• Más de 900 enterramientos rescatados en la ruta del Tren Maya serán analizados para descubrir las causas del colapso de la civilización maya mediante estudios osteológicos y genómicos.

 

Redacción / CAMBIO 22

Una de las mayores incógnitas del mundo prehispánico es el colapso de la civilización maya. Ocurrió hace casi 13 siglos y aún es un misterio, aunque los expertos han sugerido que la causa inicial pudo ser la falta de alimento, las guerras intestinas o la llegada de grupos rivales que los desplazaron.

Sin embargo, esa incógnita será despejada en los siguientes años con el estudio de los más de 900 enterramientos rescatados en la ruta del Tren Maya, los cuales ya son analizados por el equipo que encabeza Arturo Talavera, coordinador de las secciones de Bioarqueología de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, a los que se aplicarán estudios osteológicos y genómicos.

Dichos estudios, expone el investigador, harán hablar a los huesos de esta colección osteológica única en México, integrada por osamentas de hombres, mujeres y niños provenientes de Campeche, Yucatán, Tabasco, Quintana Roo.

“A través de estos estudios se podría ver si hubo migraciones, hacia dónde ocurrieron, si tienen los mismos ancestros, si proceden de Guatemala, Belice, Tikal o si fueron grupos que migraron del centro de México. Todo eso con los estudios se llevan a cabo para resolver esas incógnitas de lo que se ha denominado el colapso maya”, dice Arturo Talavera a Excélsior.

De entrada, los primeros indicios que ha aportado esta colección osteológica indican que los antiguos mayas padecieron osteomielitis y periostitis, es decir, infecciones de la médula a causa de traumatismos, fracturas o infecciones severas. Además, los investigadores han detectado rastros de hiperostosis porótica y de cribra orbitalia, que son enfermedades en el cráneo y en el techo de las órbitas oculares.

Estos padecimientos, abunda Talavera, “están asociados a problemas de desnutrición, a una alimentación no balanceada y a la falta de producción de glóbulos rojos, por lo que están asociados a malnutrición y anemia”.

Hasta el momento, la DAF ha analizado 350 de los 900 entierros y se aclara que la importancia de esta colección radica en que la mayoría de las osamentas fueron recuperadas de unidades habitacionales prehispánicas, “es decir, de la gente que elaboró la cerámica, la lítica, las grandes construcciones y las pirámides del mundo maya.

“Porque de esta área siempre se habla de la Reina Roja, de Pakal o de los gobernantes Pájaro Jaguar y Escudo Jaguar, de Yaxchilán. Pero en esta ocasión se recuperaron y se estudian enterramientos de unidades habitacionales y de centros ceremoniales, es decir, de gente del pueblo”, explica.

Cabe señalar que los restos analizados corresponden a los primeros dos de los siete tramos (del Tren Maya), donde se ubicaron los mejor conservados, debido a que en el resto de la ruta abunda el material calizo o calcáreo, que degrada el hueso.

¿Cuánto tiempo destinarán a la primera parte del estudio? “El proceso de limpieza y restauración, así como el análisis para determinar sexo, edad, género, sus rasgos patológicos y sus características culturales (como deformación craneal o dentaria) llevará entre seis y ocho años”, aunque reconoce que difundirán avances periódicamente.

¿Después de eso vendrá el estudio de ADN? “Exactamente, y para hacer el estudio genético se utiliza el hueso petroso, que se encuentra dentro del cráneo, que es tan duro como una piedra; y dentro de éste hay una canica de hueso que se llama cóclea de la que se extrae el ADN”.

YA HABÍA SÍFILIS

Talavera también detalla que, como parte de las primeras indagaciones se concluyó que algunas osamentas tienen rastros de osteomielitis, asociada a problemas de treponematosis, es decir, a sífilis endémica, lo que derribaría la idea de que dicha enfermedad fue traída por los europeos a Mesoamérica.

¿La sífilis no es una enfermedad que trajeron los españoles? “No es así. Se había planteado eso porque no había las nuevas tecnologías, pero en este caso contamos con los estudios genómicos, que anteriormente estaban limitados y eran costosos. El dato de la genética no miente y se ha comprobado que antes de la llegada de los europeos ya existían esas patologías en América y en México”, concluye.

 

 

 

Fuente: Excelsior

redaccion@diariocambio22.mx

AFM/ AGF

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