La Nueva Tendencia Del Ocio Nocturno en Tijuana: Los Bares Secretos en la Zona Centro
20 Ene. 2025
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El Lladró, El Tinieblo y el Club Ocampo son tres ejemplos de la nueva tendencia de ocio nocturno en la ciudad fronteriza de México, con los ‘speakeasies’ y locales clandestinos como protagonistas
Redacción / CAMBIO 22
En algunos bares se puede entrar como si fueras Neo en Matrix. Entras y, como hacía él, sigues al conejo blanco, aunque en este caso es una camarera. Avanzas detrás de ella, cruzas una cocina o una cámara refrigeradora, esperas a que teclee una combinación clave, se abre una puerta y te metes de lleno en un universo completamente diferente, pero este no tiene nada que ver con Matrix. En este mundo hay vasos de posguerra de un cristal muy exquisito, los camareros parecen de otra época —en concreto de los locos años veinte y treinta del siglo pasado—, el ambiente es de luz tenue, muy acogedor, y la carta tiene una amplia oferta de cócteles de autor. Esa aventura se puede vivir al norte de México, en concreto en la Zona Centro de la ciudad de Tijuana. Aquí, recientemente, se está poniendo de moda lo clandestino, pero “nice”, como dicen los fronterizos con ese manejo ambidiestro entre inglés y español. Lo clandestino se traduce, a veces, en un speakeasy, otras, en locales que no están señalizados como bares y que desde la calle pasan desapercibidos, aunque una vez dentro está clarísimo que se trata de un bar, bastante moderno y bien puesto.
Pero para empezar desde el principio, vayamos al concepto de speakeasy, que viene de Estados Unidos. En enero de 1920, en ese país se prohibió vender bebidas alcohólicas, medida que estuvo en vigor hasta 1933 —lo que se conoce como la Ley Seca—. En esa década empezaron a proliferar locales clandestinos, donde había que hablar bajo (speak easy, en inglés) para no ser descubiertos, en los que los cantineros se pusieron creativos a la hora de crear mixología para enmascarar la mala calidad de los destilados no regulados. Normalmente, esos locales estaban escondidos en restaurantes u otros establecimientos, y se accedía a través de otras zonas, como la cocina o la despensa. Hoy ese tipo de lugares existen en muchas ciudades, son chic y atractivos por su nostalgia y secretismo —que ahora es solo para darle misterio, porque son completamente legales, regulados y tienen hasta cuentas en redes sociales.

En Tijuana hace un tiempo que se está empezando a apostar por esta moda de lo clandestino. Lo llamativo —o contradictorio— es que en esta ciudad fronteriza nunca se tuvo la necesidad de esconderse de esa manera. De hecho, Tijuana creció sobre todo gracias a la Ley Seca porque muchos negocios de Estados Unidos, en especial del vecino Estado de California, se trasladaron al otro lado de la frontera, en México, donde sí estaba permitido consumir alcohol. Eso dio pie a un bum económico que también promovió la expansión de otras aristas del vicio, como el juego y el trabajo sexual. Es decir, Tijuana se convirtió en un pre Las Vegas, porque esa ciudad, que ahora es tan conocida, empezó a crecer sobre todo después de que en 1931 se legalizaran las apuestas en Nevada.
Volviendo a la reciente moda en Tijuana, varios de esos bares se encuentran en el área conocida como la Zona Centro, erigida alrededor de la avenida Revolución, una de las arterias principales de la vida nocturna en la ciudad. Uno de esos lugares está justo en esta avenida: el Lladró, escondido en la planta baja del restaurante Piedra Santa. Para acceder al speakeasy, en la puerta del restaurante tienes que decir que vas al Lladró. Entonces esperas a que salga alguien del personal a recogerte, te guía, atraviesas una cámara fría, se abre una puerta que descubre unas escaleras flanqueadas por paredes llenas de espejos y, finalmente, llegas al bar en el sótano. Es un lugar elegante, de estética art déco, con música suave, y una carta de cócteles de autor que incluye uno que reproduce con los colores de las diferentes bebidas mezcladas La noche estrellada, el cuadro de Vincent van Gogh. Aunque hay muchos más combinados, con mezcales, ginebras, ron y whisky, además de los clásicos cócteles. Y al final de la carta, una frase que resume su intención: “Lladró speakeasy, where the drinks come true” (Lladró speakeasy, donde las bebidas se hacen realidad).
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Fuente: El Pais
AFM/ DSF




















