Flor María Yáñez Álvarez /CAMBIO 22  

La justicia se encuentra en un punto de inflexión en México. La profunda transformación del Poder Judicial —bajo el espejismo de un proceso de democratización— presenta un escenario de incertidumbre y riesgo de un posible colapso institucional.

Han transcurrido apenas unos días desde la toma de posesión de las nuevas personas juzgadoras, y ya circulan videos que exhiben la ineptitud e ignorancia de algunos de ellos en audiencias. Algunos incluso han optado por renunciar al cargo. ¡Qué vergüenza!

Sin duda, habrá una inevitable curva de aprendizaje ante la magnitud del cambio, que ya está provocando parálisis en la impartición de justicia y dejando a la ciudadanía en un “limbo jurídico”.

Hobbes decía que un Estado debía contar con un Poder Judicial incuestionable y absolutamente independiente, garante del orden y columna vertebral de la seguridad. Si ese poder se percibía manipulado o débil, la gente perdería confianza en que el Estado pudiera protegerla.

De por sí en México existe un alto porcentaje de impunidad; ahora, en esta nueva etapa, dudo que las estadísticas mejoren. Quizá incluso se incrementen. En el Documento de Percepción de la Impunidad 2024, elaborado por Impunidad Cero, se señala que 45 por ciento de las personas encuestadas considera que el nivel de impunidad en México se ha mantenido, mientras que un 42 por ciento afirma que ha aumentado. Respecto a las principales causas de la impunidad, la opinión ciudadana identifica problemas tanto en la impartición como en la procuración de justicia. Es decir, el sistema es deficiente.

La crisis institucional no es solo un problema político; es una amenaza existencial para la paz que está generando incertidumbre. Este contexto político y social de desconfianza abre una gran oportunidad para romper paradigmas en la impartición de justicia y apostar por otros mecanismos que permitan acceder a ella de forma confiable y autónoma.

Otras formas de obtener justicia son posibles. Así lo respalda el mismo documento de Impunidad Cero: “Es posible cambiar la narrativa para fortalecer las instituciones civiles, las políticas de prevención del delito y la reparación del daño, que ayuden a construir cimientos para reducir la impunidad.

En un sistema de justicia vertical, extremadamente formalista y actualmente frágil, debe emerger la mediación no como una alternativa secundaria, sino como una vía principal para garantizar el acceso a la justicia cotidiana. Es una herramienta que ya existe, que está respaldada por una ley federal y que tiene el potencial de convertirse en la piedra angular de un nuevo paradigma de justicia en México.

En Estados Unidos, durante las décadas de 1970 y 1980, la saturación del poder judicial provocó una crisis institucional. Aunque se trata de un sistema tremendamente adversarial, comprendieron —por pragmatismo— que la mediación era la opción más viable para desahogar la carga de trabajo. Hoy, la regla general es resolver los conflictos antes de llegar a juicio. Nuestro “nuevo poder judicial” anticipa la ralentización de los juicios y la saturación de los juzgados. Es momento de replantearse quién y cómo se imparte la justicia y “copiarle” un poco a nuestros vecinos la solución.

El proceso de adaptación del Poder Judicial mexicano a su nueva estructura será largo y complejo. En ese camino, la mediación puede convertirse en el puente hacia una justicia más ágil, cercana y humana.

 

 

 

Fuente: El Sol de Mexico

redaccionqroo@diariocambio22.mx

AFC/RCM

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