Por su parte, una resonancia orbital ocurriría cuando las órbitas de varios cuerpos se acaban alineando o “sintonizando” debido a la atracción existente entre ellos. Un ejemplo es el descubrimiento de Daniel Kirkwood en 1867, quien observó que ciertas zonas del cinturón de asteroides están casi vacías debido a resonancias con Júpiter. Se las llamó “lagunas de Kirkwood” y son regiones en las que la fuerza gravitacional del planeta influye de manera regular y repetida sobre los asteoroides, alterando sus órbitas y vaciando esas zonas.
Ocurre lo mismo con diversos objetos del Sistema Solar como los satélites de Plutón o nuestra propia Lunay, aunque son resonancias que estabilizan normalmente, en algunos casos, pueden ser amplificadas, llevando a cambios orbitales significativos y contribuyendo al comportamiento caótico del sistema.
Por otro lado, el problema de los n-cuerpos, que viene de la dificultad para resolver las interacciones gravitacionales de tres o más cuerpos, influye también en este panorama. Mientras que las interacciones de dos cuerpos pueden describirse con mucha precisión usando las leyes de Newton, agregar un tercer cuerpo hace que las ecuaciones sean extremadamente difíciles de resolver, generando un movimiento complejo donde las órbitas son extremadamente sensibles.
Esto significa que incluso pequeños cambios en las posiciones o en las velocidades de los planetas pueden llevar a predicciones no fiables a largo plazo, es decir, se vuelve casi imposible predecir qué ocurrirá con los sistemas.
EL CAOS DETERMINISTA
Ahora bien, es cierto que la comprensión del comportamiento caótico del Sistema Solar ha avanzado mucho con el desarrollo de la computación. Antes de la era de los supercomputadores, los cálculos necesarios para simular las órbitas de los planetas a largo plazo eran impracticables debido a la complejidad del problema de los n-cuerpos.
Realmente, cada planeta del Sistema Solar influye en todos los demás a través de la gravedad, creando un gran entramado de interacciones que resulta en ecuaciones no lineales realmente complejas. No obstante, con la llegada de las supercomputadoras en la década de 1970, los astrónomos pudieron realizar simulaciones algo más detalladas que confirmaron que, incluso las más mínimas perturbaciones pueden llevar a resultados muy diferentes, un principio fundamental del caos determinista.
Utilizando algoritmos de procesamiento masivo, actualmente es posible simular las órbitas de los planetas durante millones de años demostrando que, por ejemplo, un ligero cambio en la órbita de un planeta debida al impacto de un asteroide puede resultar en colisiones entre planetas o, incluso, en la expulsión de un planeta fuera del Sistema Solar. Además, estos estudios han demostrado que, más allá de periodos de entre 2 y 230 millones de años, cualquier predicción sobre las posiciones exactas de los planetas se vuelve una mera especulación: predecir la situación del Sistema Solar después de ese tiempo es algo imposible.
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