• Aseguran que hay más desaparecidos y las perdidas económicas son cuantiosas

 

  • La disputa del territorio entre Los Caro Quintero y los hermanos Coronel Medina, han incendiado la zona Sur de la entidad.

 

Renán Castro Madera/CAMBIO 22

Fueron más de 50 pistoleros que ingresaron al Gallito, pero antes ya lo habían hecho en otros poblados, dice “Don Roque”, un habitante de la zona que para guardar su integridad no aportaremos mayores datos sobre el.

Quemaron más de cinco casas, incendiaron cerca de 10 vehículos y se llevaron un indeterminado número de personas.

Nosotros estuvimos escondidos en el monte y como se iban uniendo otros habitantes que lograban salir del pueblo, contaban el horror que vivieron durante más de cinco horas que duró el ataque.

Los cuerpos de seguridad asentados en Quintana Roo, han minimizado el grave incidente y han dejado a su suerte a más de tres mil pobladores que lograron salir de al menos cinco comunidades cercanas al Gallito.

Las cifras oficiales no cuadran con la realidad, pese al manejo de cifras y el decomiso de algunas granadas, cartuchos y armamento que pertenecía a algunos pobladores que abandonaron en el lugar tras ser levantados por sicarios pertenecientes al Cártel de Caborca.

Los pobladores que lograron escapar aseguran que en la zona se han llevado a más de 20 personas.

Aunque reconocen que desconocen con exactitud la Cifra de personas que fueron privados de su libertad por el Cártel de Caborca.

La situación es grave y caótica se han dividido a familias y otras tantas han perdido a varios miembros.

El testimonio de “Don Roque” exhibe las maniobras de los tres niveles de gobierno para esconder la gravedad de la situación que atraviesan las comunidades rurales de los municipios de Bacalar y Othón Pompeyo Blanco.

Venían con armas muy potentes con las que rociaron las casas de la gente que trabaja para los hermanos Coronel, prosigue “Don Roque” con su relato.

Dice que logró salir del infierno, apoyado por familiares con quienes huyó a la selva con rumbo al municipio de José María Morelos, en la búsqueda del poblado de Tihosuco.

Los comandos del Cártel de Caborca, portaban un poderoso arsenal que según mencionan los pocos habitantes que lograron esconderse o bien, no salir de su casa en tanto cometían los ataques a las propiedades de Los Coronel y de quienes les prestan sus servicios al Cártel de Sinaloa.

“Don Roque” asegura que en las últimas semanas el Cártel de Caborca ha levantado a más de 20 personas de los poblados adyacentes a El Gallito.

Los habitantes desplazados aseguran que la purga que ha costado la vida a más de tres efectivos de la policía estatal es consecuencia de esta misma guerra.
Los Caro Quintero, han ejecutado a policias que le brindaron apoyo al Cártel de Sinaloa y la familia Coronel.

La familia Caro Quintero, quiere la muerte de los cinco hermanos Coronel Medina, sobrinos del desaparecido Ignacio “Nacho” Coronel Villarreal, fundador del Cártel de Sinaloa.

Los muertos de esta guerra cuando aparecen por lo general están descuartizados y embolsados, son muertes que nadie registra y los familiares poco interés tienen en denunciar, pues saben que tanto los Fiscales como los cuerpos policiacos gran parte de los mismos están al servicio de las bandas en disputa.

A nuestros muertos lo único que nos queda es llorarlos y rezarlos, no tenemos derecho a nada más.

Para ellos todos somos sospechosos y para los policías o el Ejército más.

Aquí ninguna alta autoridad nos visita ahora ni en tiempos de campaña, los que imponen autoridades son los criminales, dice Don Roque.

Miguel Alemán, Rio Verde, Nuevo Tabasco, Nuevo Canaan y Francisco Villa, son poblados en donde viven los integrantes del Cártel de Sinaloa y que se han reagrupado a través de los hermanos Coronel Medina, mismo que habitan en Rio Verde y El Gallito, en la parte serrana del municipio de Bacalar.

El alcalde de Bacalar, José Alfredo Contreras Méndez “El Chepe”, recién reelecto en el cargo, sospechosamente ha desaparecido de la zona y lo mantienen protegido por una veintena de elementos policiacos, desde que ejecutaron a dos sobrinos de los hermanos Coronel.

Los Caro Quintero, culpan al reelecto de haber permitido el reagrupamiento del Cártel de Sinaloa en la zona rural del municipio, inclusive los dos ejecutados miembros de la familia Coronel, eran parte de su equipo de trabajo.

La disputa de ese territorio es valioso, su lejanía y nula atención de las autoridades la han convertido en el sitio seguro para el aterrizaje de aeronaves cargadas de cocaína sudamericana.
Ahí funcionan al menos cinco pistas aéreas clandestinas en los linderos de la frontera estatal con Campeche.

