• La tenía. Era suya. … la están Cruzazuleando

 

Miguel Ángel Mauss / CAMBIO 22

Así dice el meme que todos entendemos: una oportunidad que estaba servida en bandeja y se desperdició por una mala decisión o falta de visión. Una “cruzazuleada”, dirían algunos con disimulo y justo eso parece estar ocurriendo en Chetumal, donde las autoridades municipales están dejando pasar una ocasión de oro para construir, con el respaldo de la gente, un símbolo de identidad local que ya habita en la memoria colectiva: la maldición de la tamalera.

No se necesita un acto oficial ni la firma de un decreto para cimentar la identidad de un pueblo, a veces basta con escuchar lo que la comunidad ya siente como suyo, lo que se murmura en los pasillos, en los mercados, en los hogares. las leyendas, esas historias que viajan entre generaciones, que no necesitan comprobarse para ser verdaderas, juegan un papel fundamental en esa construcción.

Desde tiempos inmemoriales, las comunidades han forjado su sentido de pertenencia a través de narraciones que explican, simbolizan y conectan. Leyendas como la de la Mulata de Córdoba en Veracruz (una mujer enigmática que desapareció dibujando un barco en la pared de su celda), o la temida Xtabay en Yucatán (un espíritu femenino que castiga a los hombres descarriados), son parte del alma de sus regiones, no solo atraen turistas, también alimentan el orgullo local.

Puede ser una imagen de iluminación y texto que dice "EXPOFER Chetumal"

Estas historias, aunque en apariencia fantásticas, llevan consigo valores, advertencias, creencias y hasta cierto consuelo, permiten entender el mundo desde una visión compartida, que fortalece la cohesión social y el arraigo al territorio. En cada comunidad tiene su relato, su símbolo, su voz, en un mundo cada vez más homogéneo, donde las redes sociales nos conectan con culturas lejanas, pero también nos pueden hacer olvidar la nuestra, es vital cuidar esos elementos únicos.

Y Chetumal ya tiene el suyo, “La maldición de la tamalera” (una leyenda urbana o relato de advertencia, ante la falta de brindar oportunidad a los más desprotegidos) real o no ha crecido sola, se ha contado de boca en boca, ha encontrado eco en redes, y se ha convertido en parte de la identidad local. ¿Por qué no aprovecharla? ¿Por qué dejarla en el olvido cuando puede convertirse en un ícono cultural, turístico y simbólico de la ciudad?.

Hay ejemplos claros de cómo esto se puede hacer bien, en San Agustín Metzquititlán, Hidalgo, se erigió en 2024 un monumento a las vendedoras de tamales, una escultura que honra no solo un oficio, sino todo un sistema de valores: esfuerzo, tradición, sabor, historia, esa imagen, la de una mujer con su canasta, se ha vuelto un punto de orgullo para el municipio, la gastronomía, al igual que las leyendas, también cuenta historias.

Chetumal tiene la oportunidad de hacer algo similar, no hablamos solo de poner una estatua o inventar una festividad de la nada, hablamos de reconocer lo que ya está ahí: un relato que vive en la gente, una figura mítica que ha echado raíces, una historia que podría convertirse en un emblema de identidad para generaciones.

No se trata de romantizar el pasado ni de anclarse en mitos vacíos, se trata de darles forma, de dejar que florezcan, de convertirlos en puentes entre quienes fuimos, quienes somos y quienes seremos. Chetumal necesita símbolos que lo representen, y esta es una oportunidad que no debería dejarse pasar.

Porque si no se hace ahora, será otra historia más que contar con resignación: la tenía, era suya… la dejó ir.

 

 

 

Fuente: Facebook

redaccion@diariocambio22.mx

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