• El reporte delinea primero las causas de por qué los sistemas educativos tienen problemas para mejorar

 

Gustavo Rojas Ayala /CAMBIO22 

Históricamente nunca hubo más gente en las escuelas en el mundo, pero el éxito en el acceso a la educación no se ha visto reflejado en lograr que todos los estudiantes aprendan. Aunque es evidente que la pandemia afectó severamente la enseñanza, una mirada más amplia muestra un estancamiento o deterioro persistente, que comenzó mucho antes.

Sin embargo, existen países y regiones que han logrado avanzar a pesar de las adversidades. El estudio sistemático de estos casos de mejora inspira el más reciente informe de educación publicado por McKinsey.

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El reporte delinea primero las causas de por qué los sistemas educativos tienen problemas para mejorar. Éstos van desde una persistente falta de claridad en objetivos estratégicos que se sostengan en el tiempo, hasta dificultades a la hora de contar con capacidades técnicas y de carencias en la utilización de datos importantes para la gestión y mejora de los sistemas educativos. Y luego, explica cuáles son los cuatro pilares fundamentales en los que 14 sistemas educativos han sostenido sus procesos de mejora educativa.

El primero de ellos es el anclaje en la evidencia. Los sistemas estudiados en el reporte basan sus reformas educativas en investigaciones sólidas sobre los factores dentro del locus de control de las escuelas y los tipos de intervención que realmente mejoran los resultados de aprendizaje.

En especial, poniendo el foco en lo que ocurre en el núcleo pedagógico que representan las interacciones virtuosas entre los contenidos del currículum, los estudiantes y los docentes.

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El segundo factor es la construcción de una coalición duradera para el cambio. Este pilar contempla la capacidad de construir una movilización amplia, horizontal, de múltiples actores educativos centrada en una lista breve pero clara de prioridades compartidas por todos.

Para lograr esto, es fundamental que el liderazgo no sólo descanse en el nombre y los atributos de una persona, sino que se transforme en una capacidad de una institución, como puede serlo una secretaría de educación. Por supuesto, mantener viva esta coalición implica una comunicación y coordinación constante entre las autoridades y quienes día a día viven la experiencia educativa en las escuelas.

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El tercer pilar es la creación de capacidades de implementación efectiva a escala. En este punto, la idea básica es que producir un cambio positivo, real en un sistema educativo requiere mucho más que leyes y buenas intenciones. La capacidad de implementar estrategias efectivas a gran escala, superando problemas históricos en el funcionamiento de los sistemas educativos es un factor clave en los sistemas que logran mejoras sostenibles.

Transformar leyes en planes, en presupuestos, en sistemas de monitoreo y evaluación es un paso básico. Y que requiere un gran fortalecimiento de los liderazgos intermedios que componen los equipos de los ministerios de educación.

Finalmente, el reporte plantea que la cuarta dimensión clave para la mejora fue guiar los procesos de mejora a través de la producción y utilización de datos descriptivos del funcionamiento del sistema educativo.

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Una medición rigurosa y al mismo tiempo socialmente empática de los resultados de aprendizaje es probablemente uno de los instrumentos de navegación más importante en un sistema educativo. Tener datos es sólo el inicio. Usarlos con transparencia para impulsar democráticamente procesos de mejora es fundamental.

De acuerdo con las estimaciones de McKinsey, si todos los sistemas educativos pudieran incorporar estos pilares en su forma de trabajar y mejorar al ritmo al que lo hacen aquellos países estudiados, se podría evitar la pobreza educativa en casi 350 millones de personas al 2050. Por supuesto, cada país deberá juzgar estas dimensiones según su presente, sus recursos disponibles y la circunstancia que atraviesa. No hay balas mágicas, cada país debe encontrar su propio camino.

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En la previa de la coyuntura electoral más grande de su historia, México requiere un debate con altura de miras y de expectativas respecto a su sistema educativo. Aunque caminando por la calle no se vea, la amenaza de la pobreza de aprendizaje pone en riesgo la democracia, la prosperidad, la paz social y las oportunidades que niñas, niños y jóvenes requieren para vivir con más bienestar.

Tomar en serio la discusión educativa, sacándola de las trincheras, las descalificaciones y también de las ocurrencias, es el primer paso para volver a soñar con una mejor educación para todas y todos.

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Fuente : EL HERALDO

redaccionqroo@cambio22.mx

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