Las iniciativas de la camarada de López Obrador y la forma como su hija, la secretaria, despachaba en Bucareli, con largas ausencias, despotismo, maltrato y, sobre todo, una notoria impericia en la negociación política, llevó al guardia rojo más influyente de todos, Jesús Ramírez Cuevas, operador político y a la vez de vocero presidencial, jefe de la propaganda de Palacio y autor intelectual de los abusos y excesos contra medios y periodistas en las mañaneras, a observar la poca conveniencia de que les estuvieran abriendo tantos espacios.
López Obrador pareció no escucharlo, pero lo hizo. Después de la votación en el Senado sobre la primera terna propuesta por el Presidente, donde Bertha Alcalde Luján quedó a cuatro votos de alcanzar la mayoría calificada para ser ministra, su hermana, la secretaria, pidió cita con López Obrador, con el único propósito de pedirle un respaldo más claro y sólido para ella. El Presidente la bateó, y le dijo que ya era suficiente lo que había hecho, para empezar, incorporarla a la terna. El triunfo fue de Ramírez Cuevas, la voz de los guardias rojos en el oído del Presidente.
Pero no hay que engañarse. Los guardias rojos tienen la fuerza prestada por el Presidente, que es tanto o más fundamentalista que ellos. Batres es el ejemplo de ello. La hermana del jefe de Gobierno interino de la Ciudad de México, Martí Batres, responde fielmente al pensamiento y los objetivos que tiene López Obrador para la Suprema Corte. Lo dijo desde su intervención en el primer proceso para seleccionar ministra.
Desde la tribuna del Senado, repitió los objetivos de López Obrador: que los ciudadanos elijan mediante el voto a sus ministros; el Poder Judicial está invadiendo las atribuciones de los poderes Legislativo y el Ejecutivo; tienen salarios muy altos y muchos privilegios; deben desaparecer los 13 fideicomisos del Poder Judicial. Ningún perfil como el de ella para ser un caballo de Troya en la Suprema Corte. Batres no es constitucionalista, como tampoco lo es Alcalde Luján, lo que es irrelevante para el Presidente, que no quiere quien defienda la Constitución, sino que le responda a él. Los matices entre las dos eran notorios, y aunque las dos son incondicionales de López Obrador, quien mejor respondía a sus planes era Batres.
Fue la pieza de los guardias rojos, en alianza con el jefe de Gobierno, quien, sin embargo, no fue el actor central del cabildeo por su hermana. De hecho, el Presidente, pese a haber luchado en las calles con él a su lado, le tiene desconfianza, como también Sheinbaum.
La candidata presidencial podría haberse sentido bien con las dos, al conocerlas y haber trabajado con ambas durante varios años. Sin embargo, era Batres quien mejor se acomodaba al fundamentalismo de los guardias rojos, que han seguido acotando el espacio de maniobra de Sheinbaum, que podría traducirse en condicionamientos durante su campaña o negociaciones onerosas con ese grupo. Por encima de todos se encuentra López Obrador, que pese a las declaraciones públicas melosas hacia su candidata, quien es su correa de transmisión, incluso con Sheinbaum, es Ramírez Cuevas, que como el resto de los guardias rojos, le jugó a las contras en la selección de candidato para el gobierno de la Ciudad de México, donde el vocero presidencial fue la pieza clave para descarrilar a quien apoyaba la delfín, Omar García Harfuch.
La propuesta del Presidente para ser ministra, si bien importante en el contexto nacional, era irrelevante por cuanto a la correlación de fuerzas internas y en el entorno de López Obrador, donde quedó clara la creciente fuerza de los duros, y la influencia de los guardias rojos en las bases y las áreas donde se toman las decisiones.




















