• En la historia sobre dos niños que hallan un refrigerador y lo llevan a su comunidad, sus habitantes son fuertes y aman su entorno

 

 

Redacción/CAMBIO22

Cuando Yolanda Cruz, productora independiente de cortometrajes y documentales de ficción nacida en Oaxaca, decidió rodar una historia que abordara el tema de la migración desde la mirada de San Juan Quiahije, su comunidad, al mismo tiempo se propuso dar otro rostro a sus personajes femeninos. La historia de este filme gira en torno a Sotera, una niña que, junto a su amigo Erick, encuentra un refrigerador abandonado. El electrodoméstico, que en principio representa una oportunidad para comenzar un buen negocio y así ganar dinero, se resignifica develando elementos mágicos y misteriosos.

Al mismo tiempo, Sotera enfrenta la cruda realidad de que quizá su madre no regrese para llevarla a Estados Unidos, lo que la obligaría a permanecer en su comunidad y a encontrar su lugar en ella. Esta producción retrata cómo la migración separa familias, y cómo los niños crecen bajo el cuidado de sus abuelas, mientras sus padres construyen un futuro en EU.

Domitila Baltazar forma parte del elenco del filme de Yolanda Cruz, que busca cambiar la narrativa que, por años, ha reducido a las mujeres indígenas a historias de sufrimiento. Foto: de MUBIAdemás, refleja cómo son percibidos aquellos que regresan de un sueño roto, enfrentando estigmas, críticas y el peso del fracaso. La elección del refrigerador como símbolo central aporta un elemento de realismo mágico, uniendo lo tangible con lo onírico. Otro personaje, Sandra, interpretada por Mónica del Carmen, representa para la actriz a muchas mujeres que habitan los pueblos originarios de México.

“Estamos acostumbrados a ver a nuestras indígenas como víctimas de la violencia o del abandono, pero aquí mostramos mujeres que disfrutan, que son fuertes y que aman su entorno”. La Raya presenta, por primera vez en cine, la lengua chatina (que pertenece a la familia lingüística otomangue y es hablada en el suroeste del estado de Oaxaca).

Yolanda Cruz optó por trabajar con actores de su comunidad, asegurándose de que la representación fuera estética y auténtica. “Es la primera vez que se escucha el chatino en una sala de cine, y eso es un orgullo para mí, para el pueblo de Oaxaca, y para todo México”, enfatiza además con orgullo la actriz de 42 años. El filme es, a la vez, un espejo y una ventana, es un reflejo de las comunidades originarias y también una oportunidad para que el mundo las observe, las escuche, las conozca y, sobre todo, las respete.

Resiliencia femenina: la lucha y superación de la mujer boliviana | Unifranz

 

 

 

Fuente: El Universal

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GKM/MER

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