JuanJo Sanchez / CAMBIO 22

¿Qué pesa más: la forma o el fondo? En Quintana Roo, la cultura parece responder con inauguraciones, fotos y eventos mediáticos, mientras lo que realmente sostiene la identidad cultural —museos, casas de cultura, bibliotecas y artistas— sigue abandonado. La escena luce impecable en redes y medios, pero detrás del telón la historia es otra: proyectos inconclusos, prioridades dispersas y promesas que se evaporan antes de llegar a quien realmente las necesita. Y como ya sabes que Mi Pecho No Es Bodega en estas líneas Te Lo Cuento.

En medio de este escenario, el Instituto de la Cultura y las Artes (ICA) solicitó un aumento del 50% en su presupuesto para 2026, proyectando 273 millones de pesos, junto con un incremento del 200% en el Fondo Federal para Pueblos Originarios. La justificación oficial: proteger el patrimonio y fortalecer la cultura. El problema no es la necesidad de recursos; el problema es que la institución no ha demostrado capacidad para administrar lo que ya tiene. Pedir más dinero sin claridad sobre lo ejercido previamente no es gestión: es cinismo institucional con disfraz de planificación estratégica.

La comparecencia de la directora, Lilián Villanueva Chan, evidenció lo que todos sospechaban: la forma domina sobre el fondo. Videos musicales, presentaciones visuales y enumeración de proyectos sin cifras ni indicadores claros sirvieron para impresionar, no para informar. La rendición de cuentas se convirtió en espectáculo, mientras la justificación del aumento presupuestal se sostenía sobre lo estético, no sobre la eficacia real.

Exhiben audios de Lilian Villanueva extorsionando a un medio de comunicación

El incremento solicitado refleja un patrón preocupante: la prioridad no está en fortalecer la cultura real, sino en presentar proyectos llamativos que llenan titulares y redes sociales. Se anuncian inauguraciones y equipamiento de espacios, pero no estrategias sostenibles ni resultados medibles. El ICA pide más dinero, pero no garantiza que esos recursos resolverán problemas que se arrastran desde años atrás. La solicitud parece diseñada para impresionar a terceros, no para mejorar la vida cultural del estado.

Los diputados, cómodos en su papel de espectadores, replicaron el guión de siempre: aplausos y felicitaciones, evitando cuestionar el fondo de la solicitud. Solo José Luis Pech Várguez intentó tímidamente abrir un espacio crítico, señalando la falta de transparencia y la ausencia de iniciativas estratégicas, pero la respuesta fue evasiva y defensiva. Queda claro que la cultura en Quintana Roo se sostiene más sobre apariencias que sobre resultados tangibles.

El incremento presupuestal solicitado no se justifica solo por la magnitud del patrimonio o la urgencia de mantenimiento; se justifica porque la institución ha convertido el gasto en espectáculo. Los recursos públicos se priorizan para lo que se ve y se difunde, mientras lo que no genera fotos ni titulares queda en el abandono. Cada peso adicional sin un plan de acción claro será un recurso que alimenta la percepción, no la cultura.

Más alarmante aún es el impacto de esta estrategia sobre la credibilidad institucional. La ciudadanía observa el contraste entre anuncios y la realidad: edificios deteriorados, artistas sin estabilidad, programas sin continuidad y patrimonio histórico que se cae a pedazos. La solicitud de aumento presupuestal, en este contexto, no es una necesidad: es una maniobra de legitimidad, un intento de comprar confianza mientras la gestión real permanece inalterada.

La cultura verdadera no necesita inauguraciones mediáticas ni fotos para redes sociales; necesita gestión seria, números claros y resultados concretos, no circo barato. Mientras eso no ocurra, cualquier aumento presupuestal será un atraco a la inteligencia, un saqueo al patrimonio y un insulto a la sociedad. Cada peso extra aprobado se convertirá en cómplice del despilfarro, en instrumento para tapar la mediocridad, en recurso para engordar egos y alimentar la arrogancia de quienes manejan la cultura como un juguete. Que quede claro: no estamos pidiendo más luces ni más aplausos, estamos exigiendo responsabilidad, y si eso ofende, que ofenda. La cultura no es espectáculo, y quienes la tratan como tal deberían temer que la historia los juzgue por el daño que han causado al patrimonio y al futuro de Quintana Roo.

 

 

 

Fuente: Facebook

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