Las “Perversidades” de la DEA para Encumbrir Capos Mexicanos a Modo
17 May. 2022
▶El investigador Carlos Pérez Ricart analiza el papel desarrollado y el fracaso en su mandato para detener el tráfico de drogas al país del norte
Armando Hernández/CAMBIO 22
La crisis por sobredosis de drogas en Estados Unidos refleja la magnitud de la epidemia que atraviesa el país, donde más de 107 mil personas murieron el año pasado por esta causa, obligando a un análisis sobre el papel que juega la Administración de Control de Drogas (DEA) en esta situación.
Para ello, el investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Carlos Pérez Ricart, habló con El Independiente sobre cómo la DEA no sólo ha fracasado en su mandato de detener el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, pues justo hoy se vive un problema de muertes por sobredosis en aquel país, sino que de este lado, su capacidad para influir en la toma de decisiones en la política de seguridad en México trajo consigo una espiral de violencia en nuestro país.

El papel de la DEA en México
Pérez Ricart describió que este contexto se da en dos dimensiones. La primera tiene que ver con su operación en México, como parte de la inteligencia (con fines de seguridad binacional). La otra dimensión tiene que ver con la forma en la que la DEA influye sobre la toma de decisiones de la policía, de la inteligencia y de propia seguridad instalada por el gobierno de México.
“El principal objetivo de la DEA es impedir que lleguen drogas a los Estados Unidos… es su mandato. Ahora bien, es una agencia que tiene diferentes oficinas también con intereses propios, donde se priorizan objetivos particulares y se siguen estrategias específicas”, explicó.
El especialista establece que las oficinas de la DEA en distintas partes de Estados Unidos y que envían también agentes a México, tienen intereses particulares, incluso, no siempre en la misma sintonía entre ellas.
“Digamos que la DEA en Calexico (frontera sur de California), quiere destruir a una célula del cártel de Sinaloa en Culiacán. Ese es su objetivo. Para ello, envía a gente, filtra información y hace un trabajo operativo y análisis para el objetivo. (En su estrategia) tiene que tejer ciertas relaciones (infiltraciones) con gente e informantes del cártel Nueva Generación. Por otro lado, digamos que, la oficina de Chicago está interesada en destruir una célula del Cártel Jalisco en Chilpancingo. Para ello envía agentes, trabaja con policías locales y establece relaciones en paralelo con informantes del cártel de Sinaloa”, describe.
“Entonces, lo que quiere la DEA de Calexico en Culiacán puede ser muy distinto a lo que está buscando la oficina de Chicago en Chilpancingo, incluso pueden ser cosas contrapuestas y contradictorias que luego puedan propiciar dinámicas violentas tanto en Chilpancingo como en Culiacán”.
“El tema es que no hay una estrategia hemisférica, no hay una estrategia como agencias de investigación, sino que muchas veces lo que hace una oficina no lo saben las demás y por tanto, hay intereses contrapuestos y cuyas víctimas finales son ciudadanos mexicanos, porque ellos (se justifican) bajo el propósito de detener el flujo de drogas de Estados Unidos, pero en última instancia no van a impedir el derramamiento de sangre en México, que están ocasionando precisamente las alianzas perversas que crean con diferentes informantes, con grupos, con policías y en general con el crimen organizado de México”, insiste Pérez Ricart.
“Pueden ser exitosos en un caso particular, incluso siendo exitosos en dos casos particulares, pero esa métrica (parámetro de éxito) se va a convertir en el fracaso mexicano. Insisto siempre con esta frase: la métrica de la DEA es el fracaso de México… ellos pueden tener sus metas de forma correcta y detener a los capos y probablemente con eso logran destruir grupos particulares. Sin embargo, a largo plazo eso no es funcional y a nivel nacional tampoco”, refirió de forma crítica.