La familia Coronel ha dominado esa zona desde la administración de Mario Villanueva Madrid y han alternado su apoyo al Cártel de Sinaloa; hoy apoyan a la facción de Ismael el Mayo Zambada, según informes de autoridades federales.

Los hermanos dirigidos por Lázaro Coronel Medina, así como Evaristo, Leopoldo, José Guadalupe y Armando, por algún tiempo trabajaron paralelamente con el Cártel de Caborca, en la administración del hoy embajador de Canadá, Carlos Joaquín González.

Lázaro coronel Medina jefe operativo.

Evaristo Coronel Medina

    Leopoldo Coronel Medina

José Guadalupe Coronel Medina

Armando Coronel Medina

No había permiso para enfrentamientos, se dividieron la zona rural de Othón P. Blanco, para la familia Caro Quintero y los Coronel Medina, con la de Bacalar.

Algo propició la ruptura, que para “Don Roque”, tiene poca importancia pues se dice totalmente ajeno a la batalla que se libra en la zona; en nada pueden beneficiarle y si perjudicarle, pues su escaso lote de ganado bovino que no llega a los 50 ejemplares apenas le permiten subsistir.

La ruptura ocurrió a principios de este sexenio, los bandos se dividieron y empezaron las masacres, Don José Gil Caro Quintero líder de Los Caborca, decidió desmantelar la célula de los Coronel y para ello ocupó a varios jefes policiacos para lograr su cometido. O al menos intentarlo y librar una guerra con la mayor ventaja por el control del municipio de Bacalar.

“Don Roque” pese a su discreto hablar en el tema, no es ajeno a las disputas territoriales de los grupos criminales, sin embargo a lo largo de más de 30 años de cohabitar con esas bandas criminales se acostumbró a convivir sin mezclarse o participar en las mismas, según relata a regañadientes.

Hoy, también llora a sus muertos, sufre por la incertidumbre de estar lejos de su hogar y sin contar con el apoyo del gobierno.

Sabe bien y conoce mejor los ruidos de las avionetas que aterrizan hasta tres por semana en la zona de Miguel Alemán.

El día del arribo, los encierran en sus casas desde las siete de la tarde, saben que nadie de los que no participan en el operativo de recepción de cargamentos puede transitar por el área, tienen prohibido salir de sus hogares.

El toque de queda concluye a las siete de la mañana del día siguiente; la necesidad los obligó a acostumbrarse.

Pueden volver a la normalidad cuando se han levantado los mecheros y bidones dónde abastecen a la aeronave que prosigue su vuelo a un destino desconocido, luego de depositar su valiosa carga.


Las pistas las vuelven a esconder con técnicas rudimentarias y apoyados con la maquinaria que utilizan los menonitas asentados en la zona.

Todos los saben, esas pistas clandestinas se han construido con la maquinaria de los menonitas y en ellos sus campos contrastan con la miseria en que se desarrolla el productor mexicano.

Están abandonados por las autoridades, ningún cuerpo policíaco se atreve a circular por la zona, so pena de ser tableado por los grupos que se encuentran en los retenes diseminados en gran parte de las carreteras vecinales y de caminos saca cosechas para evitar la intromisión de gente ajena a la zona.

En ese alejado lugar dice Don Roque:

“hasta el viento tiene miedo”… parafraseando una vieja película mexicana de terror.

Nadie puede vivir en paz y la vida además de tornarse peligrosa ha generado una burbuja inflacionaria a raíz del encarecimiento de los productos básicos que se consumen, pues las grandes abarroteras las que se arriesgan a viajar por la zona tienen que pagar un derecho de tránsito.

Es un secreto a voces las actividades criminales que se desarrollan en el lugar y se acrecentaron más desde la pasada administración que encabezó Carlos Joaquín González.

Su titular en la Secretaría de Seguridad Pública Jesús Alberto Capella Ibarra, ordenó desmantelar las bases o partidas que funcionaban en esa zona de la entidad.

Por desconocimiento o complicidad las cerca de 12 partidas policiacas que funcionaban en los dos municipios sureños fueron abandonadas y desmanteladas, sin ofrecer explicaciones pese al millonario presupuesto que asignaron al rubro de seguridad pública.

Hoy, el ataque al poblado de El Gallito, es una muestra clara de la negligencia criminal del accionar de las autoridades de los tres niveles de gobierno, quienes poco les importa el destino de más de tres mil habitantes y prefieren esconder la realidad y sumarse a la complicidad que prevalece en un gran número de jefes policiacos y políticos encargados de los destinos de los municipios asentados en la zona Sur de Quintana Roo.

 

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