Redacción/ CAMBIO 22

Tenía tan solo 10 años cuando, tras interpretar a Alexandra Alli Fowler en Another World, suspiró y dijo ante los medios que se consideraba una veterana promesa en el negocio. No le faltaba razón: con tres años ya era modelo, con seis había protagonizado decenas de anuncios y comerciales y antes de los 15 era una insignia de Disney y del cine norteamericano. En sus años dorados, Lindsay Lohan fue de todo menos mayor.

En 2004, justo cuando sopló las velas de su mayoría de edad, encumbró su carrera con Mean Girls. Luego siguieron una serie de papeles que, si bien no eran malos, fueron apagando su trayectoria hasta que ella decidió apartarse de Hollywood antes de que la industria, aquella industria de la que se decía ella misma veterana promesa, le comiera. De esta desaparición, así como de su regreso a la gran pantalla con Irish Wish, ha hablado para Bustle.

“Ojalá esa parte no hubiera ocurrido”

Ahora se asoma a aquella época y no ve sino a una niña rodeada de una presión profesional y mediática que hundía su pecho y apretaba sus pulmones. “Siento que parte de mi trabajo quedó eclipsado por los paparazzi quedó eclipsado por los paparazzi y todo ese tipo de cosas cuando era más joven, y eso es algo molesto. Ojalá esa parte no hubiera ocurrido”, dice de cómo la prensa influyó en aquel agobio.

La intérprete, que ahora tiene 37 años, achaca a esa presión el motivo de su distanciamiento de la industria. Se generó un seguimiento de su persona que trascendía su trabajo y, a medida que Lohan iba conociendo el mundo de la fiesta, los medios se centraron más en sus excentricidades que en su trabajo: “Siendo que tomó vida propia, por eso quise desaparecer. Me dije: ‘a menos que no haya una historia aquí, no se van a centrar sólo en mi trabajo’”.

Su decisión fue tajante y todavía hoy evita las intromisiones en su vida privada con estudiada rigidez y marca una distancia prudencial con los periódicos. Ahora es distinto, dice: “Las redes sociales son tan diferentes ahora que cuando yo era más joven, que todo el mundo tiene el control de su propia historia. No le presto mucha atención [a las revistas], tampoco leo las cosas que salen, porque sé como funciona, así que no tiene sentido”.

Lo hace muy consciente de a qué punto puede llegar la obsesión por ello. “Si te sumerges en esas cosas, te pierdes y pueden afectarte mucho”, se sincera. Ya pasó una vez. No habrá segunda ocasión.

Fuente: As mexico

redaccionqroo@cambio22.mx

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