Corrupción institucionalizada en México y la DEA
A principios de 2022, Transparencia Internacional presentó la edición 2021 del Índice de Percepción de la Corrupción (IPC); ahí México sigue siendo el país peor evaluado de los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE. En el G20, México ocupa la posición 18 de 19 países evaluados.
Sin embargo, Carlos Pérez Ricart va más allá, establece que en México se ha vivido una corrupción institucionalizada, “Entonces es un problema al que (la agencias como la DEA) se enfrentan, pero en esos contextos de violencia institucionalizada, de corrupción institucionalizada, no hay solución”.
“Al final se ha demostrado que todos los esfuerzos que hacen, los suplementos salariales, sistemas de entrenamiento, de verificación, es no solo insuficiente, sino que muchas veces se convierte incluso en una suerte de boomerang que los termina por acorralar, porque confían en gente que luego termina por ser corrompida o termina por generar acuerdos con grupos criminales de México amparada también por la DEA”, haciendo referencia a las Unidades de Investigación Sensibles (SIU por sus siglas en inglés), que durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se desintegraron.
Incluso, el mandatario dijo que la unidad antidrogas de la DEA se disolvió hace más de un año ya que se demostró que ese grupo de muy alto nivel estaba infiltrado por la delincuencia.

Pérez Ricart atiza más esa polémica, explicando que esos casos de corrupción se convierten en una forma de subsidiar a la criminalidad organizada “con gente que es que tú crees confiable”.
“Prácticamente todos los jefes de las unidades de investigación especializadas desde 1996 a la fecha, están muertos, presos o acusados de corrupción. (En varios casos) no sabemos muy bien quiénes son porque se mantienen muchos de estos nombres confidenciales, pero de quienes tenemos información son gente que ha sido asesinada o que se ha probado en cortes norteamericanas su pertenencia a la criminalidad organizada”, describe.
Bajo la idea de que nombres como el de Genaro García Luna, acusado en Estados Unidos por vínculos con el cártel de Sinaloa, no son en sí manzanas podridas, el investigador refiere que la guerra contra las drogas es una “locura que se repite desde hace 40 o 50 años, que cambia de nombres y personajes… pero no es que la gente sea culpable en sí, sino que al entrar a esta propia lógica, inevitablemente entra en un circuito del que casi es imposible salir. Muy poca gente logra salir de esto. Entonces es una estrategia completamente inoperante, absurda y obsesiva”, en otras palabras, el sistema corrompe a quien entra inevitablemente.
Sin embargo, establece que esa guerra se da por dos frentes, en Estados Unidos y en México, “Hay evidencia real sobre el momento en que la fragmentación de grupos criminales ha llevado más droga a Estados Unidos. La fragmentación de los grupos criminales lleva a nuevos liderazgos, a menudo violentos. Y esos liderazgos violentos siempre van a competir entre sí intentando rebajar el precio de la droga y van a aumentar la cantidad de droga”, explica.

