Los Retratos Reales más Inusuales en la Historia del Arte
25 May. 2024
Redacción/ CAMBIO 22
La Casa Real británica acaba de dar a conocer el primer retrato oficial de Carlos III como monarca, una obra arriesgada que no ha dejado a nadie indiferente: “Desastre estilístico”, “el peor retrato que he visto en mi vida”, son algunos de los comentarios vertidos ante la contemplación de la pintura. Ante la sorpresa y el revuelo provocados, su autor, Jonathan Yeo, declaró que él pretendía que hiciera referencia “a las tradiciones del retrato real, pero de una manera que reflejara una monarquía del siglo XXI”.
Ciertamente la pintura se aleja de los cánones tradicionales del retrato real y los más puristas pueden argumentar que la obra de Yeo “evidencia el deterioro y la falta de respeto entre la opinión pública que han alcanzado los retratos oficiales”, como sostiene un teórico del arte. Pero lo cierto es que este no ha sido el primer retrato regio que se ha salido de la clásica imagen real, augusta, decidida y digna.
Durante siglos, algunos de los más insignes gobernantes de la historia han sido retratados en una pose digna de su autoridad –ganada por derecho divino–, pero también de manera que causaría estupor al cortesano más adulador. En esta lista aparecen algunos de los retratos reales más famosos de la historia, que han servido de modelo a pintores de cámara de todas las épocas y también imágenes insólitas, cuyos autores lejos de ser castigados por su “insolencia”, fueron felicitados y recompensados por su trabajo. Una lista que se inicia hace milenios, con los bustos del faraón Akenathon y su esposa Nefertiti e incluye artistas tan reconocidos como Tiziano, Diego Velázquez o Francisco de Goya.

El faraón “alienígena”
Este coloso de Akenatón muestra al faraón del siglo XIV a.C. con un rostro amorfamente alargado de pómulos exageradamente marcados y enormes labios, y una barriga y caderas extremadamente redondeadas. Durante su reinado, Akenatón removió los cimientos de la religión declarando el monoteísmo, fundó una nueva capital de la nada, Amarna, y cambió por completo los milenarios conceptos del arte egipcio lleno de simbolismos. El llamado estilo de Amarna acentuaba los rasgos femeninos (pechos, vientre y caderas redondeadas). La figura “afeminada”y alargada del faraón forma parte de un marco simbólico que tres milenios después nos cuesta interpretar, pero sin duda no se debe a una realidad física, ya que las momias de la familia real no mostraron que sus miembros sufrieran ningún tipo de deformidad parecida.

El pequeño Tut
La llamada cabeza de Nefertum es una de las piezas más destacadas del ajuar funerario de Tutankamón. Representa al hijo de Akenatón emergiendo de una flor de loto como el sol naciente del alba y es uno de los ejemplos paradigmáticos de la llamada “herejía de Amarna”. En la imagen sobre estas líneas se aprecia perfectamente la grotesca deformidad del cráneo del faraón niño y otro aspecto característico de este insólito estilo artístico, las arrugas en el cuello. Su hallazgo está envuelto en el misterio, Howard Carter no registró su descubrimiento y la dejó “olvidada” en un almacén perfectamente embalada lo que disparó las sospechas sobre las intenciones de Carter, que siempre negó que su intención fuera expoliarla.

La reina tuerta
Entre las imágenes reales más icónicas de la historia se encuentra este busto de la esposa de Akenatón, la reina Nefertiti. Realizado en el taller del escultor Tutmés, el busto prescinde de las “excentricidades” del estilo de Amarna y retrata a la reina según un canon más clásico. Pero un detalle salta a la vista, a la reina le falta un ojo. Este elemento nunca se llegó a realizar y no porque la reina fuera tuerta o porque el artista sufriera un imperdonable olvido, sino porque este retrato no era una obra de arte. Se trataba de un modelo de trabajo para hacer los retratos oficiales de la reina que no debía trascender del ámbito del taller.

Emperador prognato
Carlos V en la batalla de Mühlberg es el retrato ecuestre más famoso de la historia. Representa a un brillante general, vencedor en la contra sus enemigos protestantes y a un magnánimo gobernante de un heterogéneo imperio. Tiziano Vecellio retrató al emperador en pose augusta sin esconder una defecto físico que lo torturaba, su prognatismo. Carlos V tenía una mandíbula inferior desmesuradamente grande de la que Gaspar Contarini, embajador de Venecia, decía, “es tan ancha y tan larga, que no parece natural de aquel cuerpo”. En la gran mayoría de retratos, posaba con la boca entreabierta, puesto que, como reflejaba también Contarini “no puede, cerrando la boca, unir los dientes inferiores con los superiores”, lo que convertía sus comidas en un suplicio y le afectaba a la hora de hablar: “balbucea alguna palabra, la cual por eso no se entiende muy bien”.

Rey obeso
Enrique VIII, el rey inglés que rompió con la Iglesia católica y decapitó a varias de sus esposas era una persona exageradamente obesa, como dan fe algunas de las enormes armaduras que se conservan en la Torre de Londres. A mediados del siglo XVI, Hans Holbein realizó un retrato que mostraba al rey en toda su “grandeza”, destruido en un incendio en 1698 pero del que se conservan múltiples copias y versiones (como la que se reproduce arriba) que demuestran la buena acogida que tuvo, también por parte del monarca. Otro detalle que no pasa desapercibido es la enorme bragueta que sobresale enhiesta entre su ropa. Un símbolo de la fortaleza, masculinidad y autoridad para ostentar el poder del monarca que parece lucirla con orgullo.

Fuente: National Geographic
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