México Ganó el Primer Round
3 Dic. 2024
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Nadando entre tiburones
Redacción / CAMBIO 22
Las amenazas funcionan cuando se negocia con un pusilánime. Bastó un solo mensaje en redes sociales para que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, abandonara su país a toda prisa para dirigirse al domicilio particular del próximo presidente norteamericano y, en los hechos, rendirle pleitesía: el canadiense en realidad no logró nada, pero Donald Trump, ahora, conoce el tamaño de su miedo.
Las fotografías hablan por sí solas. El mandatario canadiense luce incómodo y descompuesto, y su lenguaje corporal sólo revela el nerviosismo de un político cuyo poder está en declive y no puede ocultar sus propias debilidades. Trump es un negociador nato, acostumbrado a intimidar a sus contrapartes con amenazas que sabe que no cumplirá, pero que le permiten medirlos con base en sus reacciones. La respuesta inicial de la Presidenta mexicana, en cambio, se centró en los datos duros y estuvo dirigida a la opinión pública norteamericana, en donde su mensaje causó un impacto muy distinto al que obtuvo en nuestro país: los argumentos de la mandataria pronto se volverían parte de la conversación pública y los mercados acusaron recibo de los mismos, como se reflejó tanto en la cotización en Bolsa de las principales armadoras estadunidenses como en la variación en el tipo de cambio que, en ese día concreto, terminaría por apreciar nuestra moneda.
México ganó el primer round, sería el comentario en las principales mesas de análisis estadunidenses: la llamada telefónica posterior, y la disparidad en las versiones ofrecidas, se interpretaría como una mentira más del presidente electo al que una mujer le tuvo que enmendar la plana. México no es el eslabón más débil en la negociación comercial, aunque sea el que enfrente los mayores riesgos políticos: nuestro país se ha convertido en el vecino incómodo, al que se observa con desconfianza por lo que se sabe que ocurre detrás de sus puertas. Las noticias vuelan, y el público norteamericano está enterado de la inseguridad en nuestro territorio y de la corrupción de nuestras autoridades: las noticias vuelan, y los políticos a punto de asumir el poder en buena medida lograron el triunfo prometiendo acciones espectaculares para impedir que nuestro cáncer nacional haga metástasis más allá del río Bravo. El panorama, en realidad, no es muy propicio.
Las amenazas funcionan cuando se negocia con un pusilánime: si las tarifas arancelarias no fueron suficientes para doblegar al vecino incómodo, en poco tiempo habrán de surgir argumentos más poderosos para convencerlo. Y más dolorosos, también: a la amenaza de suspender el tratado comercial, que de por sí está seriamente comprometido por las reformas constitucionales recientes, se suman las promesas de deportaciones masivas y de incursiones punitivas en nuestro territorio. Los halcones están sueltos, y no sólo cuentan con un mandato bien definido, sino con el poder absoluto para ejercerlo. Y están dispuestos.
México ganó el primer round, pero en esta ocasión la pelea es a muerte. Y a puño limpio, sin duda alguna: la factura de las afrentas y excesos de la administración pasada terminará siendo cubierta por la administración en turno. Y por todos nosotros, en realidad: en tiempos que requieren de unidad nacional, seguir apostando a la polarización heredada por un expresidente irresponsable no es otra cosa sino reforzar el lastre que terminará por hundirnos sin mayor remedio. Es momento de tender puentes.
La Presidenta llegó al poder con más votos que su antecesor o cualesquiera de sus predecesores: la Presidenta llegó al poder con un bono democrático ahora reconocido a nivel internacional, que le permite brillar con luz propia —si así lo decide. La Presidenta tiene una responsabilidad enorme, en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia: en este barco vamos todos, y si dejásemos de remar —por el rencor heredado— nos estaríamos dirigiendo hacia un naufragio anunciado.
Fuente: Excelsior
GPC/DSF