Miguel Ángel Fernández/ CAMBIO 22

CHETUMAL, 2 de diciembre. La Sabana de Chetumal, un cuerpo de agua que se extiende a lo largo de 15 kilómetros al norte de la ciudad, enfrenta una crisis ambiental. Convertida en un auténtico tiradero de traspatio, toneladas de basura, escombros, llantas y desperdicios son arrojados y quemados a lo largo del camino que atraviesa esta zona, conectando con las colonias irregulares como Nuevo Progreso y Mártires Antorchistas.

El problema es grave y multifacético. Desde la construcción de caminos y puentes que interrumpen el flujo natural del agua, la Sabana ha quedado dividida en tres partes visibles desde el aire, donde se notan claras diferencias en la calidad del agua. En algunas zonas, el agua presenta tonalidades turbias debido a los contaminantes, mientras que en otras, como el área cercana a la colonia Mártires Antorchistas, se observa agua más clara, aunque no está exenta de contaminación.

Un ecosistema en riesgo

A pesar de estar conectada con la Bahía de Chetumal, conocida como el Santuario del Manatí, y de formar parte de un ecosistema que debería ser protegido, la Sabana sigue siendo un basurero. Los daños ecológicos incluyen el relleno ilegal con escombros y la falta de acciones concretas para contrarrestar la contaminación.

El impacto en la salud pública también es preocupante. Muchas familias que viven en la periferia de la Sabana dependen de este cuerpo de agua para pescar mojarras, que consumen como alimento básico o venden para obtener ingresos, sin considerar los riesgos que implica la contaminación.

Crecimiento urbano irregular y falta de vigilancia

El crecimiento desordenado al norte de Chetumal ha exacerbado el problema. Caminos construidos de forma improvisada no solo dividen físicamente la Sabana, sino que actúan como focos de contaminación masiva. La quema de basura y llantas en el área contribuye a la degradación ambiental y afecta la calidad del aire.

Un llamado urgente a la acción

La Sabana de Chetumal, con sus 15 kilómetros de longitud y zonas de hasta 4 metros de profundidad, podría ser un recurso invaluable para la ciudad y sus habitantes. Sin embargo, la falta de atención y la continua negligencia la han convertido en un símbolo de la degradación ambiental y la mala gestión urbana.

Es urgente que las autoridades implementen políticas efectivas para frenar el daño, restaurar el flujo hídrico natural y garantizar la conservación de este ecosistema. De no actuar, el impacto ambiental y social podría ser irreversible.

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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