Delia Angélica Ortiz/Redacción/CAMBIO 22  

“K-Pop Demon Hunters” es la más reciente producción animada de Netflix que ha arrasado audiencias a nivel mundial. La historia es sobre un grupo de estrellas del pop coreano que, cuando no están sobre el escenario, caracterizadas como “Huntr/x”, luchan en secreto contra fuerzas sobrenaturales.

Todo parece ir bien hasta que descubrimos que la protagonista, Rumi, además de ser cazadora de demonios, ella misma es parte de ese mundo que aprendió a combatir.

Aunque oficialmente no es una historia queer, está llena de guiños que muchas personas LGBTQ+ van a reconocer al instante, porque muestra a una adolescente con marcas que debe ocultar para sobrevivir.

No hay personajes que específicamente estén vinculados directamente con la diversidad sexual, pero en sí la cultura kpop está muy relacionada con el estilo andrógino.

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Por ejemplo, Mira, uno de los personajes principales, está inspirada en una estética que fusiona la apariencia femenina de cabello rosa largo y una voz grave, con ciertas facciones que podrían evocar una persona trans. Ella no es la única.

Entre los integrantes de la agrupación “Saja Boys” que aparecen como antagonistas de las Huntr/x también aparecen personajes con perfiles femenizados, uñas pintadas, cortes de cabello que rompen con los estereotipos occidentales de género que son características arraigadas entre los representantes del kpop masculino.

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Idols, demonios y deseos ocultos

La industria del K-pop lleva más de dos décadas cultivando una estética que juega con la ambigüedad de género, especialmente en sus idols masculinos. Lo que para algunas culturas es “feminización”, para Corea del Sur es simplemente “lujo visual”.

Este estilo ha sido leído por muchas juventudes queer como un espacio de libertad estética, incluso cuando los idols no se identifican como LGBTQ+.

El impacto del K-pop sobre los constructos de la sexualidad y las relaciones interpersonales, sin duda, se ve modelado por productos mediáticos como esta película (que, debo confesar, es muy buena y altamente recomendable). Sin embargo, es una producción que debemos mirar con atención, haciendo siempre un doble clic en las escenas románticas y en aquellas que exaltan el cuerpo como objeto.

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Aunque la narrativa celebra la diversidad estética y ciertos gestos de empoderamiento, también reproduce —a veces de forma sutil— lógicas de idealización corporal: el consumo de la delgadez extrema en las mujeres, los torsos marcados como única expresión de belleza masculina y la seducción encapsulada en estereotipos.

Basta ver las redes sociales para notarlo: la pregunta más recurrente entre lxs fans no es sobre la historia, ni sobre el universo fantástico, sino sobre por qué los guionistas omitieron una escena en la que se produzca un beso apasionado entre la protagonista Rumi con Jinu, el líder demoníaco de los Saja Boy, con quien ha habido un jugueteo de amor romántico (tóxico).

8 reasons why the world has been obsessed with K-pop Demon Hunters

Una vez más, el romance cishetero aspiracional se impone como el gran final deseado.

Afortunadamente, los creadores optaron por un desenlace menos convencional, más cercano a las narrativas orientales, donde el antagonista no conquista a la heroína, sino que se redime a través del sacrificio. Un final que privilegia el equilibrio moral por encima del deseo romántico.

 

 

 

 

Fuente: El Sol de México

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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