La Profecía Maya
28 Mar. 2025
Jorge González Durán / CAMBIO 22
La noche se había apoderado de todas las pedregosas calles de la aldea de chozas sumidas en el silencio, cuando el viejo sabio llegó a mi albergue en la escuela de techo de palma y paredes de barro.
-Vine a verte porque mañana te vas a la ciudad -me dijo.
Lo saludé con una ligera inclinación de cabeza y él continuó:
-Muchos piensan que va a pasar lo que no está escrito en los pergaminos guardados en los pueblos donde se construyeron conventos franciscanos en el siglo diez y seis. En algunos de sus horribles muros están los cofres de madera dura con esos códices leídos sólo por algunos elegidos para transmitir la sabiduría de generación en generación. Lo que no está escrito no puede ocurrir. Sólo sucede lo que la palabra de nuestros padres mayas anticipó en los tiempos sin sombra.
-Tengo una sensación extraña en el pecho –dije en voz baja.
-Es normal, los acontecimientos desconocidos producen una aglomeración de sentimientos de ofuscación y también de miedo.
-Mañana me voy y no sé si regresaré al pueblo, no puedo adivinar lo que me espera en otras aulas de la ciudad. Siento que en las noches conocí aquí una belleza que no puedo definir.
Las palabras del viejo sabio del pueblo me han acompañado a lo largo de estos años. Caminaba despacio alrededor del aula, con sus alpargatas de cuero, se sacudió el pantalón de manta cruda y su camisa blanca de manga larga, y comenzó a ensayar una leve danza ancestral, como si flotara, como si ensayara un vuelo. Fue entonces cuando me dijo:
-Alza la mirada ahora y mira al cielo y sus millones de estrellas y el temblor que te explicará porqué la belleza despierta temor en muchos. Si logramos vencer el temor a la belleza entonces nuestro espíritu estará preparado para entender la profecía del renacimiento.
GPC/RCM