Redacción/CAMBIO 22

Desde el Hombre Polilla, el Gato Wampus y el Cuervo Burlón hasta los Monstruos de Grafton y Flatwoods, los montes Apalaches están repletos de criaturas sobrenaturales. TikTok está inundado de historias de #hauntedappalachia. Y mucha gente cree que el alto índice de fenómenos misteriosos en los Apalaches, una cordillera de Norteamérica de 3200 kilómetros que abarca desde Terranova (Canadá) hasta el norte de Alabama (Estados Unidos), se debe a su antigüedad geológica.

¿Cómo de antiguos? Más que los anillos de Saturno. Más que la capa de ozono. Más que los organismos que se reproducen sexualmente. Lo bastante como para recordar cuando los días en la Tierra duraban menos de 24 horas. Las rocas del núcleo de los Apalaches se formaron hace casi 1200 millones de años, cuando todos los continentes aún eran uno.

“Hace unos 750 millones de años, el supercontinente empezó a adelgazar y a separarse como un caramelo caliente debido a la expansión de la corteza continental”, explicó  elocuentemente Sandra H.B. Clark, geóloga investigadora del Servicio Geológico de EE. UU., en la historia del nacimiento de los Apalaches meridionales. Cuando los continentes acabaron por separarse, una profunda cuenca desde las Carolinas hasta Georgia, en Estados Unidos, se llenó de agua de mar (el resto de la cordillera se desplazó hasta convertirse en las Tierras Altas de Escocia, en Reino Unido).

Durante los millones de años que siguieron, los ríos acumularon sedimentos en el fondo de la cuenca, mientras los volcanes entraban en erupción. Entonces, los continentes decidieron cambiar de dirección y chocaron entre sí, provocando terremotos y erupciones de roca fundida. Fue una época intensa y volátil, pero creó una cadena montañosa fantásticamente única que, aunque topográficamente es reacia a los cultivos, presume de una diversidad ecológica sin parangón.

Un ecosistema lleno de vida

Según la ecóloga de los Apalaches Elizabeth A. Byers, esta topografía “crea un gran número de nichos ecológicos con diferentes elevaciones, pendientes, aspectos, temperaturas y precipitaciones. Estos nichos se han ido llenando poco a poco de especies especialmente adaptadas a sus entornos”.

En algunas zonas, las especies han tenido decenas de millones de años para migrar y especializarse, “llenando por completo cada nicho ecológico”.

Byers (científica principal de Appalachian Ecology, una consultora medioambiental) señala que se puede “pasear por los bosques y humedales y encontrar especies inusuales de rara belleza o fascinación. ¿Qué puede ser más emocionante que toparse con una drosera carnívora de hoja redonda, con sus tentáculos rojos brillantes de néctar pegajoso? ¿O encontrar los agujeritos donde una ardilla voladora del norte ha bajado de los árboles para cavar en busca de falsas trufas la noche anterior?”.

Una de las razones por las que la región está tan plagada de leyendas sobrenaturales no es sólo que las montañas sean antiguas, sino también que siguen pareciendo antiguas. Como gran parte de los Apalaches no ha sido apenas habitada por los humanos, mucha de esa antigua biodiversidad sigue con nosotros, explica Byers: “Los magníficos hábitats que aún no han sido borrados por la civilización abarcan desde oscuros y brumosos bosques de abetos rojos hasta bosques de robles en capas, desde pantanos de arce plateado a lo largo de los grandes ríos hasta turberas de algodoncillo en las altas mesetas”.

¿Podría haber monstruos entre estas antiguas especies que aún ocupan esos nichos? Es divertido imaginarlo. A menudo, las posibilidades se presentan con estruendo. Estas antiguas montañas son un caldo de cultivo perfecto para todo tipo de sensaciones espeluznantes, ya que su edad es casi palpable, dice Úrsula Vernon, una exitosa autora afincada en Carolina del Norte cuyas escalofriantes novelas de terror (escritas bajo el seudónimo de T. Kingfisher) se localizan en gran medida en los Apalaches.

“Su gran antigüedad confiere a las montañas un aspecto desgastado y retorcido, lleno de huecos oscuros y pliegues profundos en la tierra”, observa Vernon: “Hay lugares en los que puedes pararte y sentir la edad de las montañas presionándote como una pesa”.

La densidad de las leyendas está relacionada con la densidad de la naturaleza de la zona, que no se parece a nada a lo que la mayoría de nosotros estemos acostumbrados. En los Apalaches, “es fácil sentirse abrumado por la grandiosidad de la naturaleza debido a la intensa saturación del paisaje natural”, afirma el reputado folclorista Carl Lindahl, de la Universidad de Houston.

Lindahl describe las investigaciones del psiquiatra social Robert Coles, ganador de un Pulitzer, en las que pedía a los niños que dibujaran cómo era su hogar: “Una y otra vez, entre los niños de los Apalaches (y sólo los niños de los Apalaches) el hogar era el paisaje natural”, dice Lindahl. Los niños dibujaban casas “absolutamente empequeñecidas por la naturaleza”. Algunos incluso dibujaban sólo las montañas y los bosques, lo que subraya la sensación de que en los Apalaches la naturaleza es increíblemente imponente.

“Hay algo en un paisaje así que te hace humilde y te da a entender que hay algo muy grande ahí fuera, y que tiene muchísimo poder”, dice Lindahl. “La naturaleza es la puerta de entrada a lo sobrenatural. No se puede tener lo sobrenatural sin lo natural”.

Folclore de montaña

Los mitos y leyendas han sido durante mucho tiempo una forma de explicar lo inexplicable del mundo natural. Los lugares se convierten en participantes activos en la creación de escenarios sobrenaturales una vez que se impregnan de leyendas. Islandia tiene un nombre para estas zonas: álagablettir, “lugares encantados”.

Aunque los montes Apalaches son bastante anteriores al concepto de lengua, desde que hay gente allí, ha habido historias. La roca de Judaculla es un peñasco de esteatita de 240 metros cuadrados en los Apalaches que está cubierta de más de 1500 petroglifos, el más antiguo de los cuales data de hace unos 4000 años. Según la mitología cherokee, la zona es el dominio del señor de la caza, un gigante que ronda la tierra y la protege de la caza excesiva.

Como ilustra este mito, las historias a veces tienen un propósito más profundo; están pensadas para algo más que una estimulante sacudida de miedo. Leslie J. Anderson, autora y poetisa de novelas de terror afincada en Ohio y copresentadora del podcast The Cryptonaturalist con su marido Jarod, cree que los cuentos espeluznantes son una forma estupenda de advertir a la gente del peligro de una forma que escuchen.

“No quiero decirle a mi hijo pequeño que no puede jugar junto al acantilado porque podría caerse y tener una muerte horrible, pero ambos podemos reírnos de los gremlins que podrían morderle los dedos de los pies junto al borde del acantilado y no vuelve a acercarse”, explica Anderson. “Olvidamos lo peligrosos que son los bosques, los pantanos y los acantilados”.

Señala que “Cuidado con el hombre lobo” puede ser un sustituto más eficaz de “Ten cuidado”.

O quizá los Apalaches se han ganado todas las leyendas que les hemos atribuido (y más) porque han existido el tiempo suficiente para ser testigos del desarrollo de la mayor parte de la vida en la Tierra. Las sombras y los crujidos de los bosques son pasto natural del miedo, sobre todo si no se está acostumbrado a ellos, pero entre los que saben, los Apalaches son otra bestia completamente distinta.

“En los Apalaches, con todas las hondonadas y laderas densamente arboladas, los pequeños manantiales que surgen inesperadamente de oscuros agujeros y desaparecen de nuevo, ése es un paisaje lleno de cosas ocultas. Es un lugar donde el Diablo puede pasear y luces extrañas pueden llevarte por mal camino, donde puedes ver algo que parece un ciervo pero no se mueve como un ciervo”, dice Vernon. “Es terreno abonado para el miedo. Pero la gente sigue teniendo que vivir aquí, así que nos llegan historias sobre qué hacer cuando te encuentras con el Diablo o con el no ciervo, y los cuentos con moraleja sobre lo que le pasó a la gente que no hizo lo correcto. Es un terreno infinitamente fértil para los narradores, eso seguro”.

 

Fuente: National Geographic

redaccionqroo@diariocambio22.mx

HBS

WhatsApp Telegram
Telegram