverían a ver, que serían asesinados y desaparecidos, sin embargo, ella sí regresó”.

 Me daba mucha pena porque yo creí que había sido un delincuente ladrón y robavacas

“Le dijeron agarra tu hija y ella dice que me abrazó, le pusieron la capucha negra y la sacaron. Iba con mucho miedo, lloraba, igual yo estaba llorando incontrolable porque íbamos con la capucha negra, total que la sacaron y la llevaron para que la violara el peor masacrador de todos los que han existido aquí en Guerrero y a lo mejor del país”.

“Este señor malvado, que ya era gobernador del estado (Rubén Figueroa Figueroa) y abusó de mi mamá y cuando terminó su acto, le dijo -agarra a tu hija ya te puedes ir-, mi mamá le respondió, -no, a mí regrésame, no voy a ir a ningún lado si no lo sacan a ellos- (los demás presos políticos). Muy groseramente así como era el señor le dijo -jamás había conocido una vieja tan pendeja como tú-, eso era lo que me contó mi mamá”.

Después de algunos meses, cuatro o cinco de ese incidente sacaron a todos. “Mi papá ya tenía más de dos años que había muerto”.

La familia de Micaela regresó a Guerrero para tratar de llevar una vida en la que nadie supiera que fueron familia del guerrillero, a ella le cambiaron el nombre y más porque su casa estaba justo atrás de una retén militar.

Vivieron con mucha pobreza, su madre que no tenía estudios toda la vida trabajó para que ella pudiera ir a la escuela, incluso recuerda que muchas veces buscó a quienes terminaban la escuela para poder ir a pedirles que le regalaran el uniforme.

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Ideales de avanzada

Hoy que Micaela conoce todo el contexto en que se desarrolló la lucha de su padre, asegura que el apellido representa un enorme compromiso moral.

“El compromiso moral que tenemos nosotros, principalmente la familia Cabañas, yo como su hija, con la gente del pueblo y con sectores vulnerables y a veces que no son tan vulnerables, porque pues ellos son más fuertes, pues mi vida ha recorrido ese camino de falta de información y también ha recorrido este camino de mucha injusticia y también de muchas carencias como hija del maestro”.

Micaela hoy es defensora de los derechos humanos, es una mujer que se ha hecho fuerte en la lucha social y reiteradamente recibe comentarios de que tiene mucho parecido con su padre, tanto en lo físico como en lo ideológico, porque no aceptan que alguien con un poco de poder se aproveche de los vulnerables, además, hablan sereno y difícilmente pueden demostrar un enojo, además de compartir el gusto por el café.

 

 

 

 

Fuente: El Sol De México

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