“La mejor política de drogas es la que reduce al mínimo el problema de salud pública y reduce el problema de violencia que genera su cultivo, transporte y comercio. Lo óptimo es avanzar hacia políticas de regulación en Estados Unidos y en México”, detalla.
“Creo que debemos dejar de pensarlo a nivel nacional, sino también tenemos que pensar en el binacional. Y aquí la DEA es otra vez un actor que se opone constantemente y de manera sistemática a una reforma política de drogas en Estados Unidos. La agencia sigue siendo una suerte de enclave autoritario que impide transitar hacia una reforma global”, critica.
Violencia, drogas y capos, la justificación de la DEA
A decir del investigador, en la DEA impera una cultura organizacional y que incentiva este tipo de comportamiento, que incentiva este tipo de paradigmas y este tipo de políticas. Y también opera una economía política perversa, “Es decir, si la existencia de tu organización depende de confiscaciones, agarrar capos aquí y allá… de la criminalidad organizada, difícilmente vas a poder salir de esa propia lógica”.
“Hay que cambiarle las métricas a la DEA. En cambio, si te empieza a importar el número de gente que tiene problemas reales de droga, probablemente vas a enfocar mucho más en la demanda y menos en la oferta”, explica.
“Entonces no es que sean malos, sino que hay una inercia burocrática y perversa de la DEA. Además de eso, es una agencia bajo la que no existe control legislativo. Entonces tú tienes el Congreso de los Estados Unidos incapaz de hacerle rendir cuentas a la agencia, porque justamente se ve mal pedirle cuentas a una agencia que se dedica a salvar a América del demonio de las drogas. Entonces este tipo de agencias, no solamente la DEA, sino agencias de seguridad y de inteligencia, por lo común carecen de mecanismos de regulación”, relata.
Incluso, el especialista va más allá, luego de que hace apenas unos días DEA lanzó una nueva campaña de recompensas millonarias, sobre todo en momentos en que sus operaciones están siendo acotadas en México. Entre ellos Rafael Caro Quintero, por quien se ofrece hasta 20 millones de dólares para dar con el capo.
Tomando como referencia este nuevo anuncio, Carlos Pérez Ricart mencionó que no es la narcocultura la que encumbró a los grandes capos, “Sino son las agencias norteamericanas quienes hacen a Félix Gallardo o el “Chapo” Guzmán. La DEA es de los principales promotores (de estas figuras de narco), de la de la mitificación de personajes de la criminalidad organizada en México”.

Desaparición de las SIU y su golpe a la DEA… por ahora
El SIU grupo era una de las unidades de investigaciones especiales que operaban en unos 15 países para desmantelar redes de contrabando y atrapar a capos de la droga en todo el mundo, sin embargo, desde 2021 una de sus unidades fue disuelta en nuestro país.
Tras el anuncio de su desintegración en México, Carlos Pérez Ricart analiza el impacto que representa a la agencia norteamericana, aunque reconoce que no significa el final de la DEA en el país.
“Al haberse disuelto esta corporación termina el mecanismo, la herramienta con la cual la DEA era capaz de dirigir operaciones en México. Recordemos que la, por ejemplo, penúltima detención del Chapo Guzmán en 2014. La hace a un agente de la DEA en México. Entonces quitar esta unidad es una pérdida importante, pero no significa eso que la DEA no va a seguir trabajando en México”.
“No significa que vaya a dejar de haber agentes de la DEA en México o dejen de existir unidades especializadas y unidades policíacas en México y en América Latina en general. Evidentemente este era uno de sus brazos operativos y sin este brazo operativo perderán margen de maniobra. Vamos a ver cuánto tiempo dura, porque esos grupos pueden volverse a hacer y son unidades que son fácilmente amables”, insiste.

“Vendrá otro gobierno y cambiarán las reglas. Y lo que hemos visto desde de La Madrid… luego el gobierno de Carlos Salinas, de Zedillo, que cada sexenio tiene una propia lógica y el sexenio de Felipe Calderón, un sexenio en el que se sobrepasaron todos los límites de la operación de la DEA en México. Está plenamente documentado el uso de drones, creación de unidades de inteligencia, de oficinas donde trabajaban analistas de inteligencia. Una forma de ejecutar que nunca se había visto antes. El poder enorme que tenía la embajada se reduce en el gobierno de Peña Nieto y ahora se reduce todavía más”.
“Pero esto es un péndulo, debemos dejar de pensar las cosas como determinantes o como permanentes… Si se le compara con los últimos tres sexenios, evidentemente está en su punto más bajo de la cooperación. Pero en la asimetría en la que se vive, inevitablemente se va a volver hacia un flujo de operativo mucho más alto, a menos de que cambie el paradigma de lo que es la guerra contra las drogas, un paradigma donde necesita modificarse en Estados Unidos, no lo vamos a poder cambiar solamente desde México”, finalizó.
Fuente: El Independiente